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Reportaje:

Ancianos solos y muertos de calor

El Gobierno francés reclama ahora "una movilización nacional" tras las 5.000 muertes debidas a las altas temperaturas

Francia es un país envejecido. Como en todos los países modernos, las mujeres viven más tiempo que los hombres -83 años de media, ellas, por 75 años, ellos- y es también un país en el que la población urbana cuadruplica a la rural. El 40% de las mujeres de más de 65 años viven solas. Sólo un 5% de los ancianos se encuentran en una residencia colectiva. En la actualidad un 16% de los franceses tiene más de 65 años, pero en 2025 el porcentaje será ya de un 23%, y de un 30% si la barrera se sitúa por encima de los 60 años.

Todos estos datos hay que relacionarlos con los 15 días de temperaturas superiores a los 35º que ha vivido Francia, con una primera quincena de agosto de vacaciones masivas que refuerza la dispersión familiar, y con la lentitud con que las autoridades sanitarias han reaccionado ante un peligro anunciado.

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Varias asociaciones de médicos aseguran que el número de víctimas no se sitúa entre 1.600 y 3.000, como sostiene el Ministerio de Sanidad, que considera que "la situación está totalmente controlada", sino por encima de los 5.000 muertos.

"Durante una semana, los bomberos han retirado de casas y pisos de París más de 200 cadáveres diarios. A los que hay que añadir los de las personas que llegaron con vida a los hospitales, pero fallecieron en los pasillos de unos servicios de urgencias desbordados", ha asegurado un portavoz de los bomberos de la capital francesa.

Lo cierto es que, si bien la medicina hospitalaria francesa es de gran calidad, su organización es poco flexible. "En el terreno de la geriatría tenemos un retraso de 15 o 20 años respecto a algunos países vecinos", asegura Françoise Forette, presidenta de la Sociedad Francesa de Geriatría y Gerontología. "No tenemos localizadas a las personas mayores que viven solas, carecemos de un servicio capaz de acudir allí donde hace falta".

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Y es así como los ciudadanos británicos, hartos de hacer cola en los hospitales de su país, vienen a hacerse operar a Francia, mientras Marie, de 70 años, decide irse a vivir a Finlandia: "Estoy sola y en Francia la Seguridad Social sólo puede proporcionarme dos horas y media de servicio de acompañamiento a domicilio. Para alguien que no puede moverse, como es mi caso, eso no me sirve de nada. En Finlandia tengo derecho a 15 horas diarias de ayuda domiciliaria".

El primer ministro francés,Jean-Pierre Raffarin, que no comprendió hasta el pasado día 14 que los políticos no pueden afrontar las catástrofes naturales como meros espectadores, reclama ahora "una movilización nacional contra la soledad de los ancianos" y les ha pedido a un grupo de "médicos, sociólogos y filósofos que analicen el problema y propongan soluciones concretas el próximo otoño". Raffarin intenta recuperar el tiempo perdido y reparar una imagen que se ha ido agrietando. Por eso quiere evitar la polémica con la oposición. "Es tiempo de solidaridad, no de polémicas estériles", asegura. Pero esta vez ha comprendido que los muertos por la canícula han llegado a 3.000 0 5.000.

La oposición se ha apresurado a denunciar "que no sólo eran los ministros los que estaban de vacaciones, sino la idea misma de gobierno", en palabras del líder del Partido Socialista François Hollande.

Las nuevas propuestas en beneficio de los ancianos, se verán incorporadas al debate sobre la reforma de la Seguridad Social que el Gobierno debe presentar a finales de septiembre.

El calor ha matado o acelerado la muerte de los más pobres, de los más frágiles. En porcentaje, puede decirse que París y Niza han sido las ciudades con mayor número de víctimas.Son también las que registran mayores diferencias sociales, en las que más personas viven en la calle. Raffarin hablaba el sábado de acabar "con la indiferencia ante las persianas echadas", pero en París o en Niza, en algunos casos, los cuerpos fueron recogidos en los atrios de las iglesias. Es más, al mismo tiempo que se acusa al conjunto de la sociedad de desinteresarse de sus abuelos o padres, una encuesta testimonia, por enésima vez, que el personaje más popular en Francia sigue siendo a sus 91 años el abad Pierre, el sacerdote que movilizó a la opinión pública sobre los problemas de alojamiento de las personas más humildes.

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