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La Bolivia de Morales apuesta por el capitalismo de Estado

El presidente priorizará los sectores energético y minero

El proyecto económico con el que el presidente Evo Morales pretende ganar las elecciones de mañana se enmarca más en el capitalismo de Estado que en el socialismo de corte chavista. Detrás del encendido discurso antiimperialista y antioligárquico del cierre de campaña del Movimiento al Socialismo (MAS) en El Alto, cerca de La Paz, el vicepresidente Álvaro García Linera presentó un modelo desarrollista con rasgos ya conocidos en América Latina y también en Bolivia en diferentes periodos del tercer cuarto del siglo XX, sobre todo los años del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en el poder.

La apuesta es arriesgada porque hace a la economía dependiente en un 80% de los recursos de la Pacha Mama (madre tierra) y de que los precios de las materias primas no se desplomen.

García Linera dijo que el Estado tendrá el control del 35% de la economía, fundamentalmente los sectores energético y minero, nacionalizados en la primera etapa de gobierno. En los cinco años que vienen, el Gobierno se propone industrializar el petróleo y el gas, es decir, no sólo exportarlo a granel sino darle un valor añadido. También pretende desarrollar el enorme potencial del litio (mineral para las baterías de coches eléctricos) y crear nuevas empresas públicas en sectores como el de la alimentación.

Con los excedentes de la venta de hidrocarburos se financiarán los planes sociales como hasta ahora. En la economía que quede fuera de los sectores estratégicos, como el textil, la madera y, sobre todo, la descomunal economía informal, el Estado no planea interferir. Linera tampoco habló de más nacionalizaciones ni de grandes expropiaciones de tierras.

"La radiografía de economía boliviana de los últimos cuatro años es buena: crecimiento medio del 4,5% anual, inflación bajo control, tipo de cambio estable, reservas multimillonarias, superávit fiscal y aumento del comercio", explica Gonzalo Chávez, director de la Escuela de Producción y Competitividad de la Universidad Católica de Bolivia. "Sin embargo, si se hace una tomografía, se ven los problemas. La gran apuesta por el sector de hidrocarburos acabó por asfixiar a la incipiente industria que se venía desarrollando. Al mismo tiempo, la fuerte entrada de dinero no ha alentado la actividad productiva, sino el consumo. Bolivia sigue teniendo una de las economías sumergidas más grandes del mundo. De entre las 150.000 a 180.000 personas que entran al mercado laboral cada año, sólo el 30% lo hace en blanco. Esto no ha cambiado", añade Chávez.

La paradoja del nuevo Estado plurinacional es que la empresa pilar del proyecto, la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), no se ha transformado en el motor del cambio. Desde que fue nacionalizada en 2006 han pasado cinco presidentes -cuatro retirados por sospechas de corrupción y el último directamente preso por ese motivo- y, a pesar del superávit fiscal, la inversión de la empresa ha caído significativamente.

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La mayoría de los economistas consultados espera que el Gobierno se centre nuevamente en los hidrocarburos y mantenga la paz social a base de subsidios. Muchos creen que en Bolivia hay un gran riesgo de que el crecimiento no logre estimular la creación de pequeñas y medianas empresas, un tejido crucial para sortear los efectos de la posible caída de los precios de las materias primas.

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