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Cuba comienza a admitir exiliados que han cometido delitos en EE UU

Hasta 50.000 "no admisibles" llevan años a la espera de un acuerdo con la isla

La llegada de Barack Obama tiene doblemente expectantes a los cubanos del exilio. Sus razones exceden con mucho a la crisis económica. El nuevo presidente anunció en su campaña electoral que cambiaría la política de Estados Unidos respecto a la isla y cualquier variación del rumbo después de los últimos ocho años de endurecimiento con George W. Bush puede suponer casi un terremoto. No sólo entre los dos países, sino directamente por las previsibles reacciones populares.

Los Gobiernos siempre han movido sus hilos con sigilo más allá de los desencuentros oficiales y sabidos. Ahora sucede lo mismo y con un salto cualitativo importante: Obama prometió que terminaría con las restricciones de los viajes y el envío de remesas a la isla y afirmó que estaba dispuesto a dialogar.

Sin embargo, no dijo que iban a empezar las deportaciones de cubanos "no admisibles" en Estados Unidos por haber cometido graves delitos, algo impensable hasta ahora dada la confrontación latente y la negativa de Cuba a admitirlos. Sólo era habitual la devolución de los balseros detenidos sin tocar tierra estadounidense, según los acuerdos migratorios de 1994 y 1995.

Lo nuevo no es ya que cubanos sean deportados, como sucede diariamente con ciudadanos de otros países, sino que los acepte la isla. Se barajan al menos una veintena de casos; se han confirmado cuatro, pero sólo ha salido a la luz pública uno, denunciado por su hija, el de Federico Colomer.

Una puerta se entreabre cuando ha vuelto al primer plano el caso de los cinco espías cubanos condenados en 2001. Se repiten las demandas de Cuba para su liberación, mientras la defensa, que el viernes pidió a la Corte Suprema estadounidense la anulación de sus sentencias, no descarta un canje de prisioneros. Tal vez sean mensajes cruzados.

Relaciones (no tan) rotas

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En Florida hay, al menos, un millón de cubanos. En todo Estados Unidos, millón y medio. Pero no todos gozan de la situación privilegiada que les da la Ley de Ajuste, que les permite, sólo por poner los pies en suelo estadounidense, acceder a la residencia legal al cabo de un año. Se barajan cifras de que hasta 40.000 o 50.000 de ellos han estropeado su privilegio y cualquier otro atisbo del sueño americano. Han delinquido y son deportables del país. Pero como lograron tocar suelo estadounidense y no hay sobre ellos acuerdo oficial de deportación, cuando terminan sus condenas sólo pasan a estar en libertad bajo supervisión con la única obligación de presentarse cada mes ante las autoridades de inmigración a la espera de cambios. Y éstos parecen haber llegado.

Oficiales del Centro de Inmigración de Krome, donde deben fichar los cubanos deportables de Miami, han dicho que Estados Unidos envía regularmente al azar a Cuba nombres de cubanos deportables intentando que los acepten. El pasado 8 de enero lograron que recibieran a cuatro. También señalaron que a principio de 2008 hubo varios casos más. No son sólo ya de Mariel, el puerto al este de La Habana por el que salieron en 1980 unos 125.000 cubanos tras la invasión de la Embajada de Perú en la capital. Fidel Castro abrió entonces la mano y las cárceles. Muchos delincuentes se metieron entre los exiliados decentes y convirtieron a Miami en otra ciudad.

A mediados de la década de los ochenta, la Administración de Ronald Reagan consiguió que Cuba aceptara a 2.746 marielitos detenidos, que incluso se amotinaron en cárceles de Atlanta y Oakdale (Louisiana). En 2005, la Corte Suprema de Estados Unidos falló a favor de la libertad de otros 700 que aún permanecían en la cárcel.

Dentro de las difíciles, complejas y hasta esquizofrénicas, como algunos las ha llamado, relaciones entre Estados Unidos y Cuba, las deportaciones actuales parecen demostrar que no están tan rotas las negociaciones entre ambos países. Días después de enterarse de los casos del 8 de enero, las colas en el centro de Krome se han reducido ostensiblemente. Por si la cita mensual se convierte en la última. Los tiempos están cambiando.

Un barco guardacostas de EE UU transporta a un grupo de balseros cubanos para entregarlos a las autoridades de Inmigración en Miami
Un barco guardacostas de EE UU transporta a un grupo de balseros cubanos para entregarlos a las autoridades de Inmigración en MiamiREUTERS

Crónica de una expulsión no anunciada

Federico Freddy Colomer, de 67 años, llegó de Cuba en los años sesenta y fue de los muchos que se acabaron implicando en el tráfico de drogas, vía fácil al dinero para quienes buscaban el sueño americano. Ellos terminaron popularizando Miami Vice, teleserie ejemplo de toda una época de corrupción floridana. En marzo de 2008, Colomer salió de la cárcel de Tejas donde pasó 17 años por un delito federal de narcotráfico y estuvo tres meses más en Inmigración, el periodo habitual, que a veces se prolonga hasta seis. Los tres últimos, ya en Miami, no se iban a completar nunca. Técnicamente era un deportado, pero, al ser cubano, no deportable, físicamente seguía en el país.

Salió con la orden de supervisión y después, como a tantos otros, se le facilitó un permiso de trabajo y un número de la Seguridad Social para vivir "normalmente" a la espera de algún cambio en la política de deportaciones entre Estados Unidos y Cuba. Él era residente, pero nunca podría ser ciudadano ni tener beneficios sociales. En su caso, al menos, sí estaría con familia, pero la recomendación general que les hacen los especialistas en inmigración es que reinicien la vida en otro país antes antes de que tarde o temprano sean expulsados.

Ni Freddy ni su familia creían que iba a ser tan pronto.

Volvió a Miami y hasta el 24 de octubre vivió unos meses como si nada fuera a suceder. Igual que otros muchos. Pero ese día le convocaron en el Centro de Inmigración de Krome para una cita que se convirtió en una detención. Tres meses más de confinamiento, que no se completaron.

El 8 de enero pasado, sin poder despedirse de su mujer, sus cinco hijos y sus nietos, con la discreción casi clandestina con que se aplican la mayoría de las veces las leyes de deportación —en el caso cubano, aún más, para evitar polémicas de una comunidad activa—, fue montado en un avión y enviado a Cuba. Sin pasaporte cubano, que quedó en poder de su hija, lo que evidencia la conexión política en el proceso, pues a ningún ciudadano de la isla, aunque tenga otra nacionalidad, se le permite volver a su país sin el pasaporte de origen. Freddy, según su familia en Cuba, se encuentra detenido "en cuarentena" en un hospital de La Habana. Aún no le han podido ver ni hablar con él.

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