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Aubry se da hasta fin de año para "refundar el socialismo francés"

Algunos dirigentes exigen cambios en el partido tras el desplome electoral

Antonio Jiménez Barca

Los principales dirigentes del Partido Socialista francés (PS) se vieron el martes en un Consejo Nacional (miniparlamento del partido) celebrado a puerta cerrada que, tras los demoledores resultados de las elecciones europeas del domingo, se presentaba a cara de perro y con una clara tendencia al harakiri colectivo. Los datos eran contundentes: un 16,48% de los votos, no sólo lejos de la derecha (27,8%) sino sólo dos décimas por encima de los Verdes de Daniel Cohn-Bendit. Traducido en votos: 35.000 votos más que los ecologistas, es decir, a un paso de ser desbancados como segunda fuerza del país (y primera de la oposición).

Sin embargo, la crisis es tan profunda y ha tambaleado tanto los cimientos del edificio socialista en Francia, que la reunión no se inflamó demasiado por miedo a desangrarse por entero. Ni Martine Aubry, primera secretaria de la formación, presentó su dimisión ni nadie pidió formalmente su cabeza. La líder socialista aseguró, eso sí, que se da "seis meses" para "refundar" el socialismo francés, esto es, hasta diciembre, tres meses antes de las elecciones regionales de marzo. Tras eso invitó, hasta ahora sin éxito, a algunos destacados oponentes a sumarse a la dirección del PS.

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La aparente concordia tras la derrota comenzó horas antes, cuando Aubry acudió al despacho de su principal rival en el PS, Ségolène Royal, en un gesto explícito de paz. Ambas se batieron hasta lo insufrible en el congreso de Reims, celebrado en noviembre. Aubry venció por un número minúsculo de papeletas (102 en una elección en la que participaron 120.000 personas), lo que acarreó que su victoria nunca fuera ni clara ni aceptada por todos y que su liderazgo arrancara cuestionado y tambaleante. Por eso estas elecciones se presentaban como un examen personal. Su reafirmación a la cabeza del PS pasaba por obtener el domingo, como mínimo, un simbólico 20%.

Royal recibió a Aubry y le aseguró que ella "estará allí cuando haya que estar". Aubry, a la salida, prometió que desde ahora las dos mujeres se consultarán una a otra regularmente y confirmó que Royal representará al PS en la Internacional Socialista, convirtiéndose así en la voz del socialismo francés en el exterior.

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El Consejo Nacional, a pesar de las promesas de Aubry, terminó con cierto regusto inmovilista, según algunos dirigentes críticos. Aubry reconoció que la personalidad de Dany Cohn-Bendit, el cabeza de lista de los ecologistas, sedujo a parte de su electorado. Pero sus promesas de transformación del PS quedaron un tanto indeterminadas. Un símbolo de esto último es que el portavoz del PS, Benoit Hamon, derrotado en las europeas hasta el punto de que no ha obtenido escaño, no dimitirá y seguirá siendo el rostro del PS en el futuro.

Manuel Valls, de 45 años, diputado y alcalde de Evry y uno de los dirigentes más críticos, dijo ayer a EL PAÍS: "Si no cambiamos, vamos a morir, a extinguirnos". Valls añadió que hay que cambiar "los nombres, los métodos, las ideas, la concepción general y la generación en el poder". No es el único que piensa así. Actualmente, hay socialistas destacados que ven al PS al borde de la "necrosis". Otros aseguran que en las elecciones presidenciales de 2012 se juegan, simplemente, su supervivencia como fuerza política.

Una de las cuestiones peliagudas a las que se enfrenta el PS -y Martine Aubry- es la elección de un dirigente para las presidenciales de 2012 que pueda oponerse con ciertas garantías a Nicolas Sarkozy. Este líder surgirá de unas primarias cuyo método y participantes es objeto de discusión creciente: hay quien, como Aubry, prefiere unas primarias restringidas a los militantes y quien es partidario de que participe "el mayor número de simpatizantes", como Royal o el propio Valls.

Martine Aubry, tras una reunión con Sarkozy ayer en París.
Martine Aubry, tras una reunión con Sarkozy ayer en París.EFE

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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