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¿1968... y hoy qué?

Desde hace décadas, en Alemania hay protestas contra la industria nuclear. Ahora, después de la catástrofe en Japón, vuelve a debatirse acaloradamente sobre el relanzamiento de la energía atómica. Hace 20 años, las protestas llevaron a Los Verdes al Parlamento alemán. Sus protagonistas más célebres iniciaron su carrera política en la revuelta de 1968, una fecha que últimamente se ha puesto en tela de juicio: se han planteado críticas justificadas desde la perspectiva actual, los adversarios políticos han lanzado los habituales gritos de venganza, e incluso se han vertido críticas desde las propias filas.

Inspirándose en el libro de Hitler Mi lucha, el historiador aleman e investigador del período nazi Götz Aly dio a su obra sobre este período el significativo título de Nuestra lucha, lo que le hizo candidato a aparecer en cualquier talk show.

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Mucho de lo que se ha dicho sobre este asunto son bobadas y leyendas construidas sobre los recuerdos. Muchos se avergüenzan de la militancia y radicalidad de sus años jóvenes. Otros tantos parecen tener un problema para explicárselo a sus hijos. Sin duda, la historia de la banda terrorista Fracción del Ejército rojo (RAF, por sus siglas en alemán) contribuyó a la mala fama de 1968. La RAF es impensable sin 1968, que se ha convertido en el símbolo de un trauma alemán, inspiración continua de nuevos productos culturales: libros, películas y obras teatrales. Hace poco, el director Andres Veiel, que cuando era un joven estudiante en Stuttgart asistió al proceso contra los dirigentes de la banda, Andreas Baader y Ulrike Meinhof, acaba de estrenar su última película, Wer wenn nicht wir (Quién, si no nosotros) en la que muestra el puritanismo y el parduzco desierto de la generación posterior a la guerra, a la que también yo pertenezco.

Cuando vivía en Londres, durante los años setenta, me di cuenta de cuán ideologizada era la izquierda alemana, y qué desmesurada idea de sus fuerzas tenía. En el Reino Unido, también la izquierda era más pragmática y sus objetivos relistas; se era más modesto, pero más cercano a la vida. La izquierda inglesa jamás suscribió un proyecto tan descabellado como el de la "lucha armada".

En Alemania, el descreimiento de la militancia militantes condujo en los años posteriores al partido "pacifista" Los Verdes, cuyo coherente antimilitarismo duraría hasta que Joschka Fischer respaldar la intervención militar en Kosovo. Las raíces verdes de 1968 siguen a la vista incluso hoy.

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Al cabo de 20 años, la Alianza 90/Los Verdes tienen representación en los parlamentos alemanes. Movimientos ciudadanos (como el movimiento de oposición a la energía nuclear) y la catástrofe de Chernóbil les han dado los votos para llegar ahí.

En Alemania se discute vehemente desde aquellos días sobre el uso de la energía nuclear. Hoy presenciamos una reedición actualizada de la protesta atómica, después de que, el año pasado, el Gobierno liberal-conservador de Merkel se viera obligado a aceptar el rechazo a la energía nuclear. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en los años ochenta, cuando los movimientos de protesta llevaran al Parlamento a los verdes, los ciudadanos optan hoy preferentemente por actuar al margen de los partidos. Apuestan por la democracia directa, lo que afecta también al partido verde, en los que muchos ven hoy únicamente el partido de los que más ganan y de los funcionarios. De hecho, este partido es (también) una fábrica de empleos que ha llevado a sus miembros a puestos buenos y seguros. No obstante, los ciudadanos viven hoy en un mundo tecnificado y pueden acceder a muchas cosas, y de forma muy rápida, con un clic. Esa es la única vía que conoce la generación joven, por lo que el lento y perezoso decurso de la política queda mucho más en evidencia. Son cada vez más los ciudadanos que exigen competencia y conocimiento especializado. En estos ámbitos especializados, es frecuente que muchos de ellos sean (o lleguen a ser) más competentes que los ministros -y hay muchos ministros en Alemania- que, en numerosas ocasiones, no hacen más que desplazarse de un cargo a otro por razones de política partidista, lo que irrita a los ciudadanos competentes. Además, muchas veces los partidos no mantienen las promesas lanzadas durante las elecciones, y hay que esperar cuatro años para poder desalojarlos del poder.

La exigencia de democracia directa surgió con las iniciativas ciudadanas de los años setenta y ochenta. La cultura y la estructura de las protestas se han mantenido vivas desde aquel momento. Incluso las constantes informaciones periodísticas sobre 1968 han contribuido a mantener su vigor. Gracias a la técnica, los movimientos de protesta hoy están interconectados. Son los ciudadanos los que salen a la calle y los partidos los que corren detrás de ellos. Desde fechas muy recientes, asistimos a una oposición que proviene de las clases medias y no del mundo estudiantil, como en 1968. Una oposición que se dirige contra los cementerios nucleares, obras ferroviarias, nuevos aeropuertos, reformas escolares. Muchos de quienes toman parte en estas protestas son personas mayores que ya se movilizaron en los años setenta. Ya no es tan fácil criminalizar a estas personas que se van aproximando de forma inexorable a la edad de jubilación cuando hay enfrentamientos callejeros con la policía. Eso es lo que llama la atención: el oculista y el ingeniero, impecablemente vestidos, frente a frente con las fuerzas del orden. La policía, y con ella el Gobierno de turno, se ganan la masiva desafección de los votantes cuando se dedican a apalear a ancianos manifestantes, como ha ocurrido hace poco en Stuttgart: ciudad que pertenece a una de las regiones más ricas de Alemania, en la que se fabrica el Mercedes Benz y en la que el 27 de marzo hay elecciones, lo que hace todo el asunto extremadamente interesante. Podríamos presenciar unos comicios decisivos para el Gobierno conservador-liberal federal.

Pero volviendo a 1968: Los Verdes tuvieron en sus inicios algunas estrellas, como Petra Nelly, Joschka Fischer y Otto Schily. Todos ellos han muerto o se han retirado del escenario político. Esta vez es el turno de toda una generación, junto con sus hijos y nietos. Y ahora tienen el I-Phone.

Astrid Proll perteneció a la primera generación de la Fracción del Ejército Rojo, también conocida como la banda Baader-Meinhof

Los dirigentes terroristas alemanes Andreas Baader y Gudrun Ensslin, durante su juicio en 1968.
Los dirigentes terroristas alemanes Andreas Baader y Gudrun Ensslin, durante su juicio en 1968.AP

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