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Columna
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China necesita a Europa

Francisco G. Basterra

A solo tres horas de avión del corazón de Europa, amenazada existencialmente por la crisis de la deuda y la última tormenta desatada sobre su sistema bancario, Sarkozy y Cameron disfrutaron el jueves en Trípoli y Bengasi de los 15 minutos de gloria que Andy Warhol decretó posibles para todo ser humano en algún momento de su existencia. Líderes de dos exgrandes potencias fueron recibidos como libertadores del pueblo libio. Por unas horas, el presidente francés debió sentirse el general De Gaulle recorriendo los Campos Elíseos tras la liberación de París. La grandeur de la que no puede disfrutar en Francia agobiado por el desplome de sus grandes bancos. Cogido de su brazo, el primer ministro británico pudo creerse Churchill, olvidando unas horas el malestar social en Reino Unido, sometido a una cura de caballo fiscal. Ni Cameron ni Sarkozy hubieran podido darse este baño de masas sin los misiles de Estados Unidos y sin el paraguas de la OTAN, sin los cuales no hubiera sido posible el cambio de régimen. Sus ejércitos, aun siendo los mayores de Europa, no están para guerras urbi et orbi, tampoco sus haciendas. La canciller Merkel, que patinó en Libia optando por el aislamiento de Alemania, probablemente viera con melancolía las imágenes triunfantes de sus colegas en los telediarios mientras se debate ante la decisión más importante de su vida política. Salvar la idea misma de la UE sin romper el euro, sin mancomunar las deudas de los 17 de la eurozona, sin que Grecia abandone la moneda única y sin que los alemanes se rebelen. Será difícil lograrlo sin aceptar los eurobonos, dar el salto a la unión política y la integración fiscal, reabriendo el melón de los tratados y enmendando incluso la propia constitución alemana.

Pekín busca sumar a Europa en un G-3 que compense a la todavía superpotencia dominante

Cuando hemos entrado en una zona muy peligrosa de la crisis, 44 millones de parados en los países de la OCDE, con la secuela de una generación perdida, los líderes europeos continúan poniendo con mimo tiritas. La gobernanza global viene de los principales bancos centrales que enchufan liquidez en dólares a la banca europea hasta Navidades. Un alivio, pero que no resolverá por sí mismo el problema de fondo que es político. Europa, en conjunto, tiene bastante dinero para resolverlo. EE UU, alarmado, advierte de un posible contagio europeo a su economía. Al tiempo oculta que su situación de deuda es peor que la de Europa. Su economía se estanca, la clase media se desmorona, la pobreza aumenta y aflige a 46 millones de estadounidenses, el 15% de la población. Obama, el presidente "bella durmiente", como le llama Maureen Dowd en The New York Times, repliega al país tras sus fronteras para reconstruirlo, tras los déficits provocados por las guerras de Afganistán e Irak. Conflictos bélicos que han debilitado la economía y el poder blando de EE UU. Una década perdida, acumulando desequilibrios, aumentando la desesperanza de las generaciones futuras y distraída por la guerra contra el terrorismo, en beneficio de China, como ha explicado en estas páginas Timothy Garton Ash. Se cumple así el pronóstico realizado por Paul Kennedy, profesor de Historia en Yale, ya en 1988, en su libro Auge y caída de las grandes potencias (DeBolsillo). "Los dirigentes en Washington deben afrontar la incómoda y duradera realidad de que la suma total de los intereses globales y obligaciones de EE UU es hoy en día mucho más amplia que el poder del país para defenderlas simultáneamente". Algo que ya le había ocurrido anteriormente a los imperios español o británico. "Simplemente, ninguna sociedad ha podido permanecer permanentemente por delante del resto".

Europa, al borde del precipicio sin dirección política; EE UU, limitado a advertir del riesgo del contagio occidental, y China, ya no el peligro amarillo, sino el caballero blanco que ofrece salvación. El tablero volteado y el mundo al revés. El G-2, el condominio Washington-Pekín, no funciona. El G-20 tampoco. Un G-cero aumentaría el caos. China no está aún dispuesta a asumir responsabilidades globales, antes debe despejar sus desequilibrios internos. Lo que le sobra es tiempo. Pekín necesita sumar a Europa en un G-3 que compense a la todavía superpotencia dominante. China ha triplicado su compromiso financiero con Europa desde 2008, exporta más a nuestro continente que a EE UU, necesita la tecnología europea y un euro fuerte contrapeso al dólar como moneda dominante. China anuncia que sus fondos soberanos acudirán al rescate de las deudas europeas. Con un precio: el reconocimiento por Europa de la segunda economía mundial como economía de mercado, lo que reduciría barreras comerciales y facilitaría su inversión directa en el Viejo Continente. Las dictaduras cayendo en Oriente Próximo, las democracias fallando y el capitalismo de Estado chino al rescate. Los papeles cambiados.

fgbasterra@gmail.com

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