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Los húngaros de Transilvania separan a Budapest y Bucarest

La publicación de una documentada historia de la región desata un nuevo debate

Uno de los más claros ejemplos de que la supuesta armonía entre los países socialistas aliados de la Unión Soviética no es más que una ficción mantenida en bien de la homogeneidad del Pacto de Varsovia es la tensa relación que existe entre Hungría y Rumania a causa del trato que reciben los húngaros en la región de Transilvania, región que desde el final de la I Guerra Mundial pertenece al Estado rumano.

Por primera vez desde que estos dos países, históricamente enfrentados, son aliados a la fuerza en la comunidad socialista, las autoridades de Budapest han tomado postura pública respecto al gran conflicto territorial que les enfrenta desde hace casi 70 años. Recientemente, el ministro de Cultura del Gobierno húngaro, Bela Koepeczi, presentó a la Prensa internacional una amplia obra de tres tomos, titulada Historia de Transilvania, de Erdely Toertenete, que, con seguridad, va a agravar las relaciones entre Budapest y Bucarest.El Gobierno húngaro ha decidido abandonar la actitud mantenida durante décadas de ignorar el conflicto por temor a dañar a la alianza y reavivar sentimientos nacionalistas entre la población húngara. Las razones para ello pueden ser varias.

Por un lado, la presión de las autoridades de Bucarest sobre la minoría húngara ha superado ya todo lo tolerable, según la opinión general de los húngaros, que comienzan a compartir las autoridades. Por otra parte, la presión de la opinión pública húngara está creciendo con rapidez, especialmente desde que, hace aproximadamente año y medio, la policía rumana impide continuamente el paso a ciudadanos húngaros que desean viajar a Transilvania para visitar a familiares. En Rumanía viven actualmente unos dos millones de húngaros, en su mayoría en esta región, que perteneció a Hungría hasta el acuerdo de Trianón.

Además, la credibilidad del presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, en la comunidad socialista parece lo suficientemente debilitada como para que la crítica de Bucarest a la nueva publicación húngara sobre Transilvania no sea vista como defensa contra el irredentismo húngaro del que siempre habla el régimen rumano cuando Hungría defiende la identidad cultural de su minoría en el país vecino.

Según Koepeczi, que aparece también como editor de los tres tomos aparecidos en la editorial Academia de Budapest, la obra es un "gran esfuerzo" por presentar la historia de esta región "sin prejuicios ideológicos". El interés por este libro ha sido enorme en Hungría y se espera que muy pronto salga la segunda edición, al agotarse los primeros 40.000 ejemplares. La distribución de este libro entre los húngaros de Rumanía es "teóricamente posible", como dijo un representante de la editorial en Budapest, al existir un acuerdo de intercambio de libros entre ambos países, pero nadie cree seriamente en Hungría en esta posibilidad.

La represión oficial de la cultura húngara en Rumanía ha aumentado en los últimos años y ha llegado a la rumanización general, ya no sólo de las universidades y nombres toponímicos, sino también de las personas. Aquella gran gimnasta que con el nombre de Nadia Comaneci asombró en los Juegos Olímpicos de Montreal se llama en realidad Anna Kemenes y es húngara de origen.

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El ministro Koepeczi ya hizo una crítica implícita a Rumanía al señalar que la investigación del equipo de autores había sido relativamente fácil en lo que a antes de 1918 se refiere, pero muy difícil respecto a la fase posterior, es decir, desde el momento en que las investigaciones debían hacerse en los archivos rumanos.

En todo caso, el Gobierno húngaro sabe que cuenta con el apoyo de toda su población al romper el silencio sobre este conflicto y hacer frente a las tesis oficiales rumanas. Según estas, aquellos territorios fueron siempre parte de esa gran Rumania medieval que el presidente Ceaucescu ha inventado, para mayor gloria propia.

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