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Reportaje:

Berlusconi se hace la cirugía

El primer ministro italiano regresa tras un mes de tratamientos a un escenario de crisis

Enric González

Roma vive semanas de gran revuelo político. A Silvio Berlusconi se le cayeron, en menos de un mes, el primer grupo alimentario del país, la ley que consagraba su dominio personal sobre el sector televisivo y la ley que le dotaba de inmunidad frente a los jueces. El presidente del Gobierno permaneció, sin embargo, oculto casi desde Navidad. El hombre que siempre estaba ante las cámaras no salía de su villa de Cerdeña y empezaron a circular rumores sobre una presunta enfermedad grave, acaso un rebrote del cáncer de próstata. Hasta que se supo que Berlusconi estaba ocupándose de otra caída, la de sus ojeras. En plena crisis, el hombre más poderoso de Italia se sometió a una intervención de cirugía estética y a una cura de adelgazamiento.

La respuesta al enigma de la desaparición la dio el miércoles Umberto Scapagnini, médico de Berlusconi y diputado de Forza Italia, al diario turinés La Stampa: "Se ha hecho una pequeña operación cosmética en torno a los ojos, pero no sé más, son asuntos privados", dijo Scapagnini. El portavoz de la Presidencia del Gobierno, Paolo Bonaiuti, se limitó a proferir un escueto "sin comentarios" cuando se le pidió que confirmara el alisamiento de las ojeras. Y Berlusconi, que ayer volvió a su despacho romano para presidir el Consejo de Ministros, siguió sin dejarse ver: por una vez, prescindió de la habitual y amena conferencia de prensa de los viernes.

Los ministros y altos parlamentarios de la mayoría conservadora sí le vieron, pero no quisieron entrar en detalles. Todos dijeron prácticamente lo mismo: que Silvio Berlusconi tenía un aspecto excelente, que estaba de muy buen humor y que ellos no entendían de liftings.

Imagen juvenil

Berlusconi, de 68 años, es un hombre coqueto que trata de mantener una imagen juvenil. A veces, con un celo casi cómico. Los carteles electorales de la campaña de 2001 fueron muy celebrados porque mostraban a un Berlusconi apenas cuarentón y con una cabellera que en realidad perdió antes de dedicarse a la política. La revista Panorama, una de las muchas piezas de su imperio de comunicación, llevó las cosas tan lejos que en una fotografía le pintó cabello sobre la calva.

Otra de las preocupaciones berlusconianas es la estatura. La talla del presidente del Gobierno es casi un secreto de Estado. Él declara 170 centímetros; sus enemigos no le conceden más de 167, y en algunos antiguos documentos figura la cifra de 168. Berlusconi utiliza zapatos especiales con alzas y tacón cubano y hace que le coloquen un peldaño tras el podio, si habla de pie, o un almohadón grueso sobre la silla, si está sentado; cuando puede, ofrece a su interlocutor una sillita baja. La cosa no tendría ninguna importancia si no se la diera el interesado, que una vez presentó a Javier Solana con la siguiente frase: "Pues no es tan alto, es igual que yo". Y en otra ocasión se enzarzó en un largo monólogo sobre la talla media de los italianos con el fin de demostrar que no era bajito, sino normal.

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The New York Times indicó ayer que la tormentosa presidencia europea había dejado secuelas sobre el físico de Silvio Berlusconi y que el lifting y la dieta se habían hecho necesarios para afrontar con buen aspecto la campaña de las elecciones europeas, que se celebrará en junio. La reducción de ojera y barriga podría, sin embargo, no durar hasta entonces. Tras las crisis de Parmalat, de la ley de inmunidad (rechazada por el Tribunal Constitucional) y de la ley de televisiones (rechazada por el presidente de la República), todas ellas en carne viva, empezó a abrirse ayer un nuevo conflicto en torno a la federalización del Estado. El Gobierno anunció que aprobaría este mismo mes las primeras reformas institucionales. La oposición se negó a participar en los debates parlamentarios y opinó que las reformas llevaban a "la desaparición de todo vestigio de unidad nacional".

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, durante el Consejo Europeo de diciembre en Bruselas.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, durante el Consejo Europeo de diciembre en Bruselas.EFE

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