_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

François Hollande

Acaba de ganar las primarias un fiel discípulo de la fábula de La Fontaine La liebre y la tortuga. A la hora de competir por la candidatura, se acordó del consejo aprendido de memoria por los jóvenes franceses en la escuela republicana: "No por mucho madrugar amanece más temprano". Es François Hollande, el candidato oficial del Partido Socialista francés a las presidenciales de mayo de 2012. El resultado era bastante previsible, aunque la lucha fue amarga, pues Hollande se había perfilado desde hacía meses, mientras Martine Aubry, primera secretaria del partido, estaba esperando la decisión de Dominique Strauss-Kahn, que salió como sabemos. En cierto modo, Aubry es víctima de su pacto secreto del verano pasado en Marrakech con el entonces director del FMI, según el cual ella no se presentaría si él lo hacía. Aubry no pudo superar el argumento defendido por sus adversarios, los otros cinco candidatos que se enfrentaron en la primera vuelta, que afirmaron al unísono que ella era no una candidata, sino una "sustituta".

Si el candidato socialista gana, el problema surgirá después. El principal reto en Francia es el empleo

Queda por saber ahora si Hollande puede ganar en las presidenciales frente a Nicolas Sarkozy. Salvo una crisis gravísima de la economía que podría trastornar el mapa político, hay muchas razones para apostar por la victoria de Hollande.

Primero, desde el comienzo de la V República (1958), nunca jamás un presidente había estado tan bajo en los sondeos y nunca había generado tanto rechazo por parte de importantes grupos de la población. Dicho claramente, en una República en la que el presidente es un símbolo de la nación y una autoridad moral (esencia de la psicología republicana), Sarkozy sufre hoy en día una falta de respeto personal poco compatible con su función. Y eso tanto por razones justificadas como, hay que confesarlo también, por malas razones, pues no se puede decir que haya actuado mal en todo.

Segundo, y como consecuencia de lo anterior, el presidente en funciones ha provocado una movilización en su contra difícil de detener. La izquierda, desmotivada estos últimos años, paradójicamente se ha vuelto a movilizar por este rechazo a todo lo que representa Sarkozy. Así que habrá una participación alta en las elecciones de mayo de 2012.

Tercero, Nicolas Sarkozy ha perdido todas las elecciones de los últimos cinco años, incluso las parciales, siempre consideradas en Francia como un barómetro indicativo de las tendencias electorales profundas. Más aún, la pérdida de la mayoría en el Senado tiene un significado particular: es la primera vez desde 1958 que la "Francia profunda" vota en contra de la derecha.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Cuarto, la estrategia de Sarkozy provocó también una crítica dura por parte del Frente Nacional, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen. Las transferencias de votos no se van a hacer fácilmente a favor de Sarkozy (y fueron esos votos los que permitieron su victoria en 2007). En cambio, ahora, Hollande puede obtener un acuerdo entre las dos vueltas electorales con el candidato centrista François Bayrou, aunque tendrá que pagarlo dentro del Partido Socialista. Un acuerdo para ganar.

Quinto, la derecha está dividida y ya han empezado los "posicionamientos" para después de las presidenciales entre los "posibles" líderes de la derecha (Alain Juppé, Dominique de Villepin...).

Si Hollande gana, el verdadero problema surgirá después. El principal reto en Francia es el del empleo. Ahora bien, las propuestas de la izquierda están muy por debajo de las necesidades: será difícil mantener una disciplina presupuestaria como lo propone Hollande y, a la vez, crear empleos. Sin una política de incentivo fiscal y de relanzamiento, los socialistas no podrán responder a las expectativas del pueblo francés. Por ahora se benefician no tanto de una adhesión a su programa, sino del rechazo, a veces irracional, a la persona y a la política de Sarkozy. Eso no bastará para ganar las elecciones municipales de 2014, que van a ser muy duras para la izquierda. De momento, aunque no lo tiene fácil frente a un Sarkozy conocido por su gran capacidad de manipulación, Hollande ha ganado ya las primarias merced al apoyo de los otros cinco candidatos. Pero las primarias demostraron la existencia de un electorado de izquierda muy politizado. Arnaud Montebourg consiguió mas del 15% con una línea de izquierda republicana, antiglobalización. Esta línea ha sido representada, más o menos, en el último congreso del Partido Socialista por Benoit Hamon, también joven abogado de una vía alternativa al social-liberalismo de Hollande. Ahora bien, estas corrientes no tienen intención de callarse. Así que: ¡buena suerte, querido François!

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_