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El conflicto de Irak

EE UU incluye a Irán en su guerra contra el terrorismo

Washington ha comenzado a sembrarel terreno ante posibles acciones militares

Antonio Caño

Frustrado por la resistencia del Consejo de Seguridad de la ONU a aprobar nuevas sanciones y acuciado por la situación en Irak, el Gobierno de Estados Unidos ha comenzado a construir el caso contra Irán, aumentando la presión internacional sobre su régimen, atribuyéndole graves responsabilidades como cómplice de los terroristas que matan estadounidenses y alertando sobre el serio peligro que representaría el rearme iraní en un plazo de muy pocos años.

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Aunque, oficialmente, la Administración insiste en que trata de resolver el conflicto por la vía diplomática, algunos expertos creen que la posibilidad de una acción militar contra Irán crece cada día. La acumulación de diferentes datos que apuntan hacia ese riesgo es inquietante. Tanto, que el lunes los demócratas pusieron en marcha en el Senado una ley que intenta obligar al presidente a solicitar al Congreso fondos específicos para Irán en el caso de que decida atacar.

Los congresistas están preocupados de que la Casa Blanca justifique eventuales acciones militares en Irán como parte de su guerra global contra el terrorismo y actúe, sin previo aviso, con los fondos que ya tiene disponibles para Irak y Afganistán.

La preocupación del Congreso está más que justificada después de que la pasada semana el mismo Senado aprobara por una mayoría abrumadora una resolución en la que se animaba al presidente, George Bush, a declarar la Guardia Revolucionaria (una fuerza de élite de las Fuerzas Armadas iraníes) como un grupo terrorista.

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Muchos demócratas, como Hillary Clinton, que votaron a favor, se alarmaron después por el riesgo de que la Casa Blanca la utilizara para incluir eventuales objetivos de la Guardia Revolucionaria en Irán como parte del mismo combate para derrotar al terrorismo.

El Pentágono ha denunciado reiteradamente (en ocasiones, con presuntas pruebas) que elementos de la Guardia Revolucionaria son responsables de la introducción en Irak de materiales y artefactos que se usan para matar a soldados estadounidenses. El último que hizo esta denuncia fue, el mes pasado, el jefe de las tropas de EE UU en Irak, general David Petraeus, en su comparecencia ante el Congreso.

Ayer mismo, el diario The New York Post publicaba una entrevista con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en la que ésta afirmaba que "Irán se está comportando de una manera muy extraña", particularmente en el sur de Irak, y advertía que "hacer lo que están haciendo tiene sus costes".

En el último número de la revista The New Yorker, el periodista Seymour Hersh asegura que esos costes están pensados y discutidos por la Administración, y que sólo resta una decisión final para atacar. Según Hersh, Bush informó este verano por medio de una videoconferencia al embajador estadounidense en Bagdad, Ryan Crocker, que estaba planeando bombardear objetivos iraníes en la frontera con Irak y que el Reino Unido estaba de acuerdo.

El periodista añade que el vicepresidente, Dick Cheney, sostuvo en una reunión celebrada este verano que los ataques serían presentados como acciones defensivas y que, si los demócratas protestaban, se les recordaría que Bill Clinton lanzó acciones preventivas contra Afganistán, Irak y Sudán.

El contenido del artículo de Hersh fue desmentido el lunes por la portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, que recordó que el mismo periodista ha escrito en los últimos dos años y medio otros reportajes anunciando la guerra con Irán. Perino no quiso profundizar en las circunstancias que han cambiado en esos dos años y medio.

Ha cambiado, por ejemplo, el sentido de urgencia. Los expertos calculan que Irán, cuyo presidente, Mahmud Ahmadineyad, aboga por la destrucción de Israel, podría tener una bomba atómica en cinco años. Antes, tal vez.

Detener esa cuenta atrás con sanciones económicas no parece fácil. En primer lugar, porque, como han demostrado las conversaciones de la semana pasada en la ONU, algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad (especialmente Rusia) no son partidarios de nuevas sanciones.

Pero es que, además, aún con nuevas sanciones sería difícil garantizar la desnuclearización de Irán. Selig Harrison, una autoridad en la materia, escribía ayer que todos los sectores de la sociedad iraní defienden el desarrollo nuclear y que, para detenerlo, Teherán pondría condiciones tales como la paralización de la planta nuclear israelí de Dimona y la verificación de que EE UU no transporta armas nucleares en el golfo Pérsico. Condiciones inaceptables para Washington.

Así pues, la opción militar se presenta hoy más real. No sólo para Estados Unidos. En los últimos meses se ha sumado un importante agitador a la causa norteamericana contra Irán: Francia. La posición del presidente francés, Nicolas Sarkozy, rompe el aislamiento que Washington sufría desde el comienzo de la guerra de Irak y le da a Estados Unidos una nueva autoridad, ante la comunidad internacional y ante su opinión pública.

Paul Bremer, ex procónsul estadounidense en Irak, rodeado de agentes de seguridad privados en junio de 2004.
Paul Bremer, ex procónsul estadounidense en Irak, rodeado de agentes de seguridad privados en junio de 2004.AP

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