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"El futuro de Bosnia es perdonar"

La llegada masiva de refugiados está rompiendo el frágil equilibrio étnico de la otrora tolerante ciudad de Tuzla

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALEl ideal multiétnico de Tuzla, defendido por la mayoría de la población, vive momentos difíciles. El alcalde, Selem Beslagic -el único de una ciudad bosnia importante que no pertenece al partido de Alia Izetbegovic-, ya no es tan popular como hace un año. La llegada masiva de decenas de miles de refugiados procedentes de otras zonas de Bosnia, expulsados a sangre y fuego de sus casas por los serbios, amenaza con alterar todo el equilibrio de poder y enturbiar las relaciones de los recién llegados con los habitantes de Tuzla.

Ana Magajne tiene 58 años y escribe a mano pequeños poemas para niños. Es croata de nacimiento, pero no tiene miedo de vivir en Tuzla. "Croacia es mi país. La identidad bosnia aún no es tan fuerte en mí". Cree que la situación ha cambiado en los últimos meses con la llegada de miles de refugiados, a los que ve "llenos de odio y miedo". Casada con Adolf, de 63 años, tienen dos hijos: Toni y Zdenka. Él vive en Zagreb y ella en Belgrado, pues antes de la guerra se desposó con un ingeniero serbio, hoy en paro. "Si este país se parte, me iré a Croacia, pero no a la Croacia bosnia, sino a la verdadera Croacia, a Zagreb, que es donde está mi hijo". Pero Adolf, nacido en Doboj, de padre esloveno, se siente bosnio y se resiste. ¿Cuál es el futuro? Sonríen y se miran: "El futuro es perdonar", exclama Ana debajo de un crucifijo.

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En casa de Ibrahim Muratbasic, 66 años, el patriarca de una gran familia musulmana, se celebra aún con rakya (aguardiente) el final del Ramadán. Fahira, 59 años, la enérgica mujer de Ibrahim, es una activista local de los derechos de la mujer. Habla, dice, sin odio en el corazón. Niega que Tuzla haya cambiado o que el ideal multiétnico esté en grave peligro de extinción. Assad, 35, uno de sus dos hijos varones, orgulloso de coincidir con el apellido del presidente sirio, recuerda: "Aquí no se han producido matanzas de ningún tipo. En Tuzla tenemos una tradición de tolerancia que no ha cambiado con los refugiados".

No es ésa la opinión de Robyn Zierbert, responsable del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Tuzla. "Los refugiados, que representan un tercio de la población urbana actual de Tuzla, son una fuerza extraordinaria", afirma Robyn sin temor alguno, "y están alterando el equilibrio de poder existente hace un año". "Muchos de ellos, seguramente no podrán volver a sus casas, pues éstas han sido incendiadas u ocupadas por los radicales serbios". Para Zierbert, el problema inmediato son las difíciles relaciones entre refugiados y vecinos de Tuzla.

Algunos refugiados salen a hurgar por los pueblos próximos en pos de una casa vacía, habitada antiguamente por serbios. Pero ése no es el sistema legal para ocuparlas. Para obtener un hogar es necesario apuntarse en una lista municipal. Los méritos, como tener soldados en la familia, mejor muertos que vivos, y las indispensables influencias, son imprescindibles.

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Emin y Fátima, expulsados por los radicales serbios de Bjeljina, son refugiados y tienen casa en Tuzla. La consiguieron por otro procedimiento: cambiándosela a un serbio que deseaba mudarse a territorio controlado por las tropas de Karadzic. "Es algo que admiten las leyes serbias, pero aún no las bosnias", reconoce Emin. "Tras perder nuestra casa en Bjeljina, resulta que ahora podemos perder ésta cualquier día".

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