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El primer ministro belga presenta su dimisión

El democristiano flamenco Yves Leterme fue nombrado en el cargo 9 meses después de las elecciones, al frente de una coalición de cinco partidos

El primer ministro de Bélgica, el democristiano flamenco Yves Leterme, ha presentado este lunes su dimisión ante el rey Alberto II, como consecuencia del fracaso en el impulso de las medidas para dar más poder a las regiones del país, Flandes y Valonia, ha anunciado el portavoz de Leterme.

Según la versión digital del diario belga De Morgen, la noticia de la dimisión ha llegado de manera totalmente inesperada, a pesar de los problemas que existían en el terreno de la reforma institucional para la descentralización del Estado.

Esta es la tercera vez que Leterme presenta su dimisión al rey, tras las dos tentativas que hizo durante los nueve meses que tardó en formar gobierno, después de ser el candidato más votado en las elecciones de hace un año, informa Andreu Missé desde Bruselas.

La respuesta de Alberto II

El rey de Bélgica, Alberto II, ha recibido a Leterme en el palacio de Belvédère, tras lo cual ha emitido un comunicado en el que anunciaba reservarse su decisión acerca de la propuesta de dimisión del democristiano flamenco.

En caso de que el monarca acepte la renuncia de Leterme deberá iniciar de nuevo los trámites, especialmente complejos en Bélgica, para la formación de un nuevo Gobierno.

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Negociaciones complicadas

La última propuesta de Yves Leterme para proseguir las negociaciones sobre la descentralización había sido involucrar en ellas también a los presidentes de los ejecutivos regionales y no sólo a los responsables de los principales partidos de uno y otro lado del país. Esta idea, destinada sobre todo a rebajar la presión ejercida dentro de su propio campo flamenco, no habría sido secundada por su partido, el CD&V, lo que habría llevado al primer ministro a un callejón sin salida.

El martes 15 de julio se cumplía el plazo que los partidos flamencos habían dado a los francófonos para llegar a un acuerdo sobre una reforma en profundidad del Estado federal, so pena de retirar su confianza al Gobierno. Sin embargo, la fecha ha llegado y el acuerdo no se ha conseguido.

Los principales problemas

Uno de los principales puntos de desacuerdo se encontraba en la región de BHV, que engloba Bruselas y otros 35 municipios de mayoría francófona de su periferia, están enclavados en Flandes, cuya lengua es el neerlandés. La BHV es la única región de Bélgica donde se puede votar tanto a las listas flamencas como a las valonas, mientras en Flandes sólo se puede votar a partidos flamencos y en Valonia a partidos valones.

Los partidos flamencos consideran esta característica excepcional de BHV algo contrario a la ley y exigen la escisión de este distrito, en el que viven muchos francófonos. Los valones piden a cambio compensaciones en el acuerdo general, como ampliar el territorio de Bruselas o contar con un corredor que comunique Valonia con la capital, pero cualquier opción que implique ceder territorio a Valonia resulta inaceptable para los flamencos.

Los enfrentamientos en este tema ya estuvieron detrás de la grave crisis que vivió Bélgica tras las elecciones de junio de 2007, que dejó al país durante nueve meses sin gobierno.

Otro aspecto problemático consiste en las pretensiones flamencas de que las regiones obtengan más competencias, como sanidad, empleo, seguridad social, circulación e inversiones, que actualmente pertenecen al Gobierno central. Los valones, sin embargo, han rechazado tales reformas.

Una coalición débil desde el principio

El hasta ahora primer ministro de Bélgica fue elegido tras un periodo de crisis en el que se sucedieron las disputas entre los partidos de cada una de las dos regiones lingüísticas. En los 9 meses que duraron las negociaciones para la formación de Gobierno se llegó a temer la ruptura del país.

El nuevo Ejecutivo que salió de las negociaciones estaba formado por cinco partidos: dos flamencos y tres valones, rompiendo así la tradicional paridad de fuerzas de los gobiernos belgas. Los flamencos del norte del país, que representan el 60% de la población, estaban representados por los cristiano demócratas (CDV) y los liberales (Open VLD), liderados por Bart Somers. Por parte de los valones francófonos participaban los liberales de Movimiento Reformista, presidido por Didier Reynders, los cristiano demócratas humanistas, que lidera Jöelle Milquet, y los socialistas dirigidos por Elio Di Rupo. Sin embargo, esta coalición adolecía de fragilidad desde el principio, ya que no llegó a una solución para la reforma institucional, que es el auténtico conflicto en el que se encuentra enzarzado el país.

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