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Los serbios machacan Gorazde pese a aceptar un alto el fuego controlado por la ONU

Ramón Lobo

Las fuerzas serbias de Bosnia, tras emplear el día en bombardear Gorazde, anunciaron ayer por la tarde que aceptaban el alto el fuego pactado el domingo con la ONU, así como el despliegue de 150 cascos azules en la ribera occidental del Drina, bajo control musulmán, y de 12 observadores militares en la oriental. El anuncio no impresionó a nadie. Los ataques se intensificaron. Cada 20 segundos caía un proyectil. El hospital, preparado sólo para 35 camas, fue alcanzado de nuevo por varias granadas, al igual que los locales de la Cruz Roja. En ambos centros se hacinan cientos de heridos y refugiados.

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"Quedan algunas bolsas de resistencia", asegura un oficial de de las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor), "pero se puede decir que Gorazde está a merced de los agresores".La organización humanitaria Médicos sin Fronteras (MSF), dos miembros de la cual se hallan en Gorazde, ha acusado a los cascos azules de "dejar caer la ciudad al salir clandestinamente en helicóptero durante la noche del domingo al lunes". Siete controladores aéreos de la ONU, encargados de guiar los ataques de la OTAN, fueron evacuados aprovechando la calma nocturna. Quedan en la ciudad cinco observadores militares de la ONU, que no van armados. El general Michael Rose, comandante en jefe de Unprofor en Bosnia, ojeroso, serio y algo deprimido reconoció ayer sus limitaciones: "Estamos aquí para mantener la paz y no para hacer la guerra desde vehículos pintados de blanco".

Los heridos más graves de Gorazde tendrán que esperar, engañar a la muerte un poquito más, antes de poder ser rescatados por los helicópteros de las Naciones Unidas. Éstos, pese a lo prometido el domingo en Pale por el líder serbio Radovan Karadzic, no pudieron aterrizar ayer, como estaba previsto, en el asediado enclave. Los serbios no dieron el permiso. Ahora, como si esto fuera un juego, dicen que están dispuestos a permitir esa operación en los próximos días.

200 heridos graves

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"Hay más de 200 personas que necesitan una urgente evacuación para salvar la vida", aseguró ayer a EL PAÍS, Peter Kessler, jefe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Zagreb. "El problema es que el hospital está en la línea de frente, por eso no podemos actuar sin el consentimiento de los combatientes". Y añade: "Hay que sacar de allí a todos los heridos que podamos, aunque no estén tan graves, pues el hospital se halla desbordado de trabajo".

La Cruz Roja asegura que desde el comienzo del asalto serbio al enclave de Gorazde, el 29 de marzo, han perdido la vida 302 personas y otras 1.075 han resultado heridas. Ayer no llovió en Gorazde, pero el frío de la noche aún es muy intenso. Miles de las personas expulsadas de sus casas en las aldeas próximas por los serbios malviven, aterradas, a la intemperie. Sin un techo bajo el que cobijarse de la pulmonía o de las bombas.

La autoridad civil de Gorazde, el alcalde, trata de organizar las prioridades: ancianos y niños deben ser los primeros en estar en los sótanos de las casas. La comida, que nunca ha sido mucha, empieza a escasear de una una catástrofe humanitaria", advirtió ayer Rose. Sin convoyes y tras perder las tierras de cultivo, la despensa se vacía dramáticamente. Según fuentes de ACNUR, que tienen en Gorazde cuatro personas, en sus almacenes quedan 48 toneladas de harina.

Los carros de combate serbios avanzan ya sin mirar al cielo en busca de aviones enemigos. Disparan impunes contra los civiles indefensos y contra todas las convenciones internacionales. Los observadores militares de Unprofor y los cuatro trabajadores de ACNUR comparten ahora casa. Un antiguo banco. Es el lugar más seguro de Gorazde, dicen. Cuando arrecian los proyectiles, el personal de la ONU se protege en la caja fuerte.

"Ellos [los serbiosl tienen la determinación de hacer lo que están haciendo; Occidente, no. Por eso nos llevan ventaja", dice un analista político del cuartel general de Unprofor. Fuentes diplomáticas europeas reconocen su desazón por el modo en el que se han desarrollado los acontecimientos. "Lo mejor es parar un instante, analizar todo lo que ha sucedido en esta terrible semana y sacar conclusiones", asegura un embajador comunitario. "La retirada debe descartarse".

"Hoy es un día triste para el mundo", sentenció Rose desde la capital Bosnia. Mientras, el enviado especial del secretario general de la ONU, Yasushi Akashi, suspendió las negociaciones con los serbios y regresó ayer a su cuartel general en Zagreb, para analizar la situación.

Factores esenciales

La irritante tragedia de Gorazde exige una respuesta contundente, reclama la opinión pública internacional. Sí, pero ¿cuál? Cualquier escalada militar ha de tener en cuenta algunos factores esenciales.Si la comunidad internacional se implica a fondo en la guerra de Bosnia-Herzegovina como fuerza combatiente debe estar en plena disposición política y económica para desplegar sobre el terreno una fuerza superior a los 300.000 hombres y mujeres, además de los medios adecuados. En este supuesto, las bajas calculadas por el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres superan el 5%.

El único país capaz de encabezar una opción de esta envergadura es Estados Unidos, que es quien debería aportar la mayor parte de la fuerza. Reino Unido y Francia sólo tienen un papel secundario.

Los ataques aéreos, sobre todo en un territorio montañoso como el de la antigua Yugoslavia, no tienen la eficacia demostrada sobre los desiertos del golfo Pérsico. En ese territorio, un obstáculo añadido es la ausencia de un enemigo claro, organizado, bien visible. Es decir, de un Ejército como el de Irak.

En el territorio de Bosnia, además, no hay petróleo. Ni minerales. Mala cosa, sin duda, pues los principios morales dejaron hace mucho de empuñar las armas.

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