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El rumor sobre un atentado contra Aristide provoca incidentes en ciudades de Haití

Ramón Lobo

A las 48 horas de regresar a Haití, el presidente Jean-Bertrand Aristide ya ha sido víctima de un rumor: un supuesto atentado contra su vida. Sucedió entrada la noche del domingo (madrugada de ayer en España). Fue en una reunión con la cúpula militar. Se corrió raudo el bulo de que al general Jean-Claude Duperval, jefe provisional de las Fuerzas Armadas, se le había incautado una granada al pasar por la seguridad estadounidense que controla los accesos al palacio. Dos mil personas le esperaron agresivas a la salida y golpearon su automóvil al grito de guerra creole de general caca (general de mierda). También hubo algaradas en Gonaives.

Los arremolinados creían que Duperval había intentado asesinar a Titid, nombre cariñoso del presidente. El ministro de Información, Hervé Denis, desmintió de inmediato la supuesta intentona. La destacada presencia de Duperval junto a Aristide en los actos del 188 aniversario de la muerte de Jean Jacques Dessalines, el primer líder haltiano tras la independencia, era ayer un claro desmentido que no escapó a nadie. Ni al propio pueblo."Si pasa por aquí algún militar [haitiano], se le registra también", le espetó un fornido agente de seguridad a otro delante del detector de metales. Al llegar a las escalinatas del palacio, la banda de música del Ejército local acompañada de un cada vez más desaliñado pelotón que está ya para pocos honores, con sus vetustos fusiles sin cargador al hombro, seis agentes de seguridad norteamericanos, comprobando que iban sin balas.

Delante de ellos, un atril protegido por un cristal antibalas de más de cinco centímetros de grosor, el mismo del sábado, esperaba al presidente. Junto a él, el primer ministro, Robert Malval, y el Gobierno en pleno, y el propio Duperval. Aristide, vestido con un inmaculado traje blanco y con la banda presidencial sobre el pecho, pronunció unas breves palabras: "Estarnos hoy aquí con el espíritu de Dessalines para construir un Estado de derecho y una sociedad moderna basada en la justicia y la reconciliación".

No está detenido

Después, junto al denostado general Duperval, Aristide izó la bandera azul y reja a los acordes del himno nacional., Este protagonismo del militar qué relevó por escalafón a Raoul Cédras al frente del Ejército no se adecua al contenido de los rumores de la noche del domingo. Si Duperval trató, como dicen, de meter una granada de mano en el Palacio estaría ahora detenido.La casa privada de Duperval en Gonaives, en el centro del país, fue atacada e incendiada por una turba pro Aristide. Las tropas de EE UU practicaron al menos cien detenciones entre los alborotadores. Duperval, al que se le considera implicado en el golpe de 1991, es anti Aristide.

Al concluir su salutación, Aristide y Malval, en un Chevrolet Caprice azul, blindado, trataron de salir por la puerta este del Palacio para acudir al monumento a Dessalines, a 50 metros del jardín donde aterrizó el sábado el helicóptero. Una muchedumbre de seguidores al grito de "¡Titid!, ¡Titid!" rodeó la comitiva. Los fornidos agentes saltaron excitados ordenando en inglés a un pueblo que habla creole: "¡Atrás, atrás!". Ante el fracaso de la intentona, la caravana regresó ridículamente marcha atrás. Gritos. Empujones. Nervios. Sudor. Mucho sudor entre los agentes. Dentro del auto un Aristide sonriente, casi divertido, saludaba a la multitud. De nuevo en Palacio, tras muchas dudas, se intentó la salida por otra puerta. Los seguidores ya estaban lejos. Aristide puso unas flores, fue al museo nacional y se volvió a casa. No más de doscientos metros de riesgo.

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