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Columna
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Baronesa sorpresa

En El antropólogo inocente, Nigel Barley da cuenta de una práctica habitual entre los dowayo y que podríamos llamar favor preventivo. Uno se marcha a arar sus tierras y cuando vuelve por la tarde se encuentra con que su vecino le ha arreglado el tejado de su choza. El objeto de esta práctica es crear una deuda que se pueda recuperar más adelante así que, aunque uno no haya solicitado el favor, resulta imposible no agradecer el tiempo y esfuerzo invertido por el vecino.

Algo parecido ha hecho Gordon Brown con la candidatura de Tony Blair para presidir el Consejo Europeo. A pesar de no contar con apoyo alguno, la mantuvo hasta el último minuto, para luego obtener una compensación por su flexibilidad al retirarla. De esta manera, algo que de ningún modo estaba decidido de antemano, que el puesto de Alto Representante tenía que ser para Londres, quedó grabado en piedra. Así, por arte de birlibirloque, en lugar de elegir entre una lista amplia de nombres provenientes de todos los Estados miembros, Brown logró que el proceso de nombramiento se redujera a un debate en torno a tres candidatos británicos propuestos por él (entre ellos, la finalmente nombrada, Catherine Ashton). ¡Y sus colegas del Consejo se levantaron tan contentos de la mesa porque todo había ido mucho más rápido de lo esperado! Gol de Londres.

Reino Unido será excéntrico en la construcción europea, pero tenemos mucho que aprender de su diplomacia

Reino Unido será excéntrico en la construcción europea pero, desde luego, tenemos mucho que aprender de su diplomacia. Hete aquí un primer ministro que está 20 puntos por debajo en las encuestas y a punto de salir del Gobierno; que no mirará qué dicen de él los libros de historia para no pegarse un disgusto; que tiene tan mala suerte que es capaz de meter la pata públicamente hasta en las cartas de condolencia a las madres de los soldados muertos en Afganistán; y que nunca se interesó lo más mínimo por la UE (hasta el punto de que ni siquiera se molestaba en ir a los Consejos de Ministros). Pues ha conseguido poner a Reino Unido al frente de la política exterior europea.

Para que Brown pudiera cosechar tal éxito era necesaria la connivencia de Francia y Alemania, en absoluto interesadas en pujar por el puesto o, alternativamente, en abrir un proceso realmente competitivo para buscar un candidato/a. Resulta de verdad singular, pero muy revelador del estado en el que se encuentra la construcción europea, que los grandes prefieran concentrarse en obtener las principales carteras económicas de la Comisión Europea que en dirigir la política exterior de la Unión. Alemania quiere controlar la cartera de Industria, y también optar a presidir al Banco Central Europeo, y Francia prefiere estar cerca de las carteras clave que tienen que ver con las normas de competencia que regulan mercado interior.

Según Kissinger, él nunca pronunció la famosa frase "a quién tengo que llamar para hablar con Europa", pero le parece acertada. La semana pasada, Europa completó la elección de su trío: Van Rompuy en el Consejo, Barroso en la Comisión y Ashton como enlace entre ambos para la política exterior. Pero, hoy por hoy, los números de teléfono de Europa comienzan por +33 (París), +49 (Berlín) y +44 (Londres). El trabajo de Ashton consiste en que comience por +32 (Bruselas). Para ello tendrá a su cargo más de 130 delegaciones de la UE en todo el mundo, más de 6.000 funcionarios especializados en relaciones exteriores y un nada despreciable presupuesto de 8.000 millones de euros. Como Alta Representante de la Unión tendrá a su cargo las capacidades de gestión de crisis, incluyendo los medios civiles y militares, y como vicepresidenta de la Comisión Europea coordinará también las áreas de comercio y desarrollo, donde la Unión Europea sí que es un auténtico actor global. Se trata de un logro destacable para los laboristas británicos, máxime si tenemos en cuenta que se debe precisamente a sus reticencias de que el puesto que Ashton ocupará no se llamará ministro de Exteriores, tal y como estaba originalmente previsto en la fallida Constitución Europea. Lo que ocurrirá cuando lleguen los conservadores al poder en Reino Unido es, ahora, la gran interrogante.

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La Europa del siglo XXI se pone en marcha nueve años después de lo que debiera. Y lo hace con una baronesa laborista que tenía un billete para coger el tren de las ocho hacia Londres pero que tres horas antes recibió una llamada para que lo cancelara. Ahora se quedará cinco años al frente de la política exterior. La baronesa no ha ocultado su sorpresa, lo que le honra, y ha prometido sorprender a quienes se han cebado con su falta de experiencia y su bajo perfil. ¿Sorprenderá la baronesa sorpresa? jitorreblanca@ecfr.eu

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