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Reportaje:Ola de cambio en el mundo islámico | El clan Gadafi

Espada del Islam, hijo y sucesor del dictador

La familia ha acaparado el poder y los negocios del país

Fernando Navarro

Muamar el Gadafi se pasó durante años recibiendo a jefes de Gobierno dentro de su tienda de beduino. Estaba, de alguna forma, simbolizando su concepto primitivo y férreo de las cuestiones de Estado. Más allá de sus conocidas excentricidades, la vida política del dictador libio ha girado siempre en torno al sentimiento de tribu y una confianza absoluta en el clan familiar.

Si en los primeros años de su régimen se rodeó de primos y cuñados para afianzarse tras el golpe de Estado que le llevó al poder en 1969, pasado el tiempo y aumentada la familia, Gadafi fue depositando responsabilidades y negocios en sus ocho hijos con el fin de tener bien atados todos los cabos en el país norteafricano. En octubre de 2009, ante una asamblea de jefes tribales y notables, no tuvo problemas en nombrar sucesor a su hijo, Saif el Islam, el mismo que el domingo lanzó un mensaje televisado cargado de amenazas para aterrorizar a la población que se manifestaba en las calles. Saif el Islam, que significa Espada del Islam, rompió con su imagen de supuesto reformista, cultivada por el propio régimen, y apeló al espíritu guerrero de su abuelo, que se enorgulleció hasta su muerte de haber sido herido en el campo de batalla combatiendo contra el Ejército colonial italiano, cuando dijo que su familia lucharía "hasta que caiga el último hombre".

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Según la organización Global Security, este arquitecto culto e inteligente de 38 años, que posee un estudio en Trípoli y es dueño de un grupo de medios informativos que incluye televisiones por satélite y periódicos, cuenta con el respaldo de su padre para sustituirle como "guía de la revolución". Con su doctorado en la London School of Economics, se ha convertido en el hijo predilecto del clan, pese a su falta de conocimientos militares, situándose en mejor posición que su hermano Mutasim, teniente coronel de 36 años que estaba en las apuestas a la sucesión y desempeña el cargo de asesor de seguridad nacional.

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El Islam apareció en la escena internacional en el año 2000 cuando negoció la liberación de unos rehenes apresados por terroristas islámicos en Filipinas. Desde entonces ha desempeñado funciones importantes en la gestión de conflictos, como el caso Lockerbie o el desmantelamiento del programa nuclear, que han permitido a Libia mejorar su imagen ante la comunidad internacional. A ese papel de mediador, que le dio cierto crédito en algunos círculos diplomáticos de Occidente, le acompañó un talante reformista con sus críticas a la vieja guardia y los comités revolucionarios que imponían la ortodoxia política. Sin embargo, aseguran algunos expertos, su apertura al exterior ha respondido mucho más a los fines comerciales que a la concesión de derechos y libertades.

El Islam, como Mutasim o Jamis, otro de los hijos, que es un hombre fuerte de las Fuerzas Armadas, representan al orgulloso y autoritario Gadafi. Pero, como en las viejas parábolas, siempre hay ovejas descarriadas que, en este caso, ilustran otros rasgos distintivos de la extravagante personalidad del líder libio. El Gadafi derrochador se encuentra en Al Saadi, de 37 años, que nunca ha mostrado interés por la política pero decidió invertir sus influencias en jugar al fútbol. Su sueño era convertirse en una estrella del calcio y lucirse en algún partido de la Liga de Campeones, pero se tuvo que conformar con vestir las camisetas del Perugia, Udinese y Sampdoria, disputando tan solo dos partidos a lo largo de tres Ligas italianas y enfrentándose además a una sanción por dopaje. Saadi, sin embargo, no se desanimó y decidió lanzarse al cine fundando una productora de películas del Oeste.

El Gadafi vividor se halla en Aníbal, de 34 años, propenso a la bronca y a saltarse las normas. En el verano de 2008 fue detenido en Ginebra por agredir a dos empleados del hotel en el que se alojaba con su esposa. Tras pasar dos noches en la cárcel y abonar una fianza de casi 300.000 euros, regresó a Libia y abrió una crisis diplomática. Su padre respondió reteniendo a dos hombres de negocios suizos y suspendiendo la venta de petróleo al país europeo. En 2004, Aníbal había sido ya arrestado en París por saltarse varios semáforos en rojo por los Campos Elíseos.

Y el Gadafi antiimperialista, de raíz panárabe, se esconde en su única hija, Aisha, de 30 años. En julio de 2004, se hizo bastante popular al unirse al equipo jurídico que defendió a Sadam Husein. En el conflicto diplomático de su hermano Aníbal en Suiza, se personó en Ginebra para advertir a las autoridades helvéticas: "Aplicaremos la política del ojo por ojo y diente por diente". En este caso, como también hizo Espada del Islam, tomó del padre el tono amenazador.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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