_
_
_
_
_
Entrevista:HOSNI MUBARAK | Presidente de Egipto

"Hamás usurpó Gaza y no representa a los palestinos"

Ángeles Espinosa

El golpe de efecto de Hamás al derribar el muro que separa Gaza con Egipto evidenció la delicada situación política en que se encuentra Hosni Mubarak. El presidente egipcio, no obstante, ha sabido mover sus fichas y trata de capitalizar la simpatía que le ha reportado su forma de actuar, con el menor coste político. A pesar de las apariencias, sigue sin aceptar a Hamás como interlocutor legítimo. "Es la Autoridad Palestina la que representa a todos los palestinos", subraya durante una entrevista a EL PAÍS y otros tres medios españoles con motivo de la visita a El Cairo de los Reyes de España.

"Aceptamos que [los palestinos] cruzaran para comprar comida y otras necesidades en ese momento, pero eso no va a volver a repetirse", advierte Mubarak, que rechaza el razonamiento de que hay que negociar con Hamás porque la paz no se puede conseguir sin Hamás. "Hamás forma parte de la Autoridad Palestina, no es un ente independiente", insiste, pero reconoce que "si no se coordinan entre ellos, no se podrá alcanzar la paz". Y el presidente egipcio atribuye esa fractura a la "usurpación de Gaza por parte de Hamás el pasado junio", una postura que dice mucho de su recelo hacia los islamistas.

Más información
Israel lanza dos ataques en el sur de Gaza y mata a ocho milicianos de Hamás

"Mezclar religión y política resulta peligroso", repite. Afuera espera Mohamed el Baradei, el diplomático egipcio que dirige el Organismo Internacional de la Energía Atómica. Egipto quiere construir una central eléctrica nuclear. Más allá de sus motivos económicos (con una población de 76 millones y sin grandes recursos energéticos), la decisión tiene mucho que ver con el creciente prestigio regional que está adquiriendo Irán. Pero a diferencia del pasado, ambos países parecen haber puesto fin a su particular guerra fría (desencadenada por la Revolución Islámica iraní y el asilo que Anuar el Sadat concedió al sah). En su último flirteo, Teherán ha enviado a El Cairo al presidente de su Parlamento, Golam Alí Hadad-Adel, y a Mohamed Nateq-Nuri, representante del líder supremo.

Pero Mubarak, un seductor nato, no se deja seducir con facilidad. "He recibido a alguno de sus representantes estos días, pero de ahí a restablecer relaciones... Tenemos algunos requisitos", responde disfrutando del suspense. Luego explica que "es algo relativo a la seguridad". ¿Y la calle dedicada a Jaled Eslambuli (el asesino de Sadat)? "Sí, ese es uno de los asuntos. La calle y su retrato gigante en una medianera. ¿Quién lo puso allí? Ahmadineyad cuando era gobernador de Teherán". Además, está el asunto de su influencia en Líbano y con Hamás. "Soy muy cauteloso", admite tras afirmar que si los iraníes quieren reabrir embajadas, también tendrán que hacer algún gesto.

A punto de cumplir los 80 años (el próximo 4 de mayo), Mubarak se conserva envidiablemente bien, aparte de una ligera sordera. Pero él mismo reconoce que, después de 26 años en el poder (el próximo octubre se cumplirán 27), "ya es suficiente". "Mientras haya trabajo, lo voy a hacer. Si no soy capaz de seguir con mi trabajo, o ayudar a la gente, entonces diré muchas gracias y me iré", afirma.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Y ahí se abre el interrogante. ¿Después de Mubarak, quién? El cuasi monopolio de la vida política que se ha arrogado el Partido Democrático Nacional (PDN) y su negativa a nombrar un vicepresidente, han desatado desde principios de esta década las especulaciones sobre una eventual sucesión por parte de su hijo Gamal. "No hablamos de este asunto en familia; él nunca ha sacado el tema conmigo", asegura. Pero cuando se le pide que mencione a alguna personalidad del PDN que pudiera desempeñar el cargo, responde: "No puedo nombrar a nadie".

Ese secretismo, al igual que la forma paternalista en la que habla de los egipcios ("éste es un pueblo acostumbrado a un partido fuerte") o su afirmación de que los derechos humanos "no son motivo de preocupación en Egipto", revelan su desconexión con la opinión pública de su país, y en especial con las nuevas generaciones. En la misma línea, responsabiliza de la falta de redistribución de la riqueza que se ha creado en los últimos años (crecimiento anual en torno al 7%) "a los altos precios internacionales de los alimentos". Aunque el presidente Mubarak se niegue a hablar de los Hermanos Musulmanes ("para no darles publicidad"), sus políticas les alimentan.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_