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GUERRA EN LOS BALCANES

Vukovar desprende olor a muerte

"Soy un maldito liberador de estas ruinas", dice un soldado serbio

Radovin, un soldado de 19 años de Ub (Serbia), contempla impasible más de 50 cadáveres amontonados en el jardín de una casa de la calle de Lole Ribara, en pleno centro de Vukovar. El olor a muerte -cadáveres pudriéndose, casas carbonizadas, árboles calcinados- animales destripados- envuelve el ambiente. Comenta sin emoción: "Te acostumbras a todo. Soy un maldito liberador, pero, ¿liberador de qué? De estas, ruinas". Radovin lleva seis meses en el Ejército federal y más de cuatro combatiendo. Ahora ve los resultados. Muerte absoluta.

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ENVIADA ESPECIALEn Vukovar no queda ni un solo árbol en pie, ni una sola casa con techo, ventanas o paredes. Sólo escombros. Casas reducidas a polvo. Entre el polvo yacen los cadáveres. Hombres con uniforme de la policía croata o vestidos de civil. Jóvenes y viejos. También mujeres muertas frente a sus casas. Algunos cráneos partidos en dos, con hacha. Nadie recoge los cadáveres. Están por todas partes: en las calles, en las casas donde murieron alcanzados por disparos, en los sótanos donde intentaron protegerse de más de 2.000 granadas que caían diaria mente sobre la ciudad, en los jardines donde los mataron a tiros o a cuchilladas."En el hospital tuvimos unos 400 muertos y unos 2.000 heridos", dice el cirujano Juraj Njavro, que no salió durante más de tres semanas del centro sanitario. "A veces llegaban más de 90 heridos al día. Llegó el momento en que no supimos qué hacer con los muertos. Tuvimos que dejarlos en los jardines". No se pudo enterrar los cadáveres porque se combatía en el cementerio y no hubo momentos de tregua. "Sin embargo" agrega el médico, "creo que la mayoría de los muertos no llegaron al hospital. Más de un 50% de las víctimas fueron civiles. Mi último paciente fue un bebé de siete meses".

Más de 15 mujeres dieron a luz en los pasillos del hospital durante los tres meses de asedio. Los niños nacieron vivos, aunque algunos partos se hicieron sin agua. Los heridos y los enfermos de Vukovar, junto con el personal médico, son evacuados ahora y han de decidir adónde ir: a Serbia o a Croacia. En la ciudad convivían 24 grupos étnicos, aunque croatas, con el 44% de la población, y serbios, con el 37%, constituían los dos principales grupos de Vukovar.

Hombres de cara pálida, ojos perdidos, pelo sucio y manos negras salen de los sótanos y los refugios. Miles de civiles se juntaron en el Velepromet, un viejo almacén, para ser identificados y luego poder escoger adónde ir. A la pregunta de adónde van, la mayoría responde: "No lo sé. No tengo casa donde quedarme y tampoco sé adónde puedo ir".

Los autobuses llenos de hombres que salieron de la fábrica Borovo están detenidos en el parque. Miradas distintas a través del cristal: odio, temor, indiferencia. Un croata se dirige a un voluntario serbio, a través de Ia ventanilla, y le llama por su apodo. Trabajaban juntos en la fábrica: "Sálvame, por favor. Sabes que no he matado", suplica. "Yo no sé nada. Si no has cometido crímenes, tendrás la oportunidad de probarlo en el interrogatorio; no te puedo ayudar ahora", contesta el serbio.

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Nadie sabe cuántos muertos hubo en Vukovar. Tal vez miles. Muchos fueron enterrados apresuradamente en los parques y en los jardines; otros, abandonados para que alguien los identifique.

Un joven comandante de los chetniks -extremistas serbios- explica que vuelve a Belgrado. "Yo ya hice mi contribución a la guerra", dice. "Sí, es cierto que algunos de mis hombres han matado croatas, pero nunca a civiles. Los aniquilaron después de las matanzas que los croatas hicieron de mujeres y niños". Y añade: "Ahora mis hombres están robando. Yo no puedo impedirlo. Muchos de ellos fueron presos y criminales. ¿Tú crees que una persona normal hubiera venido a luchar aquí?". Vukovar ha sido liberado.

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