_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Capitalismo de cruzada

El sábado pasado señalé la aparición en Europa -sobre todo España, Francia, Italia- de comportamientos propios de lo que ha comenzado a llamarse ya fundamentalismo capitalista, directamente importado de EE UU y de sus neocons, del que parece muy próximo el presidente Sarkozy. Resultado de la fusión del integrismo religioso, que caracteriza hoy la doctrina y las practicas de la mayoría de las iglesias, en particular y por lo que nos concierne de la católica, con las formulaciones más elaboradas de la ideología de la empresa y de su función en el mundo.

Ian Davis, gurú del management empresarial, apoyándose en el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (CSR, en inglés) base de la nueva filosofía de los negocios, afirma que el cometido de las grandes empresas, de modo especial las multinacionales, no puede limitarse a producir beneficios y a enriquecer a sus accionistas, sino que tienen que asumir las consecuencias de su compromiso básico con la sociedad. Compromiso derivado de su condición de beneficiarios principales de la comunidad en la que intervienen, lo que nos obliga a completar el paradigma weberiano de la relación entre religión y economía, según el cual el éxito económico es consecuencia a la par que prueba de la predilección divina, para agregarle una voluntad política, un racionalismo mercantil y una fe en la creación de riqueza que son los que aseguran la obtención de beneficios y su capitalización.

Los líderes políticos acceden sin méritos a las posiciones cimeras del protagonismo económico

Razón por la cual hay que situarlos en el centro de esta nueva formación social, que es quizá la ultima versión de la religión civil americana que nos presentó en los año 70 Robert Belloch ( Beyond Belief. Essays on Religion in a Post-Traditional Society, Harper & Row), en la que funcionan como desencadenantes y argamasa de una fusión entre política, religión y negocio.

Dicha fusión los hace pronto indistinguibles en su funcionamiento conjunto y se traduce en la plena intercambiabilidad de las posiciones y funciones de sus actores mayores. De aquí que sea no solo legitimo sino inevitable que los grandes empresarios sean también los grandes protagonistas de la política, de igual manera que los líderes políticos acceden sin otras pruebas ni méritos a las posiciones cimeras del principal protagonismo económico. Y así hoy Schröder decide en el gigante ruso de la energía Gazprom; Aznar es consejero privilegiado con mando en plaza en el imperio Murdoch; Blair, que se ha revelado de una insaciable capacidad en el acaparamiento de posiciones de poder, es enviado especial para el Oriente Próximo de las cuatro grandes potencias mundiales, a la par que desempeña funciones dominantes, con honorarios millonarios, en el grupo bancario J. P. Morgan; Rato, que ha dejado el FMI para especializarse tal vez por determinaciones familiares en cúspides bancarias, se ha incorporado ya a las del Santander y Grupo Lazard; y, finalmente, en itinerario inverso, Manuel Pizarro, después de su impresionante y vertiginoso autoenriquecimiento en la empresa privada, se ha incorporado al PP y milita como gran adelantado en la falange de cruzados del capital que forman todos ellos.

Frente al frenesí del siempre más y a la voracidad de dinero y poder que les devora y que Sarkozy representa de forma máxima, la Política de Civilización de Edgar Morin, que el presidente francés invoca con obsceno cinismo, es su antónimo paradigmático. Sus principios y propuestas han sido objeto de una larga elaboración que se formula por primera vez en su Introducción a una política del Hombre (Seuil 1965), se desarrolla en Tierra-Patria (Seuil, 1993) y toma forma definitiva en el libro que le lleva por titulo (Arlea, 1997) y del que acaba de reeditarse, en una publicación separada, el primer capítulo (Arlea, 2008).

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Donde los cruzados y Sarkozy dicen más y más, Morin retrueca menos y mejor; frente a la cantidad de los primeros, Morin reclama calidad; en lugar de pedir más bien-estar, que con frecuencia acaba en mal-estar, Morin contrapropone bien -vivir como el más seguro compañero de la felicidad. El pensador de la complejidad nos recuerda que en la realidad contemporánea los componentes del bien y del mal se interpenetran y forman una trama interrelacionada en bucle, en la que cada uno de ellos es causa y efecto, productor y producto y en el que la fuerza revolucionaria está ya en la potencia autotransformadora de las sociedades que queríamos cambiar, en forma de contracorrientes y contratendencias.

Opuesto a la hipertecnificación que descalifica a la mayoría y que nos atomiza y separa a todos, propone la creación de nuevos ecoempleos y de trabajos solidarios, de prácticas conviviales que se opongan a la exclusión y a la soledad. La Política de Civilización es una convocatoria general a la resistencia. Desde la alimentación industrializada y la hipermedicalización hasta la destrucción del medio natural, la degradación de ciudades y barrios, y la cretinización mediática. Frente al inventario de gadgets para dopar el crecimiento que Attali acaba de proponerle a Sarkozy, nuestro pensador convoca a la restauración ética de la esperanza.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_