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El desafío nuclear iraní

EE UU frena el plan de Erdogan y Lula

Hillary Clinton anuncia un acuerdo con Rusia y China para sancionar a Teherán - El Consejo de Seguridad de la ONU se moviliza tras la iniciativa turco-brasileña

Antonio Caño

Anticipándose con urgencia a lo que entiende como un intento de cortocircuitar su política exterior, Estados Unidos anunció ayer un acuerdo con las principales potencias de Naciones Unidas, incluidas Rusia y China, para aprobar inmediatamente sanciones contra Irán. De esta manera, la Administración norteamericana quiere evitar que Irán utilice el acuerdo anunciado por Brasil y Turquía para ganar tiempo en el desarrollo de su programa nuclear.

El anuncio, hecho por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ante el Congreso, permite acelerar el debate en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ayer empezó a circular el borrador de lo que será un severo paquete de medidas contras el régimen iraní. Pero, sobre todo, consigue abortar el intento de diplomacia alternativa que dos países de gran influencia entre el grupo de naciones emergentes -uno de ellos musulmán; el otro, una potencia económica- parecían poner en marcha con el sorprendente acuerdo sobre Irán.

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"Hemos alcanzado un acuerdo sobre un duro borrador con la cooperación de Rusia y China", declaró Clinton ante un comité del Senado. "Creo que este anuncio es una respuesta convincente a los esfuerzos desarrollados en Teherán en los últimos días".

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Aunque no lo dijo, la secretaria de Estado se refería a la reunión por sorpresa que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, mantuvieron el pasado domingo en Teherán con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y que concluyó con un compromiso para que este último país enviara parte de su uranio a Turquía a fin de someterlo allí al proceso de enriquecimiento.

Ese acuerdo despertó inmediatamente las sospechas de los países que integran el Grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania), que vieron la operación como una simple maniobra política promovida por dos países con fuertes intereses económicos en Irán y con voluntad de ganar relevancia internacional. Si Irán se echó atrás del acuerdo que alcanzó en octubre con el G-5+1 para enviar el uranio a Rusia, ¿qué garantías había ahora para creer en un acuerdo similar que, además, no concede ningún papel al Organismo Internacional de la Energía Atómica?

En Washington, el acuerdo de Teherán se interpretó inmediatamente como una argucia para evitar las sanciones, y el Departamento de Estado apretó al máximo el acelerador en una negociación que caminaba con el habitual ritmo cansino que se practica en Naciones Unidas. De la noche a la mañana, literalmente, se pasó del peligro de que el proyecto de sanciones fuese torpedeado a la discusión de un borrador entre los miembros del Consejo de Seguridad. Esa urgencia se explica en parte, desde luego, por la amenaza cada día más evidente de que Irán construya un arma nuclear. Pero, sobre todo, por la llamativa cumbre de Teherán. "Hay una serie de preguntas sin respuestas sobre el anuncio procedente de Teherán", admitió ayer Clinton.

Algunas de ellas son preguntas que afectan al predominio de la política exterior de EE UU e incluso al papel de las otras grandes potencias. ¿Pueden dos países como Brasil y Turquía decidir los grandes asuntos de preocupación internacional? ¿Intentan esas naciones ser el embrión de un modelo alternativo al del Consejo de Seguridad? ¿Tienen Rusia y China también razones para preocuparse por esa posibilidad?

Si para otros esta iniciativa podía ser inquietante, para Barack Obama, que había apostado por Lula, por el diálogo con Irán y que visitó Turquía en su primera gira internacional, este encuentro en Teherán resultaba casi grotescamente embarazoso, una bofetada a su rostro y una verdadera puñalada a su política exterior.

Cualquiera que fuera el propósito último de Brasil y Turquía, lo cierto es que Estados Unidos, Rusia y China han creído oportuno actuar con rapidez. Y, al parecer, con contundencia. Aunque el proyecto de resolución sobre las sanciones no está cerrado, distintas fuentes han adelantado que incluye medidas que pueden causar un daño considerable a la economía del régimen islámico y, especialmente, a su clase dirigente.

El proyecto puede incluir el boicot a todas las instituciones financieras conectadas con la Guardia Revolucionaria iraní, un cuerpo de élite que se ocupa del programa nuclear y que dirigió también la represión de las protestas poselectorales de los meses pasados, y la inspección internacional de los barcos procedentes de puertos iraníes cargados con productos que los países vigilantes consideren sospechosos.

Irán ya ha sufrido sanciones otras veces y no han impedido el progreso de su programa nuclear. Quizá esta vez tampoco sirvan. Pero el régimen es más débil en esta ocasión. Las protestas abrieron una brecha entre el Gobierno y la población que un mayor aislamiento internacional podría ayudar a profundizar.

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el Congreso de Estados Unidos, donde anunció un acuerdo para endurecer las sanciones a Irán.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el Congreso de Estados Unidos, donde anunció un acuerdo para endurecer las sanciones a Irán.AFP

Castigo a las empresas y al comercio iraní

El modelo para el nuevo paquete de sanciones contra Irán será la resolución aprobada hace un año contra Corea del Norte tras su segundo experimento nuclear. La medida autoriza a efectuar controles a todos los barcos que procedan de puertos iraníes o se dirijan hacia ellos para investigar la presencia de armas o tecnología nuclear vetada por anteriores sanciones de la ONU. También se prevé el endurecimiento de las restricciones aplicadas a instituciones financieras iraníes.

De ser aprobado, será el cuarto paquete de sanciones impuestas por la ONU. En diciembre de 2006, el Consejo de Seguridad prohibió el comercio de material nuclear con Teherán y congeló los activos de empresas e individuos relacionados con su programa atómico. En la resolución también se instaba a Irán a suspender el enriquecimiento de uranio en un plazo de 60 días, lo que no se cumplió.

Otra ronda de sanciones se aprobó en marzo de 2007. Se prohibió el comercio de armas y se reforzaron las restricciones financieras, que volvieron a endurecerse en marzo de 2008. En septiembre de 2008, el Consejo de Seguridad volvió a pedir a Irán el cese del proceso de enriquecimiento de uranio, pero no aprobó nuevas sanciones. Sí lo hizo EE UU, cuyas relaciones comerciales con Irán siguen cortadas desde hace tres décadas. Washington las congeló tras el asalto a la Embajada estadounidense en la capital iraní en 1979. Desde entonces están prohibidas las importaciones de bienes y servicios iraníes, a excepción de los regalos de valor menor a 100 dólares, alimentos y alfombras. Desde 1995, las compañías estadounidenses no pueden comerciar con el sector energético iraní y se aplican sanciones a las empresas extranjeras que inviertan en Irán más de 20 millones de dólares al año. Hasta ahora ninguna compañía ha sido castigada, pero muchas han recortado sus inversiones. El Congreso de EE UU está ahora estudiando penalizar a las empresas que vendan gasolina a Teherán.

Por su parte, la UE ha negado el visado a altos funcionarios iraníes, incluido el jefe de los pasdaran, Alí Jafari, y el ex ministro de Defensa, Mostafa Najjar.

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