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Reportaje:

Dispuesto al martirio por un río

Un obispo de Brasil en huelga de hambre asegura que defenderá hasta el "sacrificio" el cauce del San Francisco, desviado por las obras del Gobierno

La huelga de hambre del obispo brasileño Luiz Flavio Cappio, que hoy cumple 14 días, va a en serio. Ayer, 5.000 personas llegadas del interior de los Estados de Bahía, Pernambuco, Sergipe y Alagoas, organizadas por la Pastoral de la Tierra, uno de los movimientos campesinos progresistas de la jerarquía católica, celebraron con él un acto ecuménico para apoyar su lucha. "No quiero morir, pero la vida del río [San Francisco] y del pueblo bien valen mi sacrificio y mi martirio", dijo Cappio a los asistentes.

El obispo lucha contra el desvío de las aguas del río San Francisco, una obra faraónica que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aspira a dejar como legado de su presidencia.

El obispo, que ayuna a modo de protesta en la pequeña localidad de Sobradinho, en el Estado de Bahía —a 450 kilómetros de Salvador de Bahía, donde las aguas del San Francisco corren más bajas—, recibió recientemente la visita del cardenal Geraldo Magella, acompañado de otros cuatro obispos. Tras haber conversado durante dos horas a puerta cerrada con Cappio, el cardenal Magella dijo que la jerarquia católica "respeta la conciencia del obispo". A su vez, Cappio comentó que la visita del cardenal y de sus hermanos en el episcopado habían sido para él "una inyección de vitaminas".

Es la segunda vez que el obispo bahiano protagoniza una huelga de hambre. La ocasión anterior, en 2005, tras 11 días de huelga y muy debilitado, fue recibido por el presidente Lula, quien le prometió que, si desistía de su acción de protesta y salvaba su vida, él se comprometía a revisar el asunto del desvío de las aguas del San Francisco y a reforzar el actual cauce del río, muy deteriorado en muchos puntos a través de siete Estados.

El obispo le escuchó y puso fin al ayuno, aunque ya entonces había alertado de que, si el Gobierno no cumplía sus promesas, volvería a la huelga de hambre.

Lo ha hecho ahora, alegando que Lula no ha cumplido su palabra, ya que las obras comenzaron en junio sin abrir antes un diálogo con las poblaciones por donde pasa el río. El obispo afirma que la huelga continuará hasta que el Ejército, cuyo batallón de Ingeniería participa en las obras, salga del río.

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¿Hasta dónde estirará la cuerda el obispo que ha demostrado gran personalidad y decisión mostrándose dispuesto a morir? ¿Hasta cuándo la Iglesia, que por ahora le apoya, le permitirá que ponga en peligro su vida?

El Gobierno de Lula ha sido tajante: no va a desistir de continuar las obras y considera la lucha del obispo un "acto de fundamentalismo".

El obispo alega que la acción del Gobierno es un atentado contra el medio ambiente y será ventajosa sólo para los grandes terratenientes que poseen miles de hectáreas de cultivos, mientras que empobrecerá aun más a las poblaciones ribereñas del San Francisco que hoy sobreviven gracias al río.

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