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Columna
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Chávez: la cuenta atrás

Ha comenzado la segunda y decisiva mitad de las sucesivas presidencias de Hugo Chávez, líder bolivariano de América Latina, y primer gobernante que se declara socialista en Venezuela. Una fase que debía llegar a su fin, según dijo el interesado, en 2021 -bicentenario de la batalla de Carabobo, por la que Caracas se liberó de la dominación española-, pero que ha alargado a 2030, cuando haya cumplido 76 años.

Y para construir lo que llama socialismo del siglo XXI, el presidente, que ha sido democráticamente elegido tres veces -la última el pasado 3 de diciembre-, está cambiando peones. Sólo los de su íntima hechura merecen ciertos puestos. Y los primeros en hacer hueco han sido el vicepresidente José Vicente Rangel, venerable intelectual de 77 años que no pedía permiso para ir al baño, al que releva Jorge Rodríguez que, como presidente de la Comisión Nacional Electoral, manejó el calendario para facilitar la victoria de Chávez en el referéndum de 2004, cuando ya 20.000 médicos y auxiliares cubanos allegaban los votos agradecidos de quienes en su vida habían visto a un facultativo que no cobrara; y Jesse Chacón, ministro del Interior, que no se ha lucido en el apartado prisiones, donde 2005 habrá batido posiblemente la media de 400 reclusos muertos violentamente al año; le sucede Pedro Carreño, alumno de Chávez en la Academia Militar en 1985, y su asistente personal en 1987. El tercer relevo, o quizá el primero, lleva al primogénito de los siete hermanos Chávez, Adán, a Educación, el ministerio desde el que hay que fabricar chavistas, como la escuela pública de la Francia del XIX fabricaba franceses. El presidente siempre ha reconocido la influencia que su hermano ha ejercido en su carrera; Adán, profesor de física, fue miembro del Partido Revolucionario Venezolano, comunista, con el guerrillero Douglas Bravo, zar de la reforma agraria, embajador en Cuba, y, de últimas, secretario privado del presidente.

Chávez, en su presente etapa de gobernante total (ver el excelente Chávez sin uniforme de Cristina Marcano y Alberto Barrera) ya había dado una pista. Ante dignatarios extranjeros, militares y público asistente, propinó hace unas semanas una bronca de mucho cuidado a Rangel y Chacón, porque en un acto protocolario la banda había tocado el himno de un país latinoamericano cuando los interesados ya habían abandonado el escenario.

Con el mismo fin, el mandatario había decidido concentrar en un solo partido -único se le llama, equivocadamente, como si anulara a todos los demás- las diversas agrupaciones que lo apoyan. Hace sólo unos meses el Caracas político opinaba, al contrario, que el líder prefería tener a los suyos divididos tribalmente, para aplicar la máxima del divide ut regna; pero, tras su gran victoria electoral, toca todo lo contrario. E igualmente, Chávez tampoco contempla ya la celebración de un referéndum en 2010 para agenciarse la reelección indefinida, quizá, porque ya que tiene una cámara monocolor -la oposición cometió la barbarie de boicotear las últimas legislativas- con una reforma constitucional por vía parlamentaria es suficiente.

Aviado el escenario y con el país rebautizado de República Socialista Bolivariana de Venezuela, queda preguntarse qué es eso del socialismo del siglo XXI. Mejor que hable él mismo: "La teoría nace de la praxis, (...) que está todavía por inventarse, el tiempo y las palabras se nutren, dialogan". O sea que el movimiento se demuestra andando, o hablando; porque Chávez lo que mejor hace es gobernar por la palabra, conjurando o difuminando realidades por el solo hecho de nombrarlas. Así, socialismo es todo aquello que Chávez diga que es socialismo.

Pero en el subsuelo de las declaraciones del presidente, a pie de calle, leamos en un diario venezolano, oficialista, el anuncio de un próximo Congreso Internacional de Comunicación hacia el socialismo, en el que las áreas de debate son: 1. Socialización de la Comunicación Masiva. 2. Apropiación y Control Popular de los Medios de Producción Comunicacional. 3. Integración de los Pueblos a través de los Medios de Comunicación. 4. Liberación del Lenguaje y Participación de los Trabajadores en los Modos de Producción Comunicacional. Y 5. Democratización del Espectro Radioeléctrico. Todo un programa, pero, seguramente, no uno que favorezca el pluralismo informativo.

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