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El Ejército de Israel crea una unidad para espiar a las ONG extranjeras

El Parlamento debate hoy si se considera "hostil" a un grupo que financia Soros

Enric González

El Ejército israelí ha creado un departamento especializado en el espionaje de organizaciones no gubernamentales (ONG) extranjeras. Con la medida, según fuentes oficiales, se espera contrarrestar lo que el Gobierno de Benjamín Netanyahu considera "una campaña internacional de deslegitimación" contra Israel por parte de numerosas ONG de tendencia izquierdista, principalmente europeas.

La palabra "deslegitimación" es muy usada últimamente por los sectores conservadores israelíes. En principio, con el término se hace referencia a quienes discuten el derecho a la existencia del "Estado judío", como se define a sí mismo. Pero con creciente frecuencia son calificadas como "deslegitimación" críticas a la ocupación de Cisjordania o al bloqueo sobre Gaza que no cuestionan el Israel reconocido por la ONU, con las fronteras de 1967.

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Un portavoz del espionaje militar israelí explicó al diario Haaretz que existía "una clara distinción entre la crítica legítima a Israel y los esfuerzos de algunos por socavar su derecho a existir". La nueva unidad recogerá información, sin embargo, sobre cualquier grupo extranjero que propugne la imposición de sanciones a Israel, fomente campañas de boicoteo o promueva el procesamiento de altos cargos civiles y militares israelíes por crímenes de guerra, porque todo eso se considera "deslegitimación".

La primera misión de la unidad de espionaje a ONG se centrará en la organización islamista turca Fundación para la Ayuda Humanitaria (IHH), que en mayo organizó el viaje de una flotilla con el ánimo de romper el bloqueo de Gaza (la intercepción de las naves se saldó con la muerte de nueve activistas turcos) y que prepara un nuevo intento para mayo próximo.

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La hipersensibilidad de Israel ante las críticas a la política gubernamental ha puesto en cuestión incluso a J Street, un lobby proisraelí basado en EE UU que trabaja por la consecución de un acuerdo de paz en Oriente Próximo. J Street, uno de cuyos principales financiadores es el magnate George Soros, criticó en 2009 la Operación Plomo Fundido contra Gaza, que causó la muerte a unos 1.400 palestinos y a 14 israelíes. También apoyó a Barack Obama en su exigencia de que Israel dejara de construir colonias en los territorios ocupados. Esas posiciones le valieron la animadversión de amplios sectores de la sociedad israelí.

El Parlamento de Israel debatirá hoy si J Street merece la consideración de organización proisraelí o si debe ser incluida entre las "organizaciones hostiles". El presidente de J Street, Jeremy Ben Ami, declaró que la entidad representaba a "170.000 judíos en EE UU" y viajó a Jerusalén para intentar convencer a Netanyahu de que no existía hostilidad alguna hacia Israel, sino todo lo contrario: "Queremos un Israel que vibre con los valores democráticos y judíos", declaró. "Un enorme número de estadounidenses piensa que el futuro de Israel está en el aire mientras no se alcance una solución al conflicto con los palestinos, basado en la coexistencia de dos Estados. Es un asunto de autopreservación, y además de justicia", dijo Ben Ami, quien lamentó que Netanyahu no tuviera tiempo para recibirle y en cambio hubiera cenado con la exgobernadora de Alaska Sarah Palin, en visita privada a Israel. "Un pequeño pero creciente grupo de fuerzas antidemocráticas quiere limitar el debate sobre Israel e intimidar a aquellos con los que no está de acuerdo", señaló J Street en un comunicado.

El repliegue de una parte de la sociedad israelí hacia posiciones defensivas y excluyentes se refleja también en una ley que ayer comenzó a debatir el Parlamento. La ley, si se aprueba, permitirá que en las pequeñas localidades los vecinos impidan el acceso a una vivienda a las personas que consideren "no adecuadas". El proyecto surgió poco después de que en diciembre un grupo de rabinos urgiera a los judíos a que no vendieran o alquilaran casas a los árabes israelíes.

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