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Brasil, a favor de un negro o una mujer en la presidencia

Un sondeo revela el rechazo frontal a un mandatario ateo

Un sondeo realizado en todo el territorio brasileño por la empresa CNT/Sensus a petición del semanal Veja ha desvelado ante la opinión pública varias sorpresas navideñas. La primera es que, según sus datos, el 84% de los brasileños votaría hoy por un presidente negro. La revelación es importante, porque aporta información decisiva sobre una polémica reciente: la de saber si Brasil es o no racista, y si este supuesto racismo es de carácter social o más profundo. Dada la seriedad del sondeo, queda claro que la inmnesa mayoría de los brasileños no discrimina a las personas por la diversidad del color de la piel.

Otra sorpresa que se desprende de la encuesta es que el 57% daría el voto a una mujer, lo que también rebate las acusaciones de machismo lanzadas contra la sociedad brasileña.

Brasil nunca ha tenido una mujer presidenta, pero podría tenerla pronto, siguiendo los ejemplos de sus vecinos continentales Chile y Argentina. El actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, ya ha dado a entender públicamente que una posible aspirante a sucederle en la candidatura a la presidencia y que contaría con su apoyo es la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff, ex guerrillera torturada durante la dictadura militar.

La apertura de la sociedad, sin embargo, no llega a los homosexuales, a quienes sólo votaría el 32%. Pero peor parados que ellos salen los ateos, y ésta es la tercera gran sorpresa del sondeo: seis de cada 10 brasileños jamás, bajo ninguna circunstancia, elegirían a un presidente ateo; es decir, sólo obtendría los votos de un 13%. Como advierte el estudio hecho por Sensus, en Brasil el temor a Dios es casi un "imperativo social".

Creencias espiritistas

Una de las ciudades que acogen a un mayor número de ateos es Salvador de Bahía, lo que supone otra sorpresa, ya que se trata de una ciudad dominada por la religiosidad africana del candomblé, estrechamente mezclada con las creencias cristianas y espiritistas.

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Nadie hubiese podido imaginar que en Salvador existiese un solo ateo y, sin embargo, un 18% de su población se declara atea. Le sigue Río de Janeiro, con un 13%. La región amazónica, con un 5%, es una de las menos ateas del país, junto con la rica São Paulo, con un 7%.

Los católicos continúan siendo la gran mayoría, un 74% de la población, lo que equivale a unos 130 millones de ciudadanos. Sin embargo, la Iglesia católica pierde un millón de fieles cada año (en los 40, un 95% de la población era católica), que se pasan a las filas de las iglesias protestantes. Los evangélicos pasaron de un 2,6% en 1940 a un 20% en la actualidad, con poder incluso dentro del Congreso, en el que tienen casi 50 diputados, la mayoría de ellos obispos de sus respectivas iglesias. Que, además, son más ricas que la católica, ya que sus fieles están obligados a dar a su confesión religiosa el 10% de sus ingresos mensuales.

En cuanto a los ateos, aumenta su número, aunque sólo son una pequeña minoría. En 1940 suponían el 0,2% de la población y hoy son 7,3%. De ahí que los políticos —todos, desde el presidente Lula hasta el último concejal de aldea— suelan ofrecer desmostraciones públicas de su religiosidad. Algunos diputados han inundado literalmente sus despachos con figuras de santos, acuden a todas las procesiones populares, comulgan en público y citan a Dios cada diez minutos en sus discursos.

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