_
_
_
_
_
Reportaje:

Un documental de televisión puede provocar la ruptura entre Arabia Saudí y Gran Bretaña

De la noche a la mañana, las relaciones entre Gran Bretaña y Arabia Saudí descritas oficialmente no hace mucho como «una verdadera luna de miel», han entrado en su punto más bajo desde la invasión británica de Suez, como consecuencia de la exhibición de un documental en la televisión considerado por los saudíes como ofensivo.

El documental, titulado Muerte de una princesa, ha sido realizado por el productor-director Anthony Thomas para la Anglia Television y se exhibió en la cadena independiente ITV, el jueves por la noche, en el espacio de audiencia más alta del Reino Unido.Thomas tardó dos años en filmar el documental, a un coste de 200.000 libras esterlinas (unos treinta millones de pesetas), y en él escenifica, con ayuda de actores profesionales, la historia de una princesa saudí, Misha'al, que fue condenada por adulterio, de acuerdo con la ley coránica, a morir ejecutada mientras su amante era decapitado.

La historia ocurrió en Arabia Saudí en 1977 y no constituye ningún secreto. En su momento ocupó las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. Pero el documental constituye un alegato, a través de un diálogo inteligentemente construido, contra el sistema operante en ciertos países musulmanes, contra la teocracia saudí, a la vez que presenta el choque de las culturas occidental y árabe, representado en este caso por la princesa Misha'al.

Misha'al, una joven de diecinueve años miembro de la familia real saudí, es obligada a casarse con un primo suyo después de completar su educación en la Universidad americana de Beirut. La princesa no se resigna con su suerte y decide, después de casada, seguir viéndose con su amante, un joven de veinte años. La pareja decide fugarse y para ello Misha'al se disfraza de hombre, pero es descubierta en un control policial del aeropuerto. Los jóvenes son detenidos y juzgados. Misha'al defiende su amor y declara en el juicio que ha cometido adulterio, De acuerdo con la ley coránica es sentenciada a morir fusilada. Su amante es decapitado. La sentencia se cumple en un aparcamiento público para escarmiento de la población.

Desde que se anunció la exhibición de la película, las autoridades saudíes intentaron por todos los medios impedir su pase. Para ello se pusieron en contacto con el Foreign Office, cuyos funcionarios advirtieron a los responsables de la cadena de televisión de los peligros que su exhibición supondría para las relaciones entre los dos países.

Una reconstrucción

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Los directivos de la Anglia Television, después de una detenida consideración del tema, decidieron pasar el documental borrando toda referencia a la Arabia Saudí y precediéndolo de la siguiente leyenda: «El programa que verán ustedes a continuación constituye una reconstrucción escenificada de ciertos sucesos que tuvieron lugar en el mundo árabe entre 1976 y 1978. Se nos ha pedido que señalemos que la igualdad de todos ante la ley es una regla de oro en el mundo musulmán.»Pero, evidentemente, el prefacio no ha satisfecho a los saudíes, que han puesto el grito en el cielo y han amenazado con tomar una serie de represalias que van, desde la ruptura de relaciones diplomáticas a la suspensión de los envíos de petróleo y a la cancelación de los sustanciosos contratos que las firmas británicas tienen en la península arábiga.

Oficialmente, el Foreign Office sólo ha registrado el «disgusto» saudí, pero el hecho de que la situación es grave lo demuestran dos hechos: el primero, el regreso precipitado hacia Riad del embajador británico en Arabia Saudí, James Craig, y un telegrama personal enviado por el secretario del Foreign Office, lord Carrington, al rey Jaled, en el que le expresa su «pesar» por la exhibición del documental, aunque añade que el Gobierno británico no tiene control alguno sobre los programas de las cadenas independientes.

La situación es tremendamente incómoda para el Gobierno británico, cuyo secretario del Foreign Office fue recibido a bombo y platillo en la Arabia Saudí hace dos meses, y pone de manifiesto, entre otras cosas, la duplicidad de raseros que este país aplica en sus relaciones con los países del Tercer Mundo, según estos tengan recursos o no los tengan. Las exportaciones británicas a Arabia Saudí ascienden a unos mil millones de libras anuales (unos 150.000 millones de pesetas) y Gran Bretaña recibe de ese país el 10% de los crudos que importa. De ahí que hayan empezado inmediatamente conversaciones en Londres y Riad, entre funcionarios de los dos países, en un intento de enfriar la crisis. Como diría don Francisco de Quevedo: «Poderoso caballero es don Dinero. »

El tema va a traer cola porque varios diputados laboristas han pedido al Gobierno que explique en los Comunes, cuando la Cámara reanude sus sesiones la próxima semana, tras las vacaciones de Semana Santa, por qué lord Carrington ha tenido que pedir disculpas al monarca saudí.

Para los laboristas constituye una vergüenza que Carrington «se arrastre por el suelo ante los saudíes por un programa de televisión que no tiene nada que ver con el Gobierno».

El incidente puede incidir desfavorablemente en una pareja británica actualmente detenida en la capital saudí por haber servido alcohol en una fiesta particular y condenada a ser azotada en público por haber violado la estricta ley coránica.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_