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La prensa se prepara para la guerra

Enric González

ENVIADO ESPECIAL Una máscara antigás, un traje hermético de plástico, guantes y botas especiales, un chaleco antibalas, una caja con medicamentos y jeringuillas y un voluminoso casco. Cada día, 69 periodistas se ponen todo este equipo y pasean como marcianos mareados por los alrededores de la piscina del hotel Internacional de Dahran. Son los 69 integrantes del pool periodístisco que cubrirán la información desde el frente saudí si estalla la guerra en el golfo Pérsico.Todos los periodistas admitidos en el pool por la Oficina Unificada de Información de la fuerza multinacional pertenecen a medios de comunicación norteamericanos. Antes de integrarse en este equipo han debido superar varias pruebas críticas. La más temida, la de resistencia en carrera, consistió en correr milla y media (casi 2,5 kilómetros) en menos de 15 minutos. Todos los candidatos la superaron, cosa explicable si se tiene en cuenta que las frugales comidas de campaña y la forzosa abstinencia de alcohol impuesta por el régimen saudí han provocado un generalizado adelgazamiento entre los periodistas desplazados a la zona. Los habituales viajes al frente a bordo de vehículos especialmente incómodos y las inclemencias climáticas han contribuido a endurecer las carnes de los periodistas.

Entre los 69 miembros del pool, cuyas informaciones deberán estar a disposición del resto de los enviados especiales a la zona, hay una decena de mujeres. Todas ellas acreditaron una excelente forma física que acalló las sonrisas condescendientes de sus colegas masculinos.

Una periodista de la cadena de televisión CNN, cuya escasísima estatura y aspecto frágil habían suscitado un general escepticismo, resultó ser, a la hora de la verdad, un Rambo en miniatura.

El coronel Kirk Mulney, jefe del servicio de información de las tropas estadounidenses, explicó que era imprescindible asegurarse de la buena forma física de los periodistas "para que éstos, una vez en campaña, no supusieran una preocupación ni un engorro para las unidades militares".

25 kilos de equipaje

En total, el equipo de supervivencia entregado a los periodistas pesa 25 kilos. Cada tarde, después de comer, los 69 elegidos, distribuidos en siete grupos, se reúnen en torno a una piscina para ponerse la impedimenta, quitársela, volver a ponérsela, etcétera. La intención es que se familiaricen con ella y aprendan a vivir disfrazados de marcianos, andando como patos, respirando a través de un filtro y bebiendo por un tubito acoplado a la propia máscara antigás.

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Todos han debido aceptar drásticas restricciones de la libertad de información, en aras de los supremos intereses de la seguridad militar invocados por los mandos del Ejército norteamericano. Los periodistas del frente no podrán, por ejemplo, hablar con soldados heridos.

Tampoco podrán dar a conocer la ubicación de las tropas, ni el número de bajas ni el estado anímico de los soldados, cuyas declaraciones sólo podrán ser recogidas on the record, es decir, con el nombre y apellido de quien habla, lo que garantiza que nadie formulará la menor queja o crítica. Los periodistas deberán permanecer siempre acompañados, además, por un miembro del servicio de información militar, que controlará el cumplimiento de los anteriores compromisos. Y, como remate, todas las informaciones deberán ser revisadas por un servicio de censores militares antes de ser transmitidas.

Los medios de comunicación se han hecho inmediatamente la pregunta lógica: "En caso de guerra, ¿sobre qué podremos informar?". Los medios estadounidenses han protestado y los militares han reconocido que se trata de "normas muy estrictas, quizá demasiado", y han prometido revisarlas, aunque no han dicho qué aspectos serán suavizados.

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