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El Papa consagra la basílica de Yamusukro, construida en la selva de Costa de Marfil

Juan Arias

Juan Pablo II consagró ayer en Yamusukro, en plena selva de Costa de Marfil, la faraónica basílica dedicada a Nuestra Señora de la Paz, en presencia del alcalde de París, Jacques Chirac, y del hijo del presidente de Francia, Jean-Cristophe Mitterrand. El templo cuenta con 7.363 metros cuadrados de vidriera francesa, 11.000 de mármol rosa italiano, y es copia casi perfecta de la basílica de San Pedro en Roma, a la que supera incluso en altura.

La imponente iglesia, el monumento religioso más grande de toda África, ha sido objeto de duras críticas incluso dentro de la Iglesia Católica hasta las vísperas de la llegada del Papa, por considerarlo un insulto a la pobreza atávica de aquel país, en donde falta de todo.El templo, en efecto, en un país donde los católicos son sólo el 10% de la población, ha costado 250 millones de dólares (23.750 millones de pesetas), y los gastos de mantenimiento, junto con la fastuosa morada papal construida al lado del santuario y en la que ya ha dormido el Papa, se calculan en 200 millones de pesetas anuales.

Ayer, Juan Pablo II, durante la solemne ceremonia de tres horas retransmitida en Mundovisión, no hizo alusión alguna a las críticas y protestas de las semanas pasadas, contra su presencia en el templo. A la ceremonia asistieron 30 representantes de la religión musulmana junto con 50 obispos de todo el continente africano. Todos manifestaron su apoyo al Papa.

Juan Pablo II se limitó a recordar que, en todos los tiempos y en todas las latitudes, los hijos de la Iglesia han dedicado siempre a Dios "lo mejor de su arte y de sus construcciones".

La misma diplomacia vaticana dudó hasta el último momento sobre la oportunidad de que el Papa consagrase un templo tan polémico, regalo personal del polémico anciano presidente de Costa de Marfil, Félix Houphouet-Boigny. Sin embargo, Juan Pablo II quiso hacerlo porque piensa que, al igual que los musulmanes están construyendo grandes mezquitas en todo el mundo, es, también importante que la Iglesia Católica tenga en África un templo de envergadura y moderno. La basílica cuenta hasta con un sistema de climatización que es el último grito de la técnica. Éste permite que los 8.000 fieles que caben en el templo cuenten con un asiento y cojín de aire acondicionado en los respaldos de los bancos mientras asisten a los servicios religiosos.

A la ceremonia de ayer no asistió tanta gente como hubiese deseado el anciano presidente de Costa de Marfil, quien ha explicado que la gigantesca y rica basílica la ha pagado con su propio dinero. Hay quien le acusa de haber querido prepararse una tumba faraónica y asegurarse el poder hasta el final.

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Ante las críticas desencadenadas en toda África por el derroche que ha supuesto la construcción, Juan Pablo II puso como condición, para consagrar el templo, que el presidente hiciera construir también allí un hospital para los pobres de África. El Papa bendijo ayer la primera piedra.

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