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Una crucial gira para Obama

El Kremlin se pone en guardia ante el debate de las libertades

Moscú teme que el discurso de Obama cale en la sociedad

Pilar Bonