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La capital de Afganistán sigue aislada del mundo exterior

Agencias
Islamabad, Washington y Teherán -

Kabul, la capital afgana, seguía tomada ayer, 48 horas después del golpe de Estado que derrocó al presidente Amin, por soldados soviéticos que custodiaban los principales edificios de la ciudad y las carreteras de acceso. El embajador soviético en Oslo manifestó ayer al primer ministro noruego, Odvar Nordli, que las tropas soviéticas en Afganistán serán retiradas, pero no precisó cuándo.

La ciudad, desierta por segundo día consecutivo, sigue aislada del exterior al estar cortadas las comunicaciones por teléfono o télex con el extrajero y cerrado el aeropuerto al tráfico aéreo civil. Sólo algunas embajadas occidentales mantienen contactos con el exterior a través de sus propias radios. Aunque el nuevo presidente, Babrak Karmal, ha iniciado la prometida liberación de algunos presos políticos, la guerrilla musulmana no redujo ayer sus actividades: fue volada parcialmente la central eléctrica de Jalaabad, y Kabul y su periferia se quedaron sin luz.

Según un despacho de la agencia soviética Tass, fechado en Kabul, numerosos ciudadanos afganos militares y civiles, representantes de trabajadores y campesinos, e incluso religiosos «de tenidos injustamente y condena dos por orden de Amin» han sido excarcelados. Sin embargo, entre los primeros nombres de presos liberados sólo figuran miembros del partido Parcham, al que pertenece el nuevo jefe de Estado. Entre ellos destacan tres antiguos ministros del depuesto presidente Taraki y su propia viuda.

Radio Kabul reiteró ayer la intención del nuevo régimen de juzgar a los partidarios de Amin que «tendrán que responder de sus crímenes ante la justicia y el sharia (ley coránica)». La alusión a la ley coránica es interpretada como un gesto de conciliación de cara a los rebeldes musulmanes.

Soldados soviéticos patrullan a pie o en vehículos blindados por las principales arterias de la ciudad, al tiempo que aviones caza-bombarderos Mig-21 la sobrevolaban. Diplomáticos occidentales informaron ayer que los enfrentamientos armados del jueves, produjeron un «gran número de muertos». Por lo menos, dos carros de combate quedaron también destruidos.

"Como Vietnam", según Jomeini

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Tras la enérgica condena del presidente Carter, en la noche del viernes, el secretario general de la ONU, Waldheirn, ha expresado su preocupación ante la «sería situación» en Afganistán e hizo un llamamiento a todas las partes implicadas para que respeten «los derechos del pueblo para elegir su propio destino, de acuerdo con los principios de la carta de la ONU». La alusión a la URSS y a su intervención en Afganistán fue lo suficientemente explícita, y la declaración de Waldheim se produjo momentos después de finalizada su entrevista con Cyrus Vance, quien había revelado que trató de la situación en Afganistán en su encuentro con el secretario general.

El Ministerio de Asuntos Exteriores iraní condenó el viernes por la noche la intervención militar soviética en Afganistán, en una nota oficial enviada a los dirigentes de la URSS.

Posteriormente, el ayatollah Jomeini, máxima autoridad religiosa iraní, hizo un llamamiento en favor de la unidad de todos los musulmanes contra la alianza de «los dos imperialismos», norteamericano y soviético.

La comunicación causó sorpresa en medios diplomáticos de Teherán, informa Carlos María Gutiérrez, ya que, en caso de aprobarse las sanciones económicas contra Irán que pide Washington, la única vía para anularlas es su veto por la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad.

La nota verbal compara la presencia militar soviética en Afganistán con la intervención norteamericana en Vietnam y dice que se trata de «una grosera e injustificada agresión contra un país débil».

Agrega que, por ser Afganistán, un país musulmán y vecino, la intervención soviética «no sólo es un acto hostil contra el pueblo de ese país, sino también contra los musulmanes del mundo entero».

Reacción

Además de Irán y EEUU, tres países europeos, Gran Bretaña, Alemania Federal y Francia, y dos países asiáticos, Japón y China, condenaron ayer o el jueves la participación soviética en el golpe de Estado afgano.

Las autoridades de Pekín se abstuvieron, sin embargo, de hacer ninguna declaración oficial, encomendando a la agencia de prensa Nueva China la denuncia del «expansionismo soviético» y lanzando una clara advertencia sobre una posible agravación de la situación en Afganistán y en toda la zona. Fuentes oficiosas de Pekín manifestaron que, una vez más, se veía confirmada la teoría del acorralamiento de China por la URSS. Rumores sin confirmar aseguraban, por otra parte, que Pekín había enviado refuerzos armados a su frontera con Afganistán, que alcanza un centenar de kilómetros de largo.

También el Gobierno de Arabía Saudí ha condenado la intervención militar soviética y la ha calificado de «injerencia en los asuntos internos» y «contraria a las leyes y acuerdos internacionales».

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