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Reportaje:El resurgir de los nacionalismos en Francia/ 6

El despertar cultural de Occitania

Occitania, cinco provincias, un tercio de Francia, más de 200.000 kilómetros cuadrados, catorce millones de habitantes y una lengua subdividida en numerosos dialectos, es demasiado grande, demasiado variada para engendrar un auténtico nacionalismo. «Occitania es un sentimiento", afirma un intelectual regionalista del sur de Francia, y se trata de un sentimiento que favorece un resurgir cultural que carece hasta el momento de matiz político. , corresponsal de EL PAIS en París, tras haber viajado por Córcega y Bretaña, analiza ahora, desde el sureste, francés, el fenómeno «occitanista».

«Mire usted, coja el mapa, fíjese atentamente en Occitania y ya habrá descubierto nuestro problema. Occitania representa un tercio del territorio del Estado francés. Los reyes de Francia necesitaron cuatro siglos para conquistar este espacio geográfico. Por ello, el sentimiento nacional no puede manifestarse como en el caso de un espacio reducido, con pocos habitantes, con un clima único. Por lo dicho, no existe una mentalidad nacional extendida.» Quien se dirige a EL PAIS es Robert Lafont, profesor universitario en Montpellier, vicepresidente del organismo cultural más importante de la región, denominado Instituto de Estudios Occitanos.A lo que dice el profesor sobre la magnitud determinante del «espacio occitano» hay que añadir trece millones de habitantes y 32 departamentos, de los 99 de toda la geografía gala, metidos en las cinco provincias históricas de Occitania: Limousin, Auvergne, Gascogne, Languedoc y Provence. La complejidad socioeconómica, cultural, y política creada por los datos anteriores, «tras varios siglos de colonialismo centralista, que ha manipulado estas realidades a su antojo y conveniencia, evidencian lo siguiente: si Córcega se independiza, no pasa nada. Si Bretaña se independiza, no pasa nada. Pero si Occitania lo consiguiera, se rompería el Estado francés, y Europa también, porque Occitania es la bisagra entre Europa del Sur y Europa del Norte».

Por esto, el cineasta Henri Moline, realizador de filmes occitanos, nos concreta: «Occitania es un sentimiento.» El escritor autóctono Jean Pierre Richardot ubica el problema más rigurosamente: «Occitania nunca ha constituido una entidad política, unificada e independiente. Pero nadie lo niega: existe una civilización occitana, en la que Roma está mucho más viva que en la civilización del norte de Francia. La Francia de la cuenca parisiense posee un carácter germánico mucho más acusado. Los occitanos son supervivientes del imperio romano. Ahora bien, de igual manera que en Córcega o Bretaña, aunque de manera más difusa, en Occitania se está produciendo el resurgimiento de una nación o, como diría Renan, la unión de gentes que quieren vivir juntas. Esto no quiere decir que los occitanos, obligatoriamente, vayan a constituir un Estado independiente, como puede ocurrir con los corsos. Pero el movimiento ha adquirido el peso suficiente como para profetizar que los meridionales, lo occitanos, ya no vivirán nunca más a la hora de París, del Norte. Los occitanos desean definitivamente recuperar su lengua y organizarse en función de su país, que ya no es solamente Francia.»

Unificación lingüística

La lengua occitana, o la lengua «d'Oc», o las lenguas d'Oc, porque se hablan varios dialectos en todo el espacio occitano, es el arma de vanguardia del renacimiento cultural en la Occitania actual. «Los lingüistas», explica el periodista de Aix-en-Provence Olivier-Vergniot, «son quienes han lanzado el movimiento occitano. En el origen existió la unidad de la lengua y, por ello, reconquistar esa unidad sería un punto de partida clave.»

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El neooccitanismo, como ha ocurrido con las diversas etnias que integran la Francia actual, fue puesto de relieve por las barricadas de mayo del 68. «En el origen», explica el señor Lafont, «igual que en el mundo entero, la reivindicación occitana responde a las mismas causas: la industrialización salvaje que siguió a la segunda guerra mundial, llevada a cabo por las multinacionales, y que tiende a la uniformización de los individuos y de los conjuntos sociales naturales. De aquí este renacimiento de la identidad propia, individual, social, económica, política. Los occitanos, motivados por este derecho a la diferencia, enumeran todos los colonialismos a los que les ha sometido el centralismo parisiense. «Para borramos del mapa en tanto que entidad, el colonialismo o genocidio cultural: el occitano no figura en la enseñanza oficial primaria, sólo algunas emisoras regionales ofrecen programas en oc durante un cuarto de hora a la semana. La prensa parisiense y sobre todo la radio y televisión estatales "aplastan y alienan todo ya todos". Colonialismo económico: en Occitania fracasó la industrialización, los nuevos ricos del país han invertido en el exterior y esta región se ha estancado en el relativo subdesarrollo que sufren todas las zonas periféricas francesas. Como Bretaña y Córcega, Occitania también ha quedado reducida a la explotación de la agricultura y de la equívoca industria turística.»

