_
_
_
_
_
Reportaje:

Irak se sacude la tutela de EE UU

El Gobierno quiere de Washington entrenamiento y material, no soldados

Ángeles Espinosa

La jornada electoral del sábado fue también su día. Soldados y policías iraquíes sabían que todo el mundo estaría observándoles. Con la voluntad declarada del nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de acelerar la salida de sus tropas de Irak, el debate sobre la capacidad de las fuerzas iraquíes sigue abierto. ¿Están preparadas? ¿Tienen los equipos necesarios? ¿Se puede confiar en ellas? Los políticos iraquíes no lo dudan. Es una cuestión de soberanía nacional. Sobre el terreno, los oficiales muestran tanta voluntad como cautela.

"Hace mucho tiempo que anunciamos que estamos listos para hacernos cargo de la seguridad en Bagdad al igual que lo hemos hecho en otras provincias", declara a EL PAÍS el general Qasem Atta, portavoz del plan de seguridad para la capital. Este oficial asegura que las fuerzas "están prácticamente completas y ya han probado su capacidad cuando libraron a la ciudad de terroristas" en el año 2007.

El embajador Ryan Crocker advierte contra una retirada militar precipitada

Su convicción y firmeza reflejan la voluntad del primer ministro, Nuri al Maliki, de recuperar la plena soberanía para Irak. Además, el buen hacer de los uniformados durante la jornada electoral respalda ese objetivo. Los soldados gestionaron con gran eficacia el dispositivo de seguridad, no sólo como el rostro visible al frente de los controles establecidos ante cada colegio electoral y en las principales calles, sino también en los puestos de mando conjunto establecidos para coordinar incidencias. Incluso, por primera vez, los helicópteros que sobrevolaban Bagdad no eran estadounidenses, sino iraquíes.

También es cierto que en esa ocasión, como en los éxitos que se atribuyen contra las milicias en Basora y contra los insurgentes en la provincia de Al Anbar, las fuerzas iraquíes (560.000 policías y 260.000 soldados) han trabajado con red de seguridad. En la retaguardia, en el aire o pasando instrucciones e información entre bambalinas, siguen estando hasta ahora 143.000 soldados estadounidenses. Según el acuerdo firmado en noviembre entre Washington y Bagdad, el conocido como SOFA (siglas de Status Of Forces Agreement), las tropas de combate deberían irse de Irak en diciembre de 2011. ¿Qué efecto tendría el adelanto de su retirada que desea Obama?

"Si la salida de EE UU se produce pronto, nuestras fuerzas están preparadas", ha declarado el portavoz del Ministerio de Defensa, el general Mohamed al Askari. "Nos venimos preparando desde el año pasado y somos perfectamente capaces de manejar la seguridad sin depender de las tropas norteamericanas". Aun así, Al Askari admite que todavía necesitan "apoyo aéreo e información".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En algunas regiones, los militares que están sobre el terreno dan a entender que algo más. Aunque la seguridad ha mejorado sustancialmente durante el último año en todo el país, en Bagdad y en las provincias de Diyala y Nínive grupos de insurgentes y militantes de Al Qaeda siguen presentando un reto. Su control por el miedo de algunas zonas hace más complicado reclutar a gente local familiarizada con el entorno. Y a pesar de la enorme mejora en los equipamientos, el enemigo enseguida logra ponerse a la par.

Además, algunos observadores apuntan a los problemas culturales y de disciplina. Muchos oficiales acostumbrados a seguir órdenes bajo el régimen de Sadam Husein tienen problemas para tomar decisiones por sí mismos. La gente recela de una policía con fama de corrupta, poco respetuosa con los derechos humanos e infiltrada por las milicias. Más difícil de cuantificar es la desconfianza que el peso de la comunidad árabe chií (un 60% de la población) en las fuerzas de seguridad despierta en algunas regiones suníes sacudidas por la violencia sectaria. Curiosamente, hoy son los suníes los que se sienten protegidos por la presencia estadounidense.

"Una retirada precipitada presenta considerables riesgos", advirtió el embajador de EE UU, Ryan Crocker, la semana pasada, en su última conferencia de prensa antes dejar el cargo. El propio jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak, el general Raymond Odierno, defiende que se mantenga un contingente grande al menos durante un año más por temor a que se pierdan los avances logrados en la seguridad. En entrevistas con medios de comunicación de EE UU, oficiales y soldados iraquíes han reconocido que aún están por detrás del nivel de otros países y que necesitarán el apoyo de las tropas extranjeras algunos años más.

"Mantener los éxitos y el nivel de seguridad logrado en el último año constituye un reto", admite el general Atta. "Pero lo que necesitamos es que nos faciliten preparación y equipos, no que los soldados [norteamericanos] sigan aquí", asegura.

"Merecemos que se nos dé la responsabilidad del país y poder probar nuestras capacidades", manifiesta por su parte un coronel de las fuerzas especiales que sólo se identifica como Ali porque no está autorizado a hablar con la prensa. Este oficial reconoce no obstante que aún tienen carencias ("todavía operamos con datos de inteligencia estadounidenses", concede), pero no le parece un obstáculo para que se vayan las fuerzas extranjeras.

Un policía iraquí pasa un escáner a una mujer en un puesto de control ante un colegio electoral el sábado.
Un policía iraquí pasa un escáner a una mujer en un puesto de control ante un colegio electoral el sábado.ASSOCIATED PRESS

Las cifras

- El nuevo Irak cuenta con unas fuerzas de seguridad compuestas por 560.000 policías y 260.000 soldados.

- EE UU tiene desplegados 143.000 soldados. El presidente, Barack Obama, quiere una reducción significativa este año.

- El Ejército iraquí carece de material pesado y no tiene capacidad de espionaje para luchar contra Al Qaeda.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_