_
_
_
_
_
Reportaje:

Emboscada de guerra en 'la banlieue'

La policía francesa repele a duras penas un inédito ataque ejecutado por delincuentes con un fusil de asalto Kaláshnikov en la periferia de París

Antonio Jiménez Barca

Los cuatro policías del furgón se quedaron aterrados y estupefactos. A las dos de la madrugada del domingo, cuando trasladaban a dos detenidos desde el hospital a la comisaría, en la Courneuve (Seine Saint-Denis), en la periferia parisiense, dos coches les cerraron el paso. De uno de ellos salió un sujeto encapuchado que con un fusil Kaláshnikov comenzó a ametrallarles. Uno de los detenidos salió corriendo del furgón con las manos esposadas mientras los policías repelían con sus pistolas la agresión. Los asaltantes huyeron. El preso que escapó fue atrapado nuevamente.

Pero los agentes, mientras examinaban los impactos de bala del fusil en el furgón y se tanteaban el cuerpo comprobando que no habían resultado heridos, seguían estupefactos: no era la primera vez que los policías sufrían emboscadas en la banlieue. De hecho, suele ocurrir muchos fines de semana. Pero sí que los jóvenes que atacan a la policía van armados con fusiles de asalto propios de un comando. Un capitán de policía de la región de Seine Saint-Denis lo explicó ayer en la televisión con cara de resignación: "La violencia de los barrios ha evolucionado". "¿Cómo pretenden que defendamos a los ciudadanos así?", añadió una agente de policía.

"Se ha evitado una catástrofe, pero ¿hasta cuándo?", pregunta un sindicato policial

¿Qué pretendían con esa emboscada? Algunos policías han comentado que el objetivo era, precisamente, liberar al joven que intentó huir. Se trata de Djamel H., de 23 años, un cabecilla del tráfico de drogas del barrio 4.000 Sud, en La Courneuve, una de esas zonas miserables que rodean París compuestas de ininterrumpidas colmenas de pisos. Otros policías creen que el ataque respondía a un ajuste de cuentas y que lo que perseguía el del fusil AK-47 era, precisamente, quitar a Djamel de en medio llevándose de paso por delante a los policías.

La ministra del Interior, Michèle Alliot-Marie, visitó ayer a los cuatro policías víctimas de la agresión y, alarmada ante la potencia del asalto, prometió más medios a los agentes, un castigo inminente a los atacantes y una vigilancia especial en el barrio de 4.000 Sud. Un representante de un sindicato policial replicó: "En la Courneuve se ha evitado una catástrofe, pero ¿hasta cuándo?".

La banlieue parisiense es un territorio altamente inflamable. En 2005, una protesta de los jóvenes de estos barrios llevada a cabo a base de quemar coches por la noche se extendió tanto que acabó convirtiéndose en un asunto de Estado. En determinadas zonas, la policía no es nada bienvenida. Un ejemplo: el 14 de marzo, un grupo de policías cayó en otra emboscada en Les Mureaux (Yvelines): los agentes acudieron a proteger a los bomberos, ocupados en sofocar un incendio que a la postre resultó parte de la trampa. De pronto, policías y bomberos se vieron envueltos en una batalla: cerca de 40 jóvenes comenzaron a lanzarles piedras y cócteles molotov. Diez policías resultaron heridos. Al final, fue necesario un despliegue de 300 policías ayudados desde el aire por un helicóptero para pacificar la zona.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete
Policías en el barrio periférico de París 4.000 Sud, en enero de 2006.
Policías en el barrio periférico de París 4.000 Sud, en enero de 2006.AFP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_