_
_
_
_
_

Los 117 procesados en Guinea por el motín de Bioko denuncian torturas

Ramón Lobo

El macrojuicio contra 117 personas de la etnia bubi (cuatro de ellas de nacionalidad española) acusadas de terrorismo, secesión y traición se inició ayer en Malabo en medio de una fuerte expectación. Se juzgan hechos ocurridos el pasado 21 de enero, cuando militantes del Movimiento para la Autodeterminación de la Isla de Bioko atacaron tres puestos policiales en Luba y mataron a cuatro soldados y un civil. Algunos detenidos presentaban signos de violencia: orejas rotas, quemaduras de cigarrillos en las piernas, pechos o brazos... «El 95% de nosotros hemos sido torturados», afirmó Martín Puye, uno de los procesados.

Los procesados en el macrojuicio militar de Malabo afrontan una condena de muerte

En esta diminuta y bella ciudad tropical nadie se atreve a hacer conjeturas. «Lo más probable es que haya varias penas de muerte», asegura un observador occidental, «y que después las conmuten para no hacer mártires que generen en el futuro una verdadera rebelión bubi(...)El problema es que cuatro de los muertos son militares y el presidente (Teodoro) Obiang también tiene que satisfacer a su entorno». «El hecho de que hayan permitido la entrada en el país de periodistas y de dos observadores de Amnistía Internacional es un buen síntoma», añade. Una monja, menos acostumbrada al lenguaje alambicado de la política, lo definió como un milagro.El fiscal militar, el comandante Roman Bibang, presentó su caso como una conspiración bubi contra los fang. Habló de las ramificaciones internacionales en Nigeria (hay tres detenidos de ese país, uno de los cuales, Francis, murió en prisión) y en España (donde mezcló a la Legión, pues dos de los españoles hicieron la mili en ese cuerpo). Bibang inició sus preguntas con los nigerianos supervivientes, Levit y Dominique. Les interrogó con insistencia sobre la compra de armas y el reclutamiento de mercenarios. A su vera, a sólo cuatro metros, se extendía una ringlera de objetos que más parecían un mercadillo que un arsenal de guerra: tres pistolas, dos escopetas recortadas y tres completas, una granada de mano, un bote de Nescafé, unas botas de gran tamaño y varios paquetes de tabaco local. Son las pruebas de la rebelión.

Sólo uno de los declarantes se atrevió a denunciar los malos tratos ante el tribunal. Fue Gregorio Bomagasi, quien hablaba con un hilo de voz. «¡Más alto!», le exigió el fiscal. «No puedo, tengo la mandíbula rota por los interrogatorios», le respondió. Hoy se reanuda la vista en Malabo. El presidente del tribunal, el coronel Santiago Mouma, espera acabar en la tarde. Quedan por declarar los españoles y, tal vez, lo más importante, escuchar a los abogados defensores, cuyo papel ayer, fue el de convidados de piedra. Inconvenientes del Código Militar de Franco.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_