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Karzai plantea una reconciliación con los talibanes para pacificar Afganistán

El presidente afgano tiende la mano a los grupos que renuncien a la violencia

Andrea Rizzi

La falla estratégica que discurre desde Gaza hasta la frontera afgano-paquistaní desata todavía temblores tremendos tras siete años de "guerra contra el terror" y lucha al radicalismo islámico orquestados desde Washington. La nueva Administración del presidente Barack Obama ha decidido otorgar a Afganistán prioridad absoluta. El presidente afgano, Hamid Karzai, aprovechó ayer la Conferencia de Seguridad de Múnich para lanzar hacia Occidente un duro mensaje, en el que responsabilizó a las fuerzas ocupantes del deterioro de la situación en su país. Karzai propuso una nueva estrategia que incluye la "reconciliación con los talibanes que renuncien a la violencia".

El presidente afgano lanzó su dardo ante los dos nuevos hombres clave en el frente afgano: el general estadounidense David Petraeus, responsable militar, y Richard Holbrooke, enviado especial de la Casa Blanca a la zona. Karzai achacó el resurgimiento de la violencia a errores estratégicos -"retraso en constituir una policía... ineficacia en cortar la financiación a los grupos violentos... arrestos arbitrarios... víctimas civiles"- que han alentado la desconfianza y el odio entre los afganos y han permitido el regreso de los talibanes, que controlan de facto al menos diez provincias del país.

General Petraeus: "Es imperativo poder separar a los buenos de los malos"

Karzai -que gozó del respaldo de la Administración Bush y parece distanciado de Obama- planteó como grandes ejes de la nueva estrategia para Afganistán una mayor coordinación internacional y la reconciliación con los sectores islamistas moderados: "Este es el momento. Invitaremos a todos los talibanes que quieran vivir en paz y según la Constitución a volver e integrarse en Afganistán".

El general Petraeus, arquitecto de la estrategia que ha logrado controlar la violencia en Irak, tomó la palabra poco después. "En Afganistán hacen falta más tropas, más medios, más coordinación. Pero eso no es suficiente", observó el militar, introduciendo las líneas maestras de su nuevo plan de acción. "Tenemos que entender qué sectores de la población pueden reconciliarse y cuáles no. Con los primeros, hay que intentar que se conviertan en parte de la solución, en lugar de parte del problema".

Vencer en Afganistán no es sólo una cuestión de número de soldados desplegados, "sino también de número de tés bebidos [por las tropas] con la población", subrayó Petraeus. "El imperativo es proteger a la población, establecer contactos con ella, con los líderes locales, ser buenos vecinos, conocerles, para separar a los buenos de los malos, garantizar elecciones no violentas, y ganar también la batalla de los titulares de prensa", destacó el general.

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Richard Holbrooke añadió lo que el militar no se atrevió a decir: "Seamos claros. El teatro de esta lucha es Afpak. No lo digo por ahorrar sílabas, sino para fijar en nuestras mentes que no se trata sólo de Afganistán, sino que estamos ante un único escenario de combate dividido por una frontera mal trazada, a un lado de la cual podemos actuar mientras que en el otro no. Y en éste tienen sus bases nuestros enemigos", precisó el enviado especial de Obama a la región a pocos metros de distancia del ministro de Exteriores de Pakistán, Majdum Shah Mahmud Qureshi. "Jamás en mi vida he visto un lío semejante", reconoció Holbrooke, que a mediados de los noventa fue mediador decisivo en la solución del conflicto de los Balcanes.

Holbrooke calificó como elemento decisivo para la estabilidad de la región el fortalecimiento de la frágil democracia y de la economía de Pakistán.

El presidente de Afganistán, Hamid Karzai (derecha), estrecha la mano del ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung.
El presidente de Afganistán, Hamid Karzai (derecha), estrecha la mano del ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung.REUTERS

Rusia celebra la voluntad de diálogo de EE UU

"Han lanzado un mensaje fuerte, lo hemos oído. Es una señal positiva de disponibilidad al diálogo, pero el diablo está en los detalles". Serguéi Ivanov, viceprimer ministro ruso, empezó así a transmitir ayer en Múnich las impresiones del Kremlin tras la gran presentación internacional de la política estadounidense ofrecida el sábado por el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y minutos después del encuentro bilateral que ambos mantuvieron ayer, el primero de alto perfil de Rusia con la Administración del presidente Barack Obama. "Celebramos la nueva actitud y el deseo de reanudar el diálogo. El encuentro ha sido interesante, positivo. Expresamos un cauto optimismo", zanjó Ivanov, quien consideró que un terreno propicio para recuperar la confianza es el del control armamentístico. "Entre otras cosas, porque el tiempo apremia. En diciembre caduca el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas. La nueva Administración de Washington necesitará algo de tiempo", precisó.

Biden no comentó públicamente el encuentro con Ivanov y, tras reunirse con el presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, se limitó a decir que la entrada de Georgia en la OTAN "depende de Georgia". Saakashvili tuvo que escuchar en Múnich las condiciones que países como Francia y Alemania plantean a su ingreso en la Alianza, al menos en el medio y corto plazo.

En cuanto al cierre de la base estadounidense en Kirguizistán, fundamental para el abastecimiento de las tropas desplegadas en Afganistán, Ivanov rechazó categóricamente que la decisión fuera fruto de presiones del Kremlin.

Detrás de la nueva dialéctica entre Moscú y Washington no hay todavía ningún cambio político sustancial. El sábado, Biden tendió la mano pero se mantuvo firme, defraudando a quienes esperaban un gesto concreto, en forma de frenazo al despliegue del escudo antimisiles o un impulso a la reducción de arsenales nucleares. Un Kremlin debilitado por el hundimiento de la economía espera aún a ver qué hay realmente tras el cambio de actitud de Washington.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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