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Tribuna:NUEVO GOBIERNO DE ISRAEL
Tribuna
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¿Quien es judío?

El 23 de enero de 1970, la Suprema Corte de Israel se pronunció sobre lo que desde entonces se dio en llamar el caso Shalit. Si bien la Prensa internacional atribuyó mucha importancia a este juicio, el público y la Prensa se mantuvieron extrañamente al margen, sin comprender del todo el significado real de lo que los juristas consideraron un caso ejemplar, un auténtico experimentum crucis.El comandante Benjamín Shalit, joven oficial de la Marina israelí, había solicitado que sus dos hijos, de dos y cuatro años de edad, fueran inscritos en sus documentos de identidad como étnicamente judíos. Siendo la madre escocesa, atea, pero sobre todo no judía, los hijos no podían ser judíos según la religión. El funcionario encargado de inscribirlos había decidido no aceptar la mera declaración del padre e interpretar el caso según la ley religiosa: inscribió a los niños como no-judíos. Contradiciendo esta decisión, la Suprema Corte estipuló que los niños sí serían inscritos como étnicamente judíos, no sin señalar al mismo tiempo que no serían reconocidos como tales para todo trámite ante el rabinato.

En los documentos de identidad israelíes figuraba entonces, como hoy, la categoría dicha leom (filiación étnica o nacional), cuyo significado nunca fue claro para nadie, menos aún para los judíos. Al cabo de las primeras sesiones, la Suprema Corte recomendó al Gobierno que dejara de inscribir al leom en los documentos (nunca se habló de hacer figurar la religión, considerada en Israel cosa íntima de cada uno, si bien sí figura en los archivos internos del registro civil) Pero el Gobierno rehusé, quizá para poder preservar por una parte los vínculos con los judíos de la Diáspora y, por otra parte seguir distinguiendo los israelíes judíos de los árabes. Esta distinción, considerada necesaria dadas las circunstancias conocidas, es de por sí una forma de discriminación demostradamente peligrosa en otras latitudes; no hace falta recordar el tipo de clasificación demográfica, de la que los judíos no son las únicas víctimas en la Unión Soviética. Su único mérito podría ser, en Israel, el de ahorrar a los árabes el servicio militar.

Evidentemente, los niños Shalit habrían podido convertirse al judaísmo, cosa que será obligatoria el día que quieran casarse con una judía en Israel, donde el matrimonio sólo es religioso. Pero la batalla ganada irreversiblemente por el comandante Shalit en la Suprema Corte -y perdida luego en lo político cuando, bajo la presión condicionante de los partidos religiosos de la Knesset, se aprobó una ley contraria a la decisión de la Suprema Corte, si bien no retroactiva- desborda el simple marco burocrático. Bajo la apariencia de un sencillo error administrativo se planteaba un problema de fondo: ¿quién es judío?

Posiciones enfrentadas

Dos posiciones se enfrentan. De un lado, la ley religiosa de la Sinagoga dice que sólo es judío el hijo de madre judía o quien se ha convertido al judaísmo. Del otro, muchos judíos rehúsan considerar su condición como determinada por la religión. Se sienten judíos por la cultura, la tradición, la cuna, las persecuciones de que fueron objeto o por vocación.

Este enfrentamiento caracterizó las luchas ideológicas de principios de siglo entre judíos sionistas y judíos socialistas, como así las crisis de 1948, de 1967, de 1973 y de 1982. Y es un enfrentamiento que en el momento en que Shamir consigue formar Gobierno sólo con el apoyo de los partidos ultrarreligiosos, cuyo condicionante es que se retoque la ley del retorno y se redefina quién puede y quién no puede acogerse a ella, volverá a caracterizar el conjunto de las colectividades judías del mundo.

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¿Es Israel una teocracia? Sería imprudente afirmarlo. Aunque sólo exista el matrimonio religioso, aunque la filiación étnica se defina por la ley religiosa, aunque el Gobierno esté condicionado por partidos religiosos, Israel no es una teocracia: hay teocracia cuando las mismas personas y las mismas instancias ejercen a la vez la autoridad civil y religiosa. No es el caso de Israel. Lo que sí es cierto -como en otros países de Oriente Próximo- es que Estado y religión no están totalmente separados en Israel y que, hecho mucho más grave, la religión ejerce un condicionamiento político. Lo que sí es cierto y grave es que un juicio de la Suprema Corte pueda ser contradicho por un legislativo que cede a las presiones religiosas.

Sin embargo, la tendencia teocratizante actual está en flagrante contradicción con el laicismo de los padres fundadores de Israel. El marxismo de los jóvenes pioneros que en los años diez se iban a colonizar Palestina rehusaba tanto la brutalidad y la injusticia zarista como la ortodoxia judía. Esos jóvenes judíos-ateos soñaban con un país abierto, laico, en el que la ética de los profetas estuviera en consonancia con una ideología socialista basada en la justicia social, la tolerancia y el amor al prójimo.

Ya en 1970 Golda Meir se declaraba contraria a los matrimonios mixtos porque "la supervivencia del pueblo judío es más importante incluso que la existencia de Israel y el sionisino". ¡Ay! Es fácil simplificar la con versión de gentiles inmigrantes, como tendían a hacerlo las modi ficaciones de la ley del Retorno aprobadas por la Knesset como resultado del caso Shalit; puede incluso ser un paliativo deseable. Pero el judaísmo siempre tuvo repugnancia del proselitismo, y la conversión fácil tuvo, en senti do contrario, un triste papel en su historia.

¿Quién es judío? Hitler no tuvo dificultad en resolverlo. La Suprema Corte israelí se reunió durante más de un año para debatirlo, cuando fuera del tribunal la respuesta la daba el antisemitismo de toda la vida. Los esfuerzos de la Suprema Corte fueron vanos. Si este tribunal dio muestras de progresismo inscribiendo a los niños Shalit como judíos, su decisión sólo consistió en corregir un error administrativo. Y si la pregunta del título de este artículo queda sin respuesta otra vez, quizá sea porque objetivamente no la tiene: es judío quien quiere serlo.

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