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El 'Berlusconi' tailandés

Thaksin Sinawatra se hizo millonario antes de ser primer ministro

La venta a una empresa de Singapur, el 23 de enero, del 49,6% de la participación que el primer ministro tailandés, Thaksin Sinawatra, y su familia tenían en la compañía de telecomunicaciones Shin Corp marcó el fin del idilio de los tailandese con este hombre que se hizo a sí mismo y escaló todas las cumbres de Tailandia: la mayor fortuna, el político más popular y el único primer ministro capaz de ganar una reelección por goleada.

Thaksin, de 57 años, conocido entre los diplomáticos occidentales como el Berlusconi tailandés porque su imperio económico es también mediático, no supo sin embargo estar a la altura de su posición. Con la aplastante mayoría parlamentaria obtenida en su segundo mandato se bañó en las mieles de un populismo de tinte autoritario y menospreció burdamente a los restos de la oposición, entre la que se encuentra buena parte de la intelectualidad tailandesa. El tiro le salió por la culata. Los 1.500 millones de euros obtenidos por la venta de Shin Corp se volvieron contra de Thaksin como un bumerán. Unos días después, el 4 de febrero, la oposición denunciaba en las calles de Bangkok que el primer ministro y su familia se habían embolsado el dinero sin pagar impuestos y que, mirando sólo el interés de su bolsillo, habían vendido a otro país una empresa estratégica.

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A partir de ese día se sucedieron las sentadas y caceroladas pidiendo su dimisión. Conforme crecía la presión de la calle aumentaba el temor a que terminara en una explosión de violencia. El rey Bumibol, respetado hasta la veneración por los tailandeses, se reunió con el primer ministro y el 24 de febrero, el hombre que había obtenido 19 millones de votos en las elecciones celebradas un año antes, se vio obligado a disolver el Parlamento, donde su partido -fundado por él mismo en 1998- tenía 377 de los 500 escaños.

En un intento de acallar las protestas convocó nuevas elecciones, pero la oposición, que había logrado contener el ciclón de Thaksin, no estaba dispuesta a dejarse inmolar en un juego en el que partía con las cartas marcadas. Los tres principales partidos opositores afirmaron que boicotearían los nuevos comicios.

La crisis política tailandesa creció de día en día, al tiempo que en el sur del país se agravaba la violencia en las tres provincias de mayoría musulmana y fronterizas con Malaisia. El despegue económico alcanzado de la mano de Thaksin, después de la crisis económica desatada por el hundimiento de la moneda que arrastró a buena parte de los mercados asiáticos en 1997, comenzó a debilitarse. En estas circunstancias se celebraron las elecciones el pasado 2 de abril.

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Las volvió a ganar su partido, Thai Rak Thai, pero con tres millones de votos menos. La Comisión Electoral informó de la necesidad de repetirlas en 39 distritos donde el boicoteo de la oposición redujo la participación a menos del 20% del censo.

Este hombre hecho a sí mismo desde un origen humilde, que empezó su vida profesional como policía, se vio de nuevo obligado a decir adiós a la jefatura del Gobierno. Pero la situación era tan caótica que el rey le pidió que permaneciera en el cargo hasta que el próximo mes de octubre se celebraran unas nuevas elecciones.

La semana pasada, la policía tailandesa detuvo a cinco oficiales del Ejército acusados de querer matarlo. Muchos creyeron que Thaksin se había inventado el compló para ganar votos; otros vieron con temor que el descontento militar podía volver a sacar al Ejército de sus cuarteles, como en tiempos que ya parecían olvidados.

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