_
_
_
_
_

El túnel donde empezo la última guerra

La batalla desatada por el pasadizo de Jerusalén está cargada de arbitrariasinterpretaciones de la historia

C. G.,Tensión hay pero eso no desanima a esos turistas de todo el mundo que vienen a ver Jerusalen intrigados por esa fascinantey peligrosa combinación de política, religión, historia, guerras, fechas, precios bajos y teorías. Ayer hacía un día estupendo en Jerusalén. En las calles se hablaba con más interés del clima benigno que de las últimas noticias. La radio repetía detalles de las matanzas, pero éstas ocurrieron el viernes.Disfrutaban del clima y de la tranquilidad los turistas japoneses (gorra amarilla), los polacos (roja) y los brasileños (naturalmente gorra verde) que se enrolaron en las visitas israelíes que combinan el paisaje con la ideología sionista. Lo cual ya aporta un factor de desigualdad: no hay una sola empresa palestina como tal que tenga licencia para operar dentro de Jerusalén. No hay una compañía que, por ejemplo, se llame Agencia de Turismo de Palestina. El Ministerio de Turismo de Israel se ha encargado de que las expediciones turísticas comiencen en el Muro de las Lamentaciones, o sea, el polo magnético y trágico del judaísmo.

En el programa de las visitas viene más tarde la Vía Dolorosa y, tras una serie de advertencias acerca de la seguridad del lugar, la explanada del Domo de la Roca. Allí están los únicos olivares que quedan dentro del viejo Jerusalén y éstos enfilan al caminante hacia la mezquita de Al Aqsa, el polo fundamental del islam.

"Yo quiero entrar en el túnel", confesó con impaciencia un brasileño que llevaba una camiseta también verde que le quedaba chica. "¿No es acaso aquí donde ha comenzado la última guerra?", preguntó al azar ante un trío de reporteros. Éstos le dijeron donde estaba la puerta, pero el guía israelí se lo llevó con el grupo.

Como todo es visible en Jerusalén, el objeto físico, el símbolo de la más reciente lucha en Oriente Próximo, lleva apropiadamente una gruesa capa de pintura gris. Es una puerta de hierro de dos metros de alto y 180 centímetros de ancho. El cemento que ancla los goznes está fresco. Allí está, muda e inexpugnable, la puerta de hoja doble con sus costillas de firmes barrotes. Cuando se abre la puerta, gracias al Gobierno de Benjamín Netanyahu, uno puede recorrer 500 metros bajo el suelo de la ciudad del globo que defiende sus pasiones y obsesiones y que justifica sus crueldades como ninguna. "La visita dura entre 50 y 55 minutos", dijo un joven soldado cuyo acento neoyorquino delataba su innegable origen de Brooklyn. Como todos sus camaradas, el soldado llevaba esas gafas de sol cuya oscuridad y diseño acentúan la secreta vocación por lo extraterrestre. "Sí", agregó, "aquí comienza la cosa".

Resulta una declaración impertinente si se tiene en cuenta el volumen de tratados arqueológicos que existe sobre el tema.

Las teorías más antiguas están encontrando rápidamente aceptación. Una de ellas incluye un dato revelador. El historiador israelí Dan Bahat, por ejemplo, advierte en su trabajo de investigación que se titula Jerusalén subterráneo que después de los períodos de los persas, los asmoneos, los romanos, los bizantinos y la dinastía de los Umayad, llega el Medievo. Con él, recuerda Bahat, llega el terremoto de 1033, el cataclismo que arrasó con todo lo arqueológicamente relevante en Jerusalén.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Hoy, la puerta de hierro con su capa de pintura fresca es lo que invoca y agita uno de los tantos misterios de Jerusalén.

El túnel corre contiguamente a la línea de las existentes ruinas del Muro de las Lamentaciones. Ni atraviesa los predios de la mezquita, ni parte al Jerusalén judío y árabe en dos. Pero los palestinos no olvidan que hace algunos anos existía un grupo dinamitero y extremista judío que estaba empeñado en hacer saltar la mezquita y los monumentos islámicos por los aires.

La guerra del túnel, por lo tanto, está cargada de arbitrarias interpretaciones de la Historia. Uno de los soldados israelíes que se encargaba de explicar que "el túnel está cerrado hasta el domingo por la noche", no estaba dispuesto a decir si el cierre va a prolongarse por razones políticas. ¿Qué es lo que este joven israelí obligado a vivir con chaleco antibalas realmente piensa ante el panorama de una guerra?. Cuando se le preguntó exactamente eso, el joven, bajó el volúmen de su walkman en una concesión roquera. "Mejor vete y no me preguntes más", dijo. El jóven estaba todo menos contento.

A menos de 10 metros de la trinchera israelí que defiende la puerta del túnel de marras, se sorbía un café aromático Joseph Alarian, un enfermero armenio que dijo ser "un palestino ante todo". Alarian es cristiano y lo que está empeñado en demostrar es que tiene una indignación monumental. "El túnel es una provocación. Los israelíes se piensan que van a hacer lo que se les antoje. Se creen que son más que Dios. No escuchan, no hablan. Lo único que hacen es trampa".

Alarian, queda dicho, no es musulmán. Pero el hecho de que la apertura del túnel desemoboque en un sector árabe -en este caso cristiano -musulmán, justo bajo la escuela de niñas que lleva el nombre de la Virgen Maríalo enfurece. "Olvídate de religiones", dice con énfasis, "olvídate de eso". No es una cuestión de fe, repetía. "Lo que los israelíes quieren es humillarnos, doblegarnos y jactarse de ello". El túnel, insistió, "representa una humillación que tú, como extranjero en esta tierra, no te la puedes imaginar. Los palestinos somos como los tigres".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_