«Occitania se ha convertido en un país pobre», explica un militante regionalista. «Los salarios son inferiores a los de la media nacional. A otro nivel, Occitania es el equivalente de Andalucía en España. Hace algún tiempo apareció un anuncio revelador en la Depêche du Midi (diario importante de la región), en el que se ofrecía una fábrica de textiles y se subrayaba que la mano de obra era la más barata de Francia.» Consecuencia primera de este subdesarrollo: la emigración. Entre 1954 y 1962, de todo el espacio occitano huyeron hacia el Norte, a París principalmente, 168.550 personas, jóvenes en gran mayoría.

Otra consecuencia típica del país colonizado: «Occitania se está convirtiendo en el "paraíso militar" del Estado francés», explica el mismo interlocutor. «El campo militar de Larzac es el más conocido internacionalmente: París se apropiaría, tememos, de 20.000 hectáreas en un primer tiempo y después 40.000 más.» En resumidas cuentas, «desposesión de nuestras riquezas, todas en manos de los grandes trusts, sin posibilidad de ser escuchados por la Administración. Y, en tercer lugar, una cultura parisiense impuesta por el poder central.» Ya el célebre escritor Louis Ferdinand Celine (Viaje a los confines de la noche) escribía refiriéndose a esta zona del Sur: «Zona poblada por bastardos mediterráneos, parásitos arábigos, degenerados. Por debajo del río Loira no hay más que podredumbre, vagancia, infectos mestizos ennegrecidos.»

La «Occitania colonizada», de cara al «Estado colonizador», por ahora, apenas ha superado la oposición de tipo cultural basada principalmente en el resurgir de la lengua, hablada por millón y medio de occitanos y comprendida por unos cinco millones. Hace cinco años que realmente se produjo el despertar cultural al amparo de la candidatura occitanista a la presidencia de la República, presentada por Robert Lafont (no fue admitida porque no reunió las cien firmas válidas). En este terreno cultural, el occtanismo vive un reflorecimiento espectacular a través del Instituto de Estudios Occitano. El IEO se ha ramificado por todo el país y cuenta con 62 centros regionales. Se manifiestan una docena de teatros occitanos, dos asociaciones de cine y se publican cerca de medio centenar de publicaciones militantes.

¿Desembocará la reivindicación cultural en una lucha política? Hoy mismo, domingo, termina en Nimes un seminario sobre el occitanismo, organizado por el IEO, al que asiste el sociólogo francés Alain Touraine, que prepara un amplio estudio sobre el «caso» del país d'Oc. El fue quien nos resumió las conclusiones de su trabajo en el plano político referentes al presente y futuro occitanos: «Se plantean tres realidades. Una entidad cultural, una situación de relativo subdesarrollo y un colonialismo interno, es decir político, que tiene un aspecto represivo propulsado por el centralismo parisiense. En consecuencia, el problema consiste en saber cómo se van a superponer estas tres realidades para desembocar en una acción política. Teniendo en cuenta la situación actual francesa (fracaso de la izquierda, nacionalismos bretón, corso, vasco) y la crisis económica mundial, yo no creo que las gentes aquí se movilicen fácilmente. Y por ello la corriente autonomista chocará contra una especie de apatía. Ahora bien, esta situación de bloqueo, al amparo de conflictos sociales graves, como los de los agricultures a principio de los años setenta, que pueden reproducirse con cierta facilidad, favorecerá a los nacionalistas, superminoritarios, sí, pero que plantean una opción clara, la lucha por la independencia, y que quizá pueda provocar incidente o que, en definitiva, desembocarían en una lucha política clara.»

Dos tendencias

Además de otros muchos grupos, minúsculos y divididos, se manifiestan dos tendencias políticas: la más importante, la autonomista, denominada «Queremos vivir en el país» (fórmula inventada por el señor Lafont), y la independentista, liderada por el profesor Yves Rouquette y su hermano, cura, denominada «Larzac», seudónimo inspirado por el campo militar. Robert Lafont, por el contrario, reconoce la escasa influencia de su grupo autonomista, pero estima que los conflictos sociales le favorecerán. Muy particularmente cree que «la entrada de España en el Mercado Común ya ha sido un "despertador" para los agricultores de este país, y el día que los Estados negocien la ampliación de la CEE sin consultarnos a nosotros, como lo vienen haciendo, habremos ganado una batalla política. La construcción europea, tal como se está realizando, en beneficio de los grandes trusts internacionales, nos confrontará a las regiones pobres de Francia con otras regiones pobres de Europa, y las regiones ricas se harán más ricas. España no debería entrar en esta Europa. Nosotros decimos sí a una Europa de auténticas regiones naturales en la que cada una de ellas "decida"». Para el profesor Lafont, los minoritarios independentistas aún no son algo serio. Y él, como todos nuestros interlocutores, piensa que los partidos políticos de izquierda (los socialistas mandan en Occitania) «se interesan por el occitanismo para recuperarlo, pero no lo conseguirán».

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