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Reportaje:El tráfico de armas y la "conexión libia" / 1

Dos ex agentes de la CIA suministraron a Gadafi armamento sofisticado

Hace cinco años, dos antiguos agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, Edwin P. Wilson y Frank E. Terpil, concluyeron un negocio con el coronel Muamar el Gadafi, presidente de Libia. En esencia, los ex agentes de la CIA, ahora socios en un negocio de exportación-importación, acordaron vender a Gadafi sus contactos, experiencia y conocimientos técnicos acumulados durante años de trabajo en la Agencia Central de Inteligencia, de Estados Unidos. Vendían un producto que no se podía comprar en el mercado abierto.Utilizando la tapadera de su negocio de exportación-importación, se supone que Wilson y Terpil han ayudado a Libia a montar una fábrica para la producción de armas para atentados; que han participado ellos mismos en los planes de asesinatos políticos de Gadafi; que han reclutado a docenas de antiguos boinas verdes para adiestrar a soldados libios y a terroristas árabes en el manejo de explosivos; que han enviado ilegalmente a Libia armamentos y otros materiales bélicos utilizando certificados de exportación del Departamento de Estado falsificados, y que han implicado en sus proyectos a otros ex agentes de la CIA.

El Gobierno norteamericano tiene conocimiento de la conexión Gadafi desde el otoño de 1976. En aquella época, Kevin P. Mulcahy, que era entonces socio de Wilson y Terpil, expuso a la CIA y FBI (Oficina Federal de Investigación) sus dudas sobre la legalidad y la ética de los negocios de su empresa con Libia.

Kevin Mulcahy se ha decidido ahora a contar todo públicamente por primera vez. Está cansado de esperar a que acabe esta etapa de su vida. Quiere que su nombre pueda volver a aparecer en la guía de teléfonos, tener permiso de conducir con su nombre verdadero, votar, tener un piso a su nombre, dejar de vivir como si hubiera sido él, y no Wilson y Terpil, el que hubiera sido procesado por actuaciones delictivas.

Ed Wilson estaba dirigiendo lo que resultaba ser una versión actualizada del complejo militar-industrial en el que antiguos miembros de la CIA y ex militares habían reunido su experiencia de Gobierno, sus contactos y sus conocimientos para utilizarlos en su propio beneficio económico, sin tener en cuenta el daño que podrían hacer a su propio país.

Implicaciones preocupantes

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Las autoridades federales reconocen que las implicaciones de esta red son profundamente inquietantes. Gadafi ha utilizado obviamente los materiales y el cono cimiento técnico proporcionados por Wilson y Terpil en su apoyo a grupos tales como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), las Brigadas Rojas italianas, el Ejército Rojo japonés, la banda Baader-Meinhof, de Alemania, y el Ejército Republicano Irlandés (IRA). Se sospecha que Gadafi ha ordenado el asesinato de, al menos, diez enemigos políticos, tanto en Europa como en Oriente Próximo.

Kevin Mulcahy, que trabajó en la CIA como especialista en comunicaciones y en tecnología de ordenadores, no era, ni mucho menos, inocente cuando se decidió a revelar de qué manera funcionaba el negocio de exportación-importación. Mulcahy, que tiene actualmente 38 años, comenzó a trabajar para la CIA en 1963, después de haber hecho el servicio militar como radiooperador en la Marina de Estados Unidos. En 1968, dejó su empleo en la Agencia para trabajar en la industria electrónica. Ocupó una serie de puestos de cada vez mayor responsabilidad en la industria de ordenadores, hasta que un grave problema de bebida le llevó a Alcohólicos Anónimos, una organización para la regeneración de alcohólicos, y desembocó en un doloroso divorcio.

En otoño de 1974, Mulcahy había logrado superar su alcoholismo y, tras dejar la industria de ordenadores, comenzó a trabajar de asistente social en un centro de tratamiento de alcohólicos y drogadictos en Virginia. En 1975 estaba intentando crear una serie de hogares para ex alcohólicos y ex drogadictos y estaba luchando por conseguir subvenciones del Gobierno federal.

