_
_
_
_
_
Reportaje:

El 'rey de la fuga' escapa de nuevo

Michel Vaujour huyó de la prisión de La Santé en un helicóptero pilotado por su mujer

Soledad Gallego-Díaz

Las 50 mujeres que hacían cola el pasado día 26 en el patio de la prisión de La Santé, en París, para visitar a sus familiares presos prorrumpieron en una larga ovación: el rey de la fuga, Michel Vaujour, de 34 años, acababa de escaparse una vez más. Ante sus ojos y los de dos docenas de guardianes, Vaujour logró subir hasta el techó del edificio y montarse en un helicóptero que le esperaba en el aire. A los mandos del aparato se encontraba su esposa, Nadine Bourgain, una mujer pequeña e insignificante que logró sacar la licencia de piloto en menos de un mes y que preparó cuidadosamente la operación.

Michel Vaujour cumplía una condena de 18 años por robo a mano armada y tentativa de homicidio voluntario. Según la sentencia, hirió a un gendarme que intentó interceptarle cuando huía en moto con un amigo. Michel reconoció siempre el atraco, pero negó que fuera el autor de los disparos. El jurado no le creyó. Vatijour tenía ya una larga historia criminal y empezaba a ser conocido como un gran especialista en evasiones: seis en menos de 10 años. "Mi cliente", explica ahora su abogado, Antoine Deguoines, "es un hombre inestable e impulsivo, dotado de una gran inteligencia. Es también un hombre apasionado que no puede soportar la prisión". "He conocido en la cárcel a hombres que llevaban 20 años detenidos, y les aseguro que prefiero estar muerto", gritó Vaujour a quienes le condenaron.Nadine, su mujer, sabía muy bien que Michel era incapaz de soportar más de dos años seguidos en prisión. Ella le conoció a mediados de los setenta, cuando era una jovencita seria, dividida entre la influencia de sus padres (un severo cerrajero y una representante de comercio) y la de su hermano, Gilles, que se relacionó pronto con el mundo del milieu (la delincuencia organizada) y que terminó sus días en 1983 en el asalto frustrado a un furgón blindado. Su relación fue accidentada, siempre huyendo por media Francia, y aprovechando las pequeñas interrupciones en las que Michel lograba, de uno u otro modo, la libertad. En 1979 ella se quedó embarazada y decidieron casarse: la boda tuvo lugar en la cárcel porque la policía acababa de poner fin a una de las correrías del novio.

Fue desde el primer momento un amor loco. Él, pequeño, nervioso y seco, con los ojos azules y fama de duro, le escribía desde la cárcel poemas de amor concienzudamente trabajados. Ella le contestaba con largas cartas llenas de pequeños detalles de su vida cotidiana. "Michel, no te preocupes, yo te sacaré", le dijo Nadine el día en que le condenaron a 18 años.

Pasó el tiempo, y la pequeña mujer cumplió su promesa. La policía cree que fue ella quien preparó minuciosamente la escapada. Meses de trabajo tranquilo para convencer a los gendarmes de que llevaba una vida tradicional, ocupada de su pequeña hija Marlene y con las visitas semanales a La Santé. Meses de comportarse ante los vecinos como una mujer resignada a su suerte. Todo ello al mismo tiempo que se procuraba una identidad falsa como Lena Rigon, nacida en Estocolmo, anticuaria de profesión y -detalle coqueto- tres años más joven de lo que es en realidad, que se matriculaba en un curso para obtener la licencia de piloto de helicópteros.

Despegó normalmente

"Era una joven tímida, reservada y amable, que llamaba mucho a su madre y que le preguntaba cómo estaban los gatos de la familia", recuerda el director de la escuela, Guy Coissard. Nadine pagó religiosamente los 32.000 francos (640.000 pesetas) que costaba el curso y se puso a estudiar como una loca. "Siempre la poníamos de ejemplo con los otros alumnos". Coissard no puede ocultar que está orgulloso de los buenos resultados de su método de enseñanza: "La chica consiguió 58 puntos sobre 60 en el examen oficial, algo que está muy cerca de la perfección", explica.Con la licencia en el bolsillo, Lena esperó todavía varios meses. Cada 15 o 20 días acudía a un club donde, mediante el pago de 44.000 pesetas la hora, se puede alquilar un helicóptero. Lo importante era hacer prácticas, y sobre todo convertirse en un cliente habitual que no despertara sospechas. El empleado del club recuerda que siempre elegía el mismo tipo de aparato, un Alouette II, y que nunca tuvo el menor incidente. "Era una piloto seria y responsable, con un dominio total del helicóptero", asegura.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Por fin, el pasado lunes 26 de mayo todo estuvo a punto. Nadine acudió a las diez de la mañana al club, acompañada por un hombre que no abrió la boca, y pidió, como siempre, su helicóptero favorito. Despegó normalmente 20 minutos más tarde, pero tomó tierra poco después para cambiar las placas de matrícula y colocar unas falsas. Así, cuando la policía identificara el aparato perdería algún tiempo buscando su procedencia. El Alouette II pasó cerca del helipuerto de París a una altura demasiado baja y la policía intentó entrar en contacto por radio con él, sin obtener respuesta. Unos minutos después estaba sobre la prisión de La Santé, prácticamente detenido en el aire, a un metro del techo. Los guardianes miraron hacia el aparato sin comprender, hasta que vieron dos hombres encaramarse al tejado. Uno de ellos, Michel, se asió a los patines del helicóptero y se izó al punto hasta la cabina. El otro, un pequeño delincuente llamado Régis Hernández, se quedó en tierra. Unos dicen que no fue capaz de subir y que el helicóptero no le esperó. Otros afirman, por el contrario, que Hernández nunca pensó en escaparse y que se limitó a ayudar a Vaujour. Tres minutos después el Alouette emprendía el vuelo entre los irónicos aplausos de los espectadores.

"Nosotros no disparamos", explica el director de La Santé, "porque hubiera sido mucho peor que el helicóptero se estrellara contra la calle, un lugar muy concurrido". "Los policías no sabían qué hacer", le contradice una de las mujeres que estaba haciendo cola, "corrían de un lado para otro gritando órdenes sin sentido. En cualquier caso, tengo que decir que los que se escaparon me alegraron la mañana".

El helicóptero fue encontrado poco después en el campo de deportes de la ciudad universitaria. Michel, Nadine y su misterioso amigo habían desaparecido. Hace ya casi una semana que la policía les busca por toda Francia. "La mujer no se escapará esta vez", explican los gendarmes, "cuando les echemos el guante ella también irá a parar a la cárcel. Hasta ahora nunca habíamos podido implicarla en los delitos de su marido".

El Ministerio del Interior está convencido de que terminará por detenerles de nuevo. "En 1981 hubo dos presos que se escaparon por el mismo procedimiento y logramos capturarles a los pocos meses", aseguran. Hace cinco años, dos delincuentes secuestraron un helicóptero y obligaron al piloto a aterrizar en el campo de fútbol de la prisión de Fleury Merogis, en mitad de un partido. Dos de los jugadores, echaron a correr y se subieron al aparato sin que nadie pudiera reaccionar. "A partir de entonces ordenamos que se colocaran redes sobre los patios y zonas de paseo de las prisiones", explica un portavoz del ministerio. Imposible evitar, sin embargo, una fuga como la de Vaoujor. "Y eso que conociendo sus antecedentes le habíamos trasladado a La Santé, que tiene fama de muy segura".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_