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Bolonia puede encallar en Atenas

María Antonia Sánchez-Vallejo

De todos los daños provocados por esta crisis, una única instancia permanece incólume: la Iglesia ortodoxa, auténtica columna vertebral de la nación. Sólo la pequeña capilla de la Rotonda, en Salónica, ha sido blanco de los sprays de los manifestantes, si bien el daño puede considerarse mínimo en un país que desde hace 15 días ofrece imágenes propias de un estado de guerra. La Iglesia es protagonista del último escándalo de corrupción del Gobierno Karamanlis, el canje fraudulento de terrenos del monasterio de Vatopedi, en el monte Atos. Dos altos funcionarios han dimitido, pero la mancha en el expediente del Gobierno -no de la Iglesia- es indeleble.

Mientras, los estudiantes griegos adquieren categoría de héroes para sus compañeros europeos, lo que supone un claro aviso para navegantes sobre el riesgo de contagio. En los foros anti-Bolonia corre la especie de que los griegos, con sus protestas, "han parado [la aplicación del proceso de] Bolonia". Técnicamente no es así, pero sí puede decirse que el proceso se encuentra ralentizado, pendiente de la aprobación de una reforma legislativa -incluido un artículo de la Constitución sobre la titularidad de la Universidad- a la que se oponen estudiantes y profesores. Si Bolonia encalla en Grecia, el poblado panteón griego tendrá que dejar hueco a la juventud, elevada a la categoría de mito.

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