Por simple casualidad, Mulcahy alquiló una casa a una tal Bárbara Wilson, la esposa de Edwin P. Wilson. Ed Wilson, de 52 años, gozaba de cierta fama dentro de la CIA de ser un agente hábil y de confianza. Wilson abrió su negocio de exportación-importación a principios de la década de los setenta, cuando todavía trabajaba como asesor de una unidad de inteligencia de la Armada que tenía acceso a altos secretos.

Oferta interesante

Unos meses después, Wilson le hizo una oferta a Mulcahy que éste no podía rechazar: si Mulcahy trabajaba en su oficina de Washington durante, al menos, un año, obtendría como gratificación una casa de campo de nueve habitaciones propiedad de Wilson que podría utilizar como hogar para jóvenes con problemas. Mulcahy tendría unos ingresos garantizados de 50.000 dólares al año, más gastos y comisiones. "No tenía la mínima sospecha sobre el trabajo", recuerda Mulcahy, y empezó a trabajar con todas sus ganas.

La mayoría de los negocios se hacía legítima y abiertamente, y consistían en la venta de equipos de alta tecnología. Mulcahy era el encargado de conseguir las licencias de exportación, las cartas de crédito internacionales y arreglar los envíos, así como de decidir qué equipo de qué fabricante reunía las especificaciones del pedido.

Mulcahy pasó la prueba. A comienzos de la primavera de 1976, Wilson te presentó a Frank Terpil, de 41 años (Frank Terpil ha sido recientemente sentenciado in absentia a 53 años de cárcel por la venta de ametralladoras y municiones a un agente federal que actuó de cebo). Terpil había trabajado unos siete años para la CIA como técnico en comunicaciones, pero se vio obligado a dimitir en 1971, tras una serie de comprometedoras aventuras privadas, entre ellas, un intento de introducir bebidas alcohólicas de contrabando en la India.

Los tres hombres decidieron crear una nueva compañía, con el nombre de Inter-Technology, SA, con el propósito exclusivo de vender material de comunicaciones a alta velocidad y ordenadores a países extranjeros. Los equipos se compraban legalmente a empresas norteamericanas.

Los contactos de Wilson parecían inagotables. Ed Wílson tenía amistad, como más tarde averiguaron Mulcahy y los investigadores federales, con muchos legisladores, entre ellos los senadores Strom Thurmond, de Carolina del Sur, y el ya fallecido John McCIellan, de Arkansas, y con el congresista Silvio Conte, de Massachusetts. Podía telefonear a uno de los contactos del Departamento del Tesoro y en quince minutos disponer de los más secretos informes económicos de un cliente potencial. Pero, a finales de mayo de 1976, Wilson fue más allá: llamó a Theodore Shackley, un destacado funcionario de la CIA que ocupaba por entonces el cargo de ayudante del vicedirector de operaciones clandestinas, uno de los cargos más importantes de la Agencia.

Wilson acordó una cita en casa de Shackley. Wilson le presentó a Mulcahy, y le dijo a Shackley que él y Terpil estaban planeando viajar a Trípoli para ver a Gadafi. "En ese momento estaba seguro de que todo no era más que una tapadera de la Agencia", recuerda Mulcahy. "Pensé que Ed estaba en la CIA". En una entrevista, Shalckley confirmó la versión de Mulcahy sobre la reunión, y dijo que, igual que delulcahy, desconocía los planes de Wilson de apoyar el programa terrorista de Gadafi.

Relojes detonadores

Tras el encuentro con Shackley, Mulcahy entró en la operación libia. Gadafi les había hecho un pedido a Wilson y Terpil de cientos de miles de detonadores automáticos capaces de activar explosivos a una hora indicada. Wilson y Terpil no le informaron a Mulcahy de la verdadera finalidad de los relojes; le hicieron creer que Gadafi los necesitaba para limpiar los puertos y antiguos campos de batalla de minas, haciéndolas estallar sin peligro.

Había que hacer una demostración de los detonadores ante los altos oficiales militares y los servicios de inteligencia de Gadafi en junio de ese año en Libia, y Wilson y Terpil tenían que encontrar un fabricante de manera inmediata. Decidieron explotar una empresa colaboradora habitual de la CIA, los laboratorios American Electronic de Colmar, en Pensilvania, y de Falls Church, en Virginia, que desde hacía tiempo abastecían a la Agencia de parte de su material electrónico y de comunicaciones más reservado.

