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Crisis política en el sur de Europa
Columna
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¡Cuidado con el Caimán!

Lluís Bassets

Italia va a pasar página al fin. El Caimán ha dicho que se va. Su régimen, porque es un régimen, tiene los días contados. No es cierto que sean los mercados en solitario quienes lo hunden. Son también las instituciones, europeas e italianas. Es su propia mayoría, disminuida y en trance de implosión.

Los mercados son el combustible infalible que hace de acelerador en esta hoguera. El diferencial entre el bono alemán y el italiano tiene una acción corrosiva inmediata: ayer mismo alcanzó niveles más allá de lo soportable, en la zona de peligro donde se producen los rescates. Demostró así que nadie cree ni una palabra de lo que dice; no basta con que diga que se va, sino que debe irse inmediatamente para que Italia vuelva a ser creíble.

Berlusconi lucha ahora por mantener el control de la agenda política y evitar a la justicia

Los mercados dicen lo que dicen todos, fuera y dentro de Italia, fuera y dentro de Europa. Su palabra no cuenta. Sus promesas y buenos propósitos no valen nada. Ahí están Merkel y Sarkozy en su conferencia de prensa del pasado 25 de octubre, al término de la Cumbre de Bruselas, mirándose con una sonrisa irónica cuando les preguntan por la credibilidad de las promesas berlusconianas de reducción del déficit.

No son solo gestos. Hay que ver el intercambio de cartas y documentos entre Berlusconi y las instituciones europeas en las últimas semanas. Al día siguiente de las sonrisas franco-alemanas, el dimisionario primer ministro se vio obligado por el Consejo Europeo a presentar una carta de compromisos, teóricamente acordada con su socio de coalición, el jefe de la Liga Norte, Umberto Bossi, sobre los recortes y reformas, del sistema de pensiones, entre muchas otras cosas. ¿Le creyó alguien?

Justo al terminar la cumbre del G-20 en Cannes, la Comisión Europea y el FMI decidieron mandar a un grupo de inspectores a Roma para que vigilen directamente al Gobierno italiano en su aplicación de los planes de rigor, que serán revisados trimestralmente. Y el comisario del euro y vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, todavía fue más lejos, con una carta al ministro de Economía, Giulio Tremonti, en la que pide detalles adicionales sobre los buenos propósitos de Berlusconi, "incluyendo la especificación de las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno", es decir, que no se ande por las ramas ni siga con las medias verdades.

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Por si el Caimán siguiera haciéndose el despistado, Rehn le manda a la vez un cuestionario con 39 preguntas tan precisas como variadas, pidiendo clarificaciones y compromisos concretos, y con plazo preciso de respuesta, justo una semana. Una muestra de tres preguntas puede valer para que el lector tenga idea de hasta dónde llega la desconfianza europea ante las vaguedades y malas excusas de Berlusconi. ¿Piensa el Gobierno reintroducir el impuesto sobre bienes inmuebles? ¿Hay algún plan de reducción de los 46 tipos de contratos labores distintos actualmente vigentes? ¿Puede dar el Gobierno más detalles sobre cómo va a reducir el número de parlamentarios?

Si alguien quería saber de verdad, no meramente en su uso metafórico, lo que es un país intervenido por un directorio europeo e internacional no tiene más que fijarse en Italia. Grecia ha llegado más lejos en el desvarío, porque es un país bajo rescate, y también está intervenido después de la absurda rebelión de Papandreu: Olli Rehn ha pedido garantías por escrito a los dos partidos mayores para asegurarse de que gobierne quien gobierne se mantendrán los compromisos adoptados como contrapartida a los dos paquetes de rescate de 110 y 130.000 millones de euros. Pero Italia tiene un tamaño crítico con capacidad de arrastre sobre la economía europea e incluso mundial y por eso la intervención del directorio mundial es mucho más contundente y eficaz.

El Caimán se va, pero antes se ha cargado la soberanía de la República italiana, ahora vigilada e intervenida. Y todavía puede hacer más estropicios. Lo propio sería que por primera vez en su vida diera un paso en favor de Italia y no de sí mismo. Un paso que su socio Umberto Bossi ha definido como lateral: "Un paso a un lado", es decir, que se aparte de una vez. Pero no está en su naturaleza este tipo de gestos, al contrario. Y ahora lucha por mantener el control sobre la agenda política, evitar un Gobierno técnico, obstaculizar una mayoría alternativa, buscar la convocatoria electoral inmediata y en caso de que no haya más remedio intentar que sea uno de los suyos quien encabece el Ejecutivo. No lo hace tan solo por instinto, que también, sino por interés: quiere salvar el poder político para los suyos, el patrimonio para la familia y la libertad personal que peligra por la acción de la justicia para sí mismo.

Por eso, el Caimán no se irá sin más. Dará coletazos y morderá mientras esté vivo. Y no hay nada más peligroso que un reptil acorralado o herido de muerte. Ahora lo está. Puede quedarse inmóvil, como petrificado, aparentemente rendido a la evidencia. Pero atacará en cuanto vea la menor oportunidad.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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