_
_
_
_
_
Reportaje:

Argentina vive en la penumbra

La crisis energética deja a cientos de miles de argentinos sin luz ni agua en Nochevieja y Reyes, y a merced del calor sofocante en pleno verano austral

Jorge Marirrodriga

Cientos de miles de personas sin luz ni agua a veces durante días, repentinas subidas de tensión que queman los electrodomésticos y protestas ciudadanas ante una situación que cada vez se repite con más frecuencia. La presidenta Cristina Fernández se ha encontrado sobre la mesa con un tema que, aunque se veía venir desde hace meses, sus funcionarios esperaban poder paliar discretamente. Argentina sufre una gravísima crisis energética.

En el país suramericano, la llegada del nuevo año se celebra con fuegos artificiales. Y ésa fue la única luz que tuvieron cientos de miles de personas en Buenos Aires y sus alrededores -que concentran a unos 14 millones de habitantes de los 40 millones que tiene el país- debido a un apagón masivo acaecido poco antes de que expirara 2007. En paralelo, el agua dejó de circular por las cañerías, en una situación que se ha prolongado durante varios días de la semana pasada -con temperaturas que han superado los 30º en pleno verano austral- entre las protestas de los afectados, las promesas del Gobierno y las explicaciones de las empresas encargadas de los servicios.

El Gobierno sube la tarifa de la luz y reparte bombillas de bajo consumo

Hasta el sábado muchas personas esperaban el retorno definitivo del suministro de luz y agua, no sólo en las zonas menos favorecidas en los suburbios de la capital, sino en algunos casos en pleno Buenos Aires como en el céntrico barrio de Caballito. Familias enteras recurrían a los domicilios de familiares para poder lavarse y los propietarios de comercios de alimentos veían cómo se perdía su mercancía al dejar de funcionar los refrigeradores. A veces era peor que llegara la electricidad, porque lo hacía con unas subidas de tensión que quemaban los electrodomésticos. En diversas zonas de la capital y los suburbios, los vecinos cortaron las calles para atraer la atención de los medios de comunicación.

El Gobierno niega machaconamente la existencia de una crisis energética, pero la cuestión ha centrado algunas de las primeras medidas de la presidenta Fernández, quien ha anunciado una subida de las tarifas de la luz, el empleo a gran escala de bombillas de bajo consumo -25 millones de ellas serán canjeadas por bombillas viejas en poder de los usuarios- y el cambio oficial de hora para aprovechar la luz solar, que se materializó el 30 de diciembre. Además, el Gobierno ha decretado que se apague la iluminación de edificios públicos y monumentos y prohibido que en los edificios oficiales el aire acondicionado se ponga por debajo de los 24º.

Los argentinos, acostumbrados a que la sociedad civil vaya por un lado mientras el Gobierno va por otro, ya han comenzado a poner sus propias soluciones. Así, los edificios que se construyen incorporan desde hace un par de años casi por sistema sus propios equipos electrógenos y bombas de agua que garantizan un mínimo de suministro en caso de falta de fluido eléctrico. Además, se venden pequeños transformadores que protegen a los electrodomésticos en caso de subida inesperada de tensión.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Hace exactamente un año se produjo otro masivo apagón tras el cual el Gobierno impuso fuertes multas a las compañías eléctricas suministradoras, Edenor, de capital francés, y Edesur, propiedad de la española Endesa. La situación se repite sistemáticamente desde mucho antes de eso, desde 2001, cuando en verano, el calor dispara la demanda de electricidad.

Oficialmente, ambas empresas han asegurado que sus fallos de suministro son concretos, pero sus técnicos manejan cifras que apuntan a que el consumo eléctrico en Argentina funciona al máximo de su capacidad. El tope oscila entre los 18.000 y los 19.000 megavatios y la demanda en días de calor sofocante o frío intenso supera con creces los 17.000. Y lo peor es que en un país con un altísimo crecimiento económico -en torno al 9% anual-, no hay proyectos a medio plazo que puedan paliar esta situación.

Se busca a quien culpar

La falta de suministro de agua tiene otro origen pero es mucho más significativa. En una ciudad donde las calles no se barren sino que se riegan todas las mañanas, los consumidores no tienen sensación de que el agua sea un bien escaso, todo lo contrario. Los fallos en la distribución provocan descontento entre el público, una indignación que en 2006 aprovechó el ex presidente Néstor Kirchner para retirar la concesión a una empresa mixta de la francesa Suez y la española Aguas de Barcelona.

Se trataba de la primera vez en que se procedía de esta manera contra una empresa privatizada con capital extranjero durante los años noventa y Kirchner lo presentó como un paso hacia la argentinización de las industrias y acusó a franceses y españoles de poner su ánimo de lucro por encima de las necesidades de los argentinos y de no realizar inversiones.

Con capital público el Gobierno formó la empresa Aysa e integró en su dirección a destacados líderes piqueteros que habían participado en los conflictos laborales contra la dirección franco-española. Un año después la situación sigue igual o peor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_