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El futuro de la UE

Color de optimismo en Pristina, negros presagios en Belgrado

Serbia desentierra el discurso nacionalista de 1990

Ramón Lobo

Si Serbia es un país en blanco y negro, Kosovo tiene color y esperanza, aunque casi nada funciona a pesar de los ocho años de gobierno de Naciones Unidas. Los insufribles y constantes cortes de agua y electricidad ponen a prueba ilusiones y paciencias, sobre todo en los tres últimos días con temperaturas bajo cero. Intuyen sus irritados ciudadanos que pese a las dificultades están a punto de iniciar un camino arriesgado, peligroso tal vez, que les conducirá a medio plazo a una cierta normalidad, es decir, a Europa: un lugar donde la policía secreta no llama a la puerta para expulsarte pistola en mano de tu casa o quemarte dentro de ella.

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En Serbia, en cambio, la población vive neurotizada en el irrespirable ambiente que en los últimos meses ha desenterrado el peor discurso etnicista de las guerras de Croacia y Bosnia Herzegovina en los 90. Es el hartazgo sin utopía. La convicción de viajar en dirección contraria desde hace demasiados años. "Cambiaría la electricidad y el agua por vivir en un país normal que sabe adónde va", afirma Jasmina desde Belgrado. Para Alvin Kurti, líder estudiantil kosovar opuesto al proceso de una independencia tutelada [exige la autodeterminación], el problema es de fondo: "La OTAN venció militarmente a Milosevic, pero no lo ha derrotado políticamente".

Finalizada el 10 de diciembre la ficción de los cuatro meses de negociaciones entre serbios y kosovares -que fue más un plazo para que la UE lograra el consenso interno-, la independencia de Kosovo sin el acuerdo de Belgrado y Moscú es inevitable. El objetivo de la llamada comunidad internacional es retrasar la proclamación de la independencia kosovar hasta febrero, después de las elecciones presidenciales de Serbia, cuyas fechas más probables son el 20 de enero (primera vuelta) y 3 de febrero (segunda), para facilitar, así lo creen en la UE, la victoria del europeísta Borís Tadic.

"Lo mejor para Serbia y Kosovo es que gane Tomislav Nikolic [del ultranacionalista Partido Radical Serbio], asegura Lulzim Peci, director del Instituto Kosovar para la Investigación y Desarrollo Político. "Si Serbia pierde Kosovo con Tadic en la presidencia habremos quemado los puentes de entendimiento entre los demócratas de ambos lados durante muchos años. Si lo pierde Nikolic habrá graves riesgos durante dos años, pero se acabará de una vez la ficción de ese partido antihistórico y Serbia tendrá su catarsis. Esa catarsis es la garantía de futuro para Kosovo, que necesitará de buenos vecinos", añade Peci.

Las calles de Pristina son un concierto desafinado de bocinas de automóviles atrapados en el caos circulatorio. Sin electricidad no hay semáforos, ni bancos, ni calefacción. Ni Internet. Sin electricidad parece el siglo equivocado donde sólo se escucha el run run de los generadores. Nadie habla de la independencia porque están cansados de promesas y fechas, pero saben que esta vez va en serio. El ganador de las elecciones de noviembre, Hasmin Thaçi, ex jefe de la guerrilla del UÇK y actual líder del Partido Democrático de Kosovo, se dispone a formar un gobierno de gran coalición que podría estar cerrado en pocos días. Será el primero del nuevo Kosovo.

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Mientras unos y otros tratan de escribir la letra pequeña de la historia que está por venir, los obreros ultiman la peatonalización del bulevar Madre Teresa, que une el vetusto Gran Hotel Pristina -una reliquia de la fealdad arquitectónica del comunismo yugoslavo- con el edificio de la presidencia. Es el espacio natural donde decenas de miles de personas celebrarán la independencia. El único problema es que el Día D aún no tiene fecha ni luz para las bombillas.

Refugiados serbios en la ciudad de Kosovo Polje.
Refugiados serbios en la ciudad de Kosovo Polje.REUTERS

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