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Tribuna
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Arqueología y compasión.

Esta cola ante un quiosco erosionado por el salitre que llega del mar, y por la poquedad del periodo especial, obedece a la voluntad de comprar Trabajadores, el semanario que reproduce en su totalidad la intervención de Fidel Castro sobre la visita del Papa. No creo que la lectura de las palabras codificadas por la impresión sustituya la complejidad de la lectura en directo de la combinación de eufonía, silencios, gesticulación de la que se valió Castro para convertir a Juan Pablo II en un compañero de cruzada antineoliberal; Pedro el Ermitaño y Ricardo Corazón de León. El cardenal Ortega trató en la rueda de prensa de rescatar a Juan Pablo II de la embarazosa sospecha de complicidad con la Teología de la Liberación, pero la curiosidad despertada por el sorprendente discurso del comandante se convierte en incontrolable fiebre de augur descodificando las tripas de la bestia sacrificada. De ahí las colas de ciudadanía interesada en repasar las palabras, como si apuraran uno por uno los huesecillos de dos Esperanzas, la laica y la teologal.Con su semblanza tan positiva del Papa, Castro ha ratificado su habilidad tacticista convertido en anfitrión y árbitro, papeles ratificados por su presencia en las dos misas presuntamente más multitudinarias, la de Santiago y la de La Habana. Si en Santiago el Papa aparecerá enmarcado entre la Virgen de la Caridad del Cobre y Castro, en La Habana el Che, Martí y Fidel cooficiarán en un encuentro simbólico que fijará la memoria de una visita tan abierta como la despedida, porque hoy, día de la llegada de Juan Pablo II, de lo que más se habla en Cuba es del día siguiente de su marcha.

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La Habana está llena de geómetras que han venido con la vara de medir la rentabilidad de la visita papal, mientras desde Miami se la empieza a contemplar con recelo. Renace la división entre los partidarios desbloqueo y los del desbloqueo, divididos los primeros entre puristas de la revolución y de la contrarrevolución, divididos los segundos entre humanitarios y activadores del cambio mediante ladesaparición del acoso imperial. El Papa atraviesa los cielos delbloqueo y durante cinco díaspondrá a Cuba en las mejorespantallas de televisión, incluidoslos mejores salones del imperio.

La Habana está llena de cardenales y geómetras del final o de la permanencia del sistema, mientras Marta Harnecker me entrega algunos de sus trabajos situados entre Los conceptos elementales del materialismo histórico y su obra inédita sobre la panorámica de la actual y plural izquierda latinoamericana. Dirige una institución cultural cuyo título es casi una provocación: Memoria Popular Latinoamericana, y titula sus libros El sueño era posible o Haciendo camino al andar. Al tiempo que por La Habana se afanan los buscadores de oro o de petróleo, la discípula chilena de Althuser que compartió el estrellato ideológico de los mayos floridos con Poulantzas, Mao, Marcuse, Rimbaud, Foucault y el Che, parece una arqueóloga paciente haciendo bálance de las memorias y deseos de la izquierda, a partir del inventario de los hechos de conciencia que todavía hoy condicionan su necesidad. Arqueología y compasión. Memoria y Solidaridad. La misma reflexión de fondo a favor de la gente, esos olvidados pobladores de las ciudades que hacen cola para acceder a las palabras mientras los geómetras miden el suelo que pisan los ciudadanos, calculando el tamaño de la fosa común del Tiempo.

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