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Reportaje:

El poder de los brujos en Guinea

Las elecciones presidenciales de 2003 y el apoyo de los hechiceros de Mongomo, claves de la represión política en Guinea Ecuatorial

Ramón Lobo

Tras leer la solicitud de 18 penas de muerte, el fiscal Serafín Ondó se calzó unas gafas de sol de todo a cien recostándose henchido en su asiento del tribunal de Malabo. Nadie cree que el tribunal pueda dictar una sentencia justa. La dureza del informe final del ministerio público deja escaso margen a quienes dependen de la voluntad del primer magistrado de Guinea Ecuatorial, el título más que honorífico del presidente Teodoro Obiang Nguema. La condena, ya decidida, tiene como fin laminar a la oposición democrática. Las claves de la represión, que ha llevado a juicio a 144 personas, la mayoría del clan que copa el poder, son políticas, pero no bastan para interpretar la realidad si no se salpimienta de luchas tribales y brujería.

Nadie cree que pueda haber una sentencia justa en el juicio contra 144 opositores

Los hechiceros de la tribu ncodjuén (a la que pertenecen la mayoría de los detenidos) revistieron a Francisco Macías de un gran poder. Por ello, sostienen, fue el primer jefe de Estado ecuatoguineano tras la independencia de España. Éste, logrado su objetivo, traicionó las promesas efectuadas a los brujos de Mongomo y fue derrocado en 1979 por su sobrino, Teodoro Obiang Nguema, y fusilado.

El nuevo presidente pactó con los mismos hechiceros y atrajo a su régimen a un líder ncodjuén, Felipe Ondó, un antiespañolista que fue ministro de Educación y de Cultura con Macías, según fuentes de Malabo conocedoras del tema. De este modo, el equilibrio quedó sellado. En 1994, tras retornar de un viaje por Estados Unidos, Felipe Ondó, converso a la democracia, rompió con Obiang, abandonó su puesto en la presidencia del Parlamento y promovió un partido, el Frente Demócrata Republicano (FDR), aún no legalizado. Obiang se apoyó entonces en otra facción ncodjuén, la encabezada por la familia de Julián Ondó, ministro del Interior, y su hermano Guillermo Nguema Elá, titular de Economía.

Cuando éste deja el Ejecutivo y se autoexilia en Gabón uniéndose en 1997 a Felipe, Obiang da un ultimátum a Julián: familia o Gobierno, y el ministro del Interior opta por exiliarse en España. La ruptura con los ncodjuén era un hecho. El presidente, como Macías, se quedaba sin apoyo de los hechiceros de ésa y de otras tribus de Mongomo, como los obuk, de gran importancia. Los ancianos le pronosticaron que su sucesor no sería esangui, como Macías y el propio Obiang, sino un ncodjuén. Los brujos entregaron los poderes a Felipe Ondó.

El presidente se ha hecho traer hechiceros de Gabón, Camerún y Ghana para contrarrestar a Ondó, según diversas fuentes en Guinea, pero no está seguro de haberlo conseguido. Durante la detención de quien fuera su presidente del Parlamento, la policía le condujo al bosque donde tres nigromantes adictos le suministraron brebajes para arrancarle el alma. Pero el presidente no está tranquilo ni con Felipe en la prisión de Black Beach. Le quiere muerto, por eso puede ser condenado y ejecutado antes de que la presión occidental (y de las petroleras) lo impida.

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La otra lectura, más europea, es política. En febrero de 2003 debe haber elecciones presidenciales. En las municipales de 1995, con la oposición unida y las urnas vírgenes, ésta venció en 25 de los 27 municipios. Con los datos provisionales en la mano, el régimen paró el escrutinio e inició el baile de papeletas. En unas negociaciones, en las que España jugó una labor destacada, se selló el apaño: sólo siete municipios. La oposición, azuzada desde el exterior, aceptó. Al día siguiente, el régimen lanzó una campaña represiva. Desde ese año, el presidente vence con el 99% de los votos y luego la policía busca a ese 1% de los desafectos.

Existe un multipartidismo formal: una ensalada de siglas de grupos de tres o cuatro personas, creados por el régimen para cultivar una imagen y que, según su proceder, son premiados con cargos en el Gobierno (dinero). Sólo la Convergencia para la Democracia Social (CPDS) de Plácido Micó, para el que piden 30 años de cárcel, el no legalizado FDR de Felipe Ondó, una facción de Unión Popular, cuyo dirigente, Fabián Nsué, vive en Black Beach con las muñecas rotas, y personalidades del disuelto Partido del Progreso (de Severo Moto, también con posible pena capital) son la única oposición, de ahí su persecución.

El juicio de Malabo, que el viernes quedó visto para sentencia, es, a entender de los diplomáticos, un brusco salto atrás. El CPDS, que teme la ilegalización, augura una campaña muy dura. Su candidato, Celestino Balake, no tiene posibilidades en unas urnas amañadas y sin observadores. Pero el régimen temía, sobre todo, al FDR, que representa la quiebra dentro del clan de Mongomo, en una eventual alianza con el CPDS. Otra coalición opositora sumada a una cierta presión podría embrollar el cambalache. Hace años, un embajador propuso al sistema aceptar 20 diputados de la oposición en un Parlamento de 80, dando por inevitable el timo. La respuesta fue rotunda: 'Veinte son muchos'.

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