_
_
_
_
_
Reportaje:

Los Dembski, primeras víctimas de Sarkozy

Un niño de 12 años acaba en el hospital en Francia, perseguido por policías que tienen que expulsar a 25.000 extranjeros este año

No sólo hay que ser de derechas. Hay que parecerlo. Nicolas Sarkozy comprendió la importancia de esta máxima, mal asumida por Jacques Chirac. Durante la campaña presidencial prometió crear un Ministerio de Identidad Nacional, Inmigración e Integración. Se trataba de dar satisfacción al electorado del Frente Nacional y, en líneas generales, a sectores populares que ven con inquietud cómo se estropean los mecanismos de progresión social bajo la doble presión desintegradora del paro industrial producido por la globalización y de un multiculturalismo impuesto por el flujo de inmigrantes.

El ministerio establece una relación causa-efecto: si la identidad nacional corre peligro es por la inmigración, que hay que integrar o expulsar. Por eso, el ministro responsable de esta polémica cartera, Brice Hortefeux, ha impuesto a los prefectos de cada departamento unos objetivos claros. A finales de 2007, hay que expulsar a 25.000 extranjeros en situación irregular.

Yvan aún no está fuera de peligro. Si sobrevive, no está claro que pueda recuperar la movilidad

Y no se puede contar, como hace un año, con recurrir a los rumanos (6.000 fueron devueltos a Bucarest), porque ahora son comunitarios. Por eso a los agentes no les basta con los controles callejeros por sorpresa. Ahora buscan a los forasteros expulsables en sus guaridas, modestos apartamentos de protección social en los que figuran inscritos desde que, cándidamente, presentaron su demanda de permiso de residencia. En ese contexto, el 9 de agosto estalló el drama de Amiens Norte.

Se trata de un barrio impersonal, moderno y sencillo, fabricado de grandes bloques de pisos y pequeñas zonas, llamado popularmente Le Pigeonnier (El palomar). Yvan Dembski vive en él desde hace casi tres años. Ahora tiene 12 y está tendido en una cama del hospital. Los médicos no saben aún el alcance de las lesiones provocadas por una caída desde 14 metros de altura. Yvan quería seguir a su padre, que huía de la policía descolgándose por la pared trasera del edificio, agarrado a una tubería. Yvan puso mal un pie y cayó. Conmoción cerebral. Fracturas. Si bien su estado mejora -abrió los ojos por primera vez a los tres días- aún no está fuera de peligro. Si sobrevive, no está claro que pueda recuperar la movilidad de todas sus extremidades.

¿De qué huían Yvan y Andrei Dembski? "Frente a la puerta de su casa había 15 agentes. Desde las siete de la mañana golpeaban la puerta y exigían ver a los Dembski", explica el abogado de la familia, Francis Lec. "Si uno de esos policías hubiese venido conmigo, al balcón de mi apartamento, el drama no se hubiera producido", dice Claudette Makamute. "Desde mi casa habrían descubierto la desesperación de los Dembski. Les advertí de que Andrei corría peligro, que intentaba bajar la fachada trasera gracias a las tuberías y lo único que supieron decirme es que me calmara y callara".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Para Jacques Vergès, abogado de causas célebres que se ha sumado a ésta, "la responsabilidad del Estado está comprometida en el caso". Vergès ve en la acción policial una irresponsable voluntad de amedrantamiento. "¿Usted cree que hacía falta mandar 15 agentes, aporrear la puerta y reclamar los servicios de un cerrajero para forzarla? ¿Eran los Dembski peligrosos gánsteres armados hasta los dientes?". Vergès subraya la mala conciencia de la fiscalía del Estado cuando en su comunicado "pone tanto empeño en dejar bien claro que Yvan cayó antes de que los policías entrasen. ¡Sólo faltaba eso!".

En 2006, la familia Dembski vio rechazada su demanda de asilo. Presentaron recurso. El tribunal administrativo tenía previsto dictar su fallo el 6 de septiembre. "Pero la policía y la fiscalía no han querido esperar" dice Didier Cotterelle, de la Red de Educación Sin Fronteras (RESF). "La fiscalía no respeta la separación de poderes, ordena actuaciones antes que el tribunal haya estudiado el recurso".

Natalia Aboueva, la madre de Yvan, es hija de una rusa y un checheno. Nació en Grozny hace 29 años. Allí conoció a Andrei, especialista en instalaciones eléctricas de alto voltaje. Se casaron mientras el mundo se hundía y la URSS dejaba de existir. Andrei pasaba a ser ucranio sin saberlo. Su (supuesta) religión ortodoxa se convertía en un obstáculo ante la (supuesta) religión musulmana de Natalia. Su padre, embarcado en la lucha por la independencia de Chechenia, exigía a Andrei su conversión al islam. La pareja -que no es rusa, ni chechena, ni ucrania, como el pequeño Yvan, que no consta inscrito en registro alguno porque sus padres se han quedado sin patria- opta por el exilio.

"Piden a los que solicitan vivir en Francia que demuestren su voluntad de integración. Pues las notas de Yvan son la mejor prueba de esa voluntad: en Francés tiene un 16,5 de nota media, frente al 13,2 del conjunto de la clase. En Matemáticas un 16,5, frente a otro 13,2. En Inglés un 17,7 ante el 15,5. En Historia y Geografía un 15,7 ante un 12,2. En todas las materias, incluida la Gimnasia, es mejor alumno que sus compañeros, muchos de ellos franceses de pura cepa", explica la madrina republicana de Yvan, Catherine Renaud. "Quiero que mi país aplique su bella divisa: libertad, igualdad, fraternidad".

Andrei y Natalia apenas hablan. Él se maneja mal en francés -"ahora trabajo", musita-, mientras que ella se muestra intimidada: "Queríamos proteger a nuestro hijo y ahora es él quien está en peligro". Su laconismo, dicen algunos, se debe también a que sus prestigiosos abogados han negociado para ellos declaraciones en exclusiva en un semanario ilustrado. Pero esa discreción verbal no impide a Natalia desvelar que la fiscalía miente cuando dice haber enviado a la policía a su casa porque los Dembski no acudieron a una convocatoria en la comisaría. "Fui sola y me dijeron que volviese al día siguiente, acompañada de Andrei y mi hijo".

La experiencia reciente demuestra que esas convocatorias dirigidas a toda la familia, cuando se trata de sin papeles, terminan a menudo en una expulsión a la fuerza del territorio nacional. La RESF critica que la policía "actúe bajo la presión de obtener resultados fijados de antemano".

Lo cierto es que Brice Hortefeux, el muy sarkozysta ministro de Identidad Nacional, Inmigración e Integración, ha dicho que quería 25.000 expulsados en 2007 y un mínimo de 125.000 controles. Didier Courtin, policía y sindicalista, admite: "La prioridad ministerial es la expulsión fuera de nuestras fronteras". Los objetivos cifrados existen para cada departamento.

Para la RESF, "no cabe la menor duda: aprovechan las vacaciones para acelerar las expulsiones. Durante el curso las escuelas se pondrían en huelga". La hospitalización de Yvan sería en todo caso un efecto colateral de una política demasiado rígida, cuyos resultados sólo se valoran a partir de datos cuantitativos incapaces de tener en cuenta el factor humano.

Los padres de Yvan, Natalia Aboueva y Andrei Dembski (en el centro), en la localidad de Amiens, en el departamento de la Somme (norte de Francia).
Los padres de Yvan, Natalia Aboueva y Andrei Dembski (en el centro), en la localidad de Amiens, en el departamento de la Somme (norte de Francia).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_