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Análisis:Los desafíos de México
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ciudad sitiada

Vivo en una ciudad sitiada. En la panadería, la frutería y la carnicería, jóvenes soldados muestran fusiles Barret calibre 50. Son bajitos. Deben ser del sur, del territorio del subcomandante Marcos. Le pregunto al menos duro si han atrapado a alguien. Responde que no, que generalmente jamás detienen a nadie. El presidente ha declarado la guerra al narco y ha tomado tres ciudades: Juárez, Tijuana y Culiacán. Vivo en la última. Hemos padecido terribles balaceras donde también han disparado bazucas, AK-47 y lanzado granadas de fragmentación. No pudimos celebrar el día de las madres como nos gusta. Tampoco comprar regalos ni llevarlas a cenar. Salvo la mía, que es de los tiempos de José Alfredo que sostenía que la vida no valía nada, nadie quiso salir. Mi madre sí. Conversó con los soldados de los retenes, los compadeció por estar tan lejos de sus madres en día tan señalado y los invitó a su casa por si querían llamar por teléfono o ir al baño. Mamá, estamos en guerra, le aclaré, sé prudente. ¿Contra quién? Contra la delincuencia organizada. ¿Vamos ganando? Más o menos, se habla de 2.000 bajas. ¿Quién es el comandante en jefe? El presidente. ¿Ése? Pero si se robó las elecciones, ¿cómo puede hacer eso? No ha hecho nada que valga la pena. Mamá, tranquila, el médico te recomendó no alterarte, no olvides que padeces demencia senil. Demente senil tu abuela, que en paz descanse: por un momento pensé que le habíamos declarado la guerra a los gringos, imagina el regalo de días de las madres.

El presidente ha declarado la guerra a los 'capos' y ha tomado tres ciudades
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Las guerras son para que mueran inocentes. Efectivos menores de 20 años, pertenecientes a ambos bandos, censados entre los 50 millones de pobres del país, intentan salir con vida, pero están marcados. Parecen no tener opción. No hay universidad para ellos, y los pocos que asisten pocas veces encuentran empleo.

Por su parte, las bandas se acomodan, toman una ciudad por unas horas, organizan su jaleo y se van. Seis u ocho muertos, seis o siete heridos. No sabemos a cuál apoyar, los malandrines son los que invierten y sus enemigos los que administran. Sospechamos de acuerdos difíciles de romper. Los expertos creen que mientras no se ataque el lavado de dinero y la corrupción en las altas esferas del poder, será inútil tanto derramamiento de sangre. A no ser por los ruidosos homenajes que el presidente hace a los caídos.

Los gringos aplauden. Mientras sean el mercado más demandante del mundo pueden seguir aplaudiendo. La droga les llegará y mucha pasará por acá. Por las ciudades tomadas, donde la vida sigue y el rojo es el de los atardeceres.

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Élmer Mendoza. III premio Tusquets de novela 2007. Miembro de El Colegio de Sinaloa.

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