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Entrevista:GIULIANO PISAPIA | Candidato a la alcaldía de Milán

"Italia está lista para acabar con la era de Berlusconi"

Le han llamado extremista, radical e incluso loco. Han dicho que fue condenado hace 30 años por el robo de un coche usado para un secuestro (se trató de un error judicial del que fue absuelto más tarde), y han afirmado que quiere convertir Milán en una "gitanópolis" y llenarla de clandestinos y de mezquitas; han asegurado que dejará la ciudad en manos de los centros sociales (asociaciones de jóvenes radicales) y los periódicos afines han llegado a sugerir que su hermano se suicidó "quizá" porque tomaba drogas. La desesperación que Giuliano Pisapia (Milán, 1949) ha producido en las filas del centro-derecha italiano no parece tener freno, ni límite. Este templado abogado penalista, hijo de un ilustre jurista milanés, exdiputado en las filas de Refundación Comunista, se ha convertido en el enemigo público número uno de Silvio Berlusconi y Umberto Bossi, al ganar por sorpresa la primera vuelta de las elecciones municipales a la alcaldesa saliente, Letizia Moratti.

"Me hice candidato por desesperación: hace falta despertar el compromiso"
"El berlusconismo ha destruido la cultura de la ciudad y del país"
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Eso convierte a Pisapia en el único italiano, después de Romano Prodi, que derrota en una votación popular a Silvio Berlusconi, el cabeza de lista de la alianza municipal Pueblo de la Libertad-Liga del Norte. Pisapia (léase Pisapía) comparte algunos rasgos de carácter con Prodi. Es austero, sobrio y tranquilo, se altera difícilmente, tiene poco carisma y es un hombre profundamente dialogante. Todo ello le ha permitido vencer primero las primarias del Partido Democrático superando a un candidato como el arquitecto Stefano Boeri, y luego darle una tunda a Berlusconi en su propia casa, ganando en los nueve distritos de la ciudad (1,2 millones de habitantes) más rica de Italia, núcleo y símbolo del poder financiero y del populismo xenófobo de Berlusconi y Bossi.

Aunque la máquina del fango no cesa de escupir barbaridades, Pisapia no se altera lo más mínimo. "Han dicho y dirán de todo y más, pero los milaneses han hablado muy claro y en la segunda vuelta [los próximos días 29 y 30] volverán a hacerlo", explica. "A Berlusconi le han dado la mitad de votos que en 2006, y Moratti ha perdido en los nueve distritos. Eso significa que el voto ha sido local y nacional a la vez".

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En cierto modo, Pisapia es lo opuesto a Moratti y Berlusconi. Pero, curiosamente, también es muy distinto de los indolentes y encastillados líderes del centro-izquierda. El secreto de su éxito ha sido el trabajo de calle. Era su primera campaña electoral municipal, y su equipo de asesores son la familia: su mujer, Cinzia Sasso, periodista de La Repubblica en Milán, y Francesco, el joven hijo de esta, también periodista.

"Me hice candidato por desesperación: la ciudad estaba muerta, y pensé que hacía falta despertar el compromiso dormido de los ciudadanos. Cuando empecé, los sondeos me daban un 4% en las primarias del centro-izquierda. Hablando con la gente en los barrios, incluso durante el mes de agosto, vi que eran muy escépticos hacia la política, pero que había miles de personas deseando trabajar y hacer cosas por la ciudad. Era solo eso, cuestión de organizar los comités de distritos y coordinarlos", comenta.

Pisapia captó e interpretó antes que nadie el hastío doble, o quizá triple, que unía a la burguesía industrial y a las clases menos ricas. Por un lado, la mala gestión de una alcaldesa invisible y poco querida (muchos milaneses cuentan que va en coche oficial al despacho aunque vive a 600 metros) y con mal de piedra (ha privatizado parques como el de Confaloniere, donde va a construir un millón de metros cúbicos de cemento).

En segundo lugar, hacia la creciente sensación de omnipotencia del primer ministro (como dice un taxista, "la gente no llega a fin de mes y él se gasta millones en sus fiestas").

Y, por último, hacia la debilidad y división del Partido Democrático.

"Solo la buena política puede derrotar a un poder económico tan grande como el de Berlusconi. La receta no es girar a la izquierda, sino la unidad de todas las fuerzas progresistas, sin renegar del pasado y de los principios, para resolver los problemas concretos. La mía es la victoria de la unidad. Los Radicales, los viejos socialistas, Italia de los Valores, todos. Debemos ser una alternativa a Berlusconi, no remar contra él ni encomendarnos a los jueces. Dialogar con todos, convencer a los más radicales para superar las diferencias ideológicas y dejar de lado las ambiciones personales. Somos un movimiento de ciudadanía activa y de pasión cívica", dice Pisapia.

Berlusconi está tan asustado que ayer concedió entrevistas en cinco televisiones. ¿Aguantará Pisapia el tirón mediático?

"Milán ha hablado, y siempre ha sido la referencia económica y cultural del país. Aquí han nacido siempre las grandes novedades de Italia", responde. "El berlusconismo ha destruido la cultura de la ciudad y del país. Ha pisoteado a las mujeres con un machismo indigno, y además no ha resuelto los problemas. Se acabó la propaganda. Ellos son los extremistas, nosotros apostamos por las mujeres, las asociaciones ciudadanas, los jóvenes. Si el Partido Democrático escucha a sus bases, el país está preparado para acabar con la era de Berlusconi".

Giuliano Pisapia, el pasado febrero en Milán.
Giuliano Pisapia, el pasado febrero en Milán.VITTORIO Z. CELOTTO (GETTY)

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