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El republicano Quayle suspendió el examen al que le sometió Bentsen

Francisco G. Basterra

La capacidad de Dan Quayle para asumir, en caso necesario, la presidencia de EE UU se mantiene como la gran duda de la campaña tras el debate televisado que enfrentó, en la madrugada de ayer, al candidato republicano a la vicepresidencia con el senador Lloyd Bentsen, el número dos de Dukakis. El debate se convirtió en un examen de tercer grado en el que el maduro Bentsen, de 67 años, un senador con prestigio y una completa hoja de servicios políticos, examinó al inexperto Dan Quayle. Quayle suspendió el examen.

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George Bush tendrá que vivir con este problema, que para Dukakis se convierte en la última posibilidad de igualar una carrera que está claramente perdiendo.Quayle, de 41 años, senador por Indiana, un desconocido a nivel nacional, presentado prácticamente como un idiota, no se autodestruyó en el debate de Omaha, una localidad de la América profunda en el Medio Oeste de Nebraska. Y Bentsen, la imagen de la madurez y la experiencia, no lo pulverizó. Pero el joven senador por Indiana, estuvo nervioso y ofreció una impresión de inconsistencia y falta de peso incompatibles -con un rasero europeo- con un político nacional. Sin embargo, el sueño americano de que aquí todo es posible ha permitido a personajes como Spiro Agnew acceder a la vicepresidencia.

Los primeros sondeos de urgencia inmediatamente después del debate registraron ayer una clara derrota de Quayle. Pero sólo el 33% del electorado piensa que el candidato vicepresidencial importa mucho. Pero este año podría ser diferente, y las encuestas dicen también que Bush derrota claramente a Dukakis, si no se cuentan los números dos; pero el candidato demócrata se aproxima peligrosamente al republicano al introducirse el factor Quayle.

Físico y telegenia

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Existe un 30% de probabilidades de que uno de los dos hombres que debatieron en Omaha tenga que convertirse en presidente en los próximos cuatro años. Este hecho concede especial importancia al debate del miércoles. El senador por Indiana se pasó 90 minutos defendiendo, ante un panel de cuatro agresivos periodistas, sus cualificaciones para ser presidente en caso de incapacidad o muerte del presidente. Recitó un guión bien aprendido, sin persuadir a la ciudadanía de que tiene ideas propias.

Éste utilizó como armas para defenderse su físico y su telegenia -único aspecto de su personalidad no discutido-, y una agresividad de gallito dirigida a atacar constantemente a Dukakis y no a Bentsen. Afirmó de salida que él sabe más y tiene más experiencia en política exterior, en temas militares, economía y corrección del déficit que Dukakis. Pintó al candidato demócrata, como un liberal blando con el crimen, que subirá los impuestos y "visceralmente antimilitar".

Bentsen, un hombre gris al que se le notan sus años y que no da especialmente bien en televisión, apareció como el droguero de la esquina en quien se confia, e insistió en que el debate no era para juzgar a Dukakis, sino para que los norteamericanos juzguen "la madurez de juicio y la amplitud de la experiencia de nosotros dos".

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