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GUERRA EN LOS BALCANES

La hora final de un monstruo

"Aprendí a degollar personas rebanando el cuello a los cerdos", declara en su celda el criminal de guerra Borislav Herak

Ramón Lobo

R. L., Borislav Herak, a sus 22 años, es peor que un criminal de guerra, es un monstruo. Un desecho humano. Ha matado a sangre fría a civiles indefensos, ha degollado con sus manos a prisioneros musulmanes como si fueran carneros y ha violado a casi una decena de muchachitas de 17 años. "Karadzic me ha convertido en lo que soy", balbucea arrepentido en una sala mugrienta de la prisión militar de Sarajevo. "Él me ha destruido por completo como ser humano", añade.

Condenado a muerte el pasado 30 de marzo, aguarda ahora el dictamen del tribunal de apelación. Herak no desea el perdón. Abrumado por su propia conciencia, sólo pide una cosa: ser ejecutado cuanto antes. "No existe un lugar en el mundo para gente como yo", dice con un hilo de voz. Es alto,tremendamente alto, y muy delgado. Posee unas manos blanquecinas y alargadas. No parecen las de un criminal. Tiene la mirada quebradiza y una tez amarillenta, casi enfermiza.

A Herak le transformaron en una bestia en apenas un par de clases. Al parecer, tenía madera. Su carácter pusilánime era el ideal para un buen trabajo. "Aprendimos a degollar personas rebanando el cuello a los cerdos", sostiene sin pestañear. El entrenamiento se realizó en junio de 1992.

En julio, Herak se doctoró cortando la garganta, hasta quebrar la tráquea, a tres indefensos prisioneros musulmanes. Todos en un mismo día. "Ellos no sabían que iban a morir", reconoce hoy sin perder la calma, "pensaban que se trataba de un nuevo interrogatorio". "Tenían los ojos destapados, pero no vi su mirada porque les maté por detrás, cogiéndoles la cabeza con una mano y degollándoles con la otra". Herak habla extremadamente despacio, arrastrando las sílabas, como con desgana.A Borislav Herak se le han echado de repente los años encima. Aparenta 15 más de los 22 que acaba de cumplir. Se mueve encorvado con las manos a la espalda, siempre recogidas. Por eso no lleva esposas. "En la chepa lleva el peso de sus crímenes", dice uno de los guardias de la prisión militar de Sarajevo.

Herak se alistó en junio de 1992 porque era la mejor forma de tener la tripa llena; de comer todos los días. Un mes y medio después participó en el asalto de Ahatovici, cerca de Sarajevo. "Recibimos órdenes de liquidar a todos los habitantes de ese pueblo. Había que limpiar Ahatovici porque iba a ser repoblado con serbios". A la mañana siguiente liquidé sin piedad a gentes desarmadas. La matanza de Ahatovici duró todo el día. En ella participó el antiguo Ejército yugoslavo.

En septiembre acudió, junto a otros chetnicks, a un antiguo restaurante de Vogosca reconvertido en prisión clandestina de mujeres. Herak participó en la violación sistemática de ocho muchachas de 17 y 18 años. "Ellas no decían nada. No chillaban ni lloraban. Habían sido violadas y golpeadas tantas veces que se habían olvidado del dolor". Tras divertirse con ellas durante semanas, todas las mujeres fueron asesinadas. "Les pegaron un tiro e hicieron desaparecer los cuerpos".

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Brazo ejecutor

Herak no sabe a cuánta gente ha asesinado. En el juicio reconoció que a más de 30. Siente asco de sí mismo. Desea ser ejecutado lo antes posible: "Para los musulmanes soy un criminal de guerra, y para los serbios, un traidor que ya ha hablado demasiado". Y acusa a Radovan Karadzic, el líder de los serbios de Bosnia, de haberle utilizado: "Nos convirtió en su brazo ejecutor, pero cuando todo esto acabe, él huirá a algún refugio con todo el dinero que. ha robado, y nosotros, los brazos ejecutores, habremos desaparecido para siempre".

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