En junio, que era cuando hacían falta diez prototipos de detonadores, se concertaron una serie de reuniones en un bar de Virginia entre tres empleados de Wilson, junto con William Weisenburger, por entonces funcionario en activo de la CIA, y dos empleados de American Electronic, uno de los cuales era también agente de la CIA, operando bajo nombre falso. Weisenburger y los empleados de American Electroníc acordaron trabajar en privado durante el fin de semana, para producir diez prototipos de mecanismos detonantes, a un coste de 1.500 dólares por unidad (diez veces su coste verdadero).

Mulcahy estaba empezando a saborear la vida de un agente de venta internacional, y le gustaba. En junio viajó al Reino Unido. Se hospedó en hoteles de primera clase. En el Reino Unido, según Mulcahy, Terpil le preguntó si quería ganar,5.000 dólares en su vuelo de regreso a Washington, dando un rodeo por El Cairo para dejar allí un revólver frío, un revólver sin número de identificación de serie.

Mulcahy se negó a entregar el arma, pero unos meses después se enteró de que Gadafi había dado a Terpil y Wilson un contrato de un millón de dólares para asesinar a Umar Abdullah Muhayshi, un disidente libio que había tomado parte en una conspiración para derribar el régimen de Gadafi. Wilson había, a su vez, subcontratado el asesinato a tres cubanos anticastristas en Miami..

La línea de la legalidad

Durante ese verano, Mulcahy anduvo cada vez más cerca de la ilegalidad y, en al menos un caso, la traspasó. Recuerda que Wilson y Terpil estaban vendiendo municiones, equipo de comunicaciones y mecanismos con visión de noche, cuya venta estaba muy restringida sin el permiso previo de la oficina de control de municiones del Departamento de Estado y de la de control de exportaciones, del Departamento de Comercio. En un caso, Wilson y Terpil compraron un vehículo del Ejército de Estados Unidos equipado con equipo de vigilancia nocturna para su envío a Libia, violando de manera directa todas las regulaciones al respecto.

En julio de 1976, tras su regreso del Reino Unido, Mulcahy se enteró de que tan sólo seis de los diez dispositivos detonantes enviados a Libia habían funcionado. La reacción libia le resultó sorprendente: a pesar de que casi la mitad de los mecanismos no habían funcionado, los libios seguían dispuestos a hacer un pedido de 100.000 unidades para su entrega inmediata.

Unas semanas después, Terpil regresó de una visita a Libia con un aumento en el pedido de hasta 300.000 detonadores automáticos. "No tuve ninguna sospecha", dice Mulcahy, "hasta que Frank vino con el pedido de 300.000 unidades".

Fue entonces cuando Mulcahy comprendió que la historia de Wilson de la limpieza de minas en Libia era falsa, pero pensó que estaba encubriendo una operación de la CIA, y no actuando como tapadera de un programa de apoyo a grupos terroristas".

Por entonces, estaba claro que no se les podía convencer a los directores de American Electronic para que fabricaran 300.000 detonadores sin que antes verificasen el pedido con la CIA. Pero había otro obstáculo: había que encontrar un fabricante que pudiera empezar a entregar los detonadores en un plazo de 45 días. Se preparó otra reunión nocturna en un bar de Virginia con Mulcahy y los representantes de otra compañía habitual abastecedora de la CIA: Scientific Communications, SA, de Dallas. La companía la había encontrado Terpil; su presidente, Joe L. Halpain, aceptó posteriormente fabricar quinientos prototi pos de detonadores automáticos en un plazo de treinta días.

Mulcahy supo más tarde que el contrato final con Gadafi, especificaba un pago total de 35 millones de dólares por 300.000 unidades, cuyo coste real sería alrededor de dos millones y medio de dólares.

Armas para atentados

Wilson había prometido a los libios la ínstalación cerca de Trípoli de un laboratorio de fabricación de armarnento para operaciones de asesinato el agosto de ese año. Gadafi, por su parte, había prometido pagarle un millón de dólares en efectivo a la llegada del primer envío de detonadores, explosivos y cualquier otro equipo que fuera necesario.

Scientific Cominunications cumplió la prornesa de entregar los prototipos de detonadores el el plazo de treinta días, mayor dificultad presentaba la compra de los explosivos químicos volátiles necesarios para la fabricación de los artefactos para atentados y su envío a Libia. Entre los explosivos que se necesitaban están el TNT v una variedad de plásticos mortales, entre ellos el RDX, clasificados como explosivos de la clase A por el Departamento de Transportes, y que, como tal, no podían embarcarse en aviones de pasajeros y carga.

Wilson y Terpil volvieron a acudir a las compañías colaboradoras de la CIA y descubrieron una compañía califórmana, J. S. Brower y Asociados, de Pomona, que aceptó proveer los productos químicos, todos ellos considerados artículos de defensa que no podían exportarse sin un permiso federal.

Quedaba aún un problema: cómo hacer llegar los detonadores y los explosivos a Libia. A principios de agosto, Terpil concertó una cita con Jerome S. Brower, el presidente de Brower y Asociados, de 61 años de edad. Se le mostró una lista de todos los productos químicos que Inter-Technology necesitaba comprar para la operación con Libia.

Wilson explicó que la compañía estaba montando un laboratorio en Trípoll y estaba realizando unas pruebas de demostración. Brover aumentó inmediatamente el precio y exigió parte del pago por adelantado. Wilson y Terpil aceptaron pagar cerca de 38.000 dólares a cuenta, y el empresario califórniano "llamó a su fábrica , habló con su esposa, Peggy, y, con el director de la fábrica y les explicó corno tenían que embalar los productos qUírniCOS".

RDX, el producto químico y más inestable, tenía que ser colocado dentro de unos barriles de unos doscientos litros y había que rellenar los barriles con una sustancia gelatinosa. Los explosivos tenían que ser enviados a la costa Este, al aeropuerto Dulles de Washington, etiquetados como "disolvente industrial", en los primeros vuelos de pasajeros que dispusieran de espacio.

Todas las personas relacionadas con la operación comprendían las implicaciones de lo que estaban haciendo. Segín Mulcahy: "La nitroglicerina podía liaber explotado si el avión hubiera caído en una bolsa de aire".

Leve condena

Brower fue procesado en abril de 1980,junto con Wilson y Terpil, por su participacion en una conspiración para el envio de explosivos con conocimiento de que serían utilizados para "matar, herir e intimidar a personas". Tras declararse culpable y aceptar colaborar con los investigadores federales, fue sentenciado a pagar una multa de 5.000 dólares y, a cinco anos de cárcel, con la condena suspendida a excepción de cuatro meses, qu tuvo que cumplir. A Finales de agosto, Mulcahy que todavía no había revelado sus serias dudas a nadie, se encontraba de viaje de negocios en Copenhague. Terpil y Wilson le enviaron un telegrama urgente: Mulcahy tenía que interrumpir su viaje y regresar a Washington para las negociaciones con la compañía General Dynamics para la compra de uno de sus misiles tierra-aire Red eye.

El misil, cuya exportación a Libia estaba prohibida por la ley, se dispara desde el hombro y tiene un componente localizador de fuentes de calor que le permite rastrear y, destruir un avión en vuelo. Los israelíes lo utilizaron ampliamente y, con resultados muy positivos durante la guerra de 1973.

"Yo no tenía que preocuparme del papeleo", dice MUlcahy. "Terpil y Wilson tenían un piloto en Pensilvania que volarla donde hiciera falta. Una vez sobre el océano, fuera de la jurisdicción norteamericana, cambiaría la ruta señalada en los documentos". Si se conseguía comprar el misil, el piloto se liniltaría a carrihiar el destinatario indicado en la licencia de exportación, que sería algún aliado de confianza, algún país de la OTAN, por ejemplo Libia.

A Mulcahy le irritó esta misión repentina y lo discutió con uno de sus socios en Copenhague. "Mi amigo me dijo que la única razón por la que Libia podía desear un misil Redeye era para emplearlo en un ataque terrorista", dice Mulcahy. "Pensamos que quizá Gadafi quisiera ser el primero en derribar un Bocing 747.

Mulcahy, incapaz de dormir, anduvo por las calles de Copenhague. "Vi amanecer en Copenhague", recuerda; "inmediatamente supe lo que debía hacer: regresar rápidamente a Washington. Tenía que averiguar qué documentos existían en el despacho de InterTechnology que compartía con Wilson y Terpil. Tenía la sensación de que Frank y Ed le estaban dando a Gadafi todo lo que les pedía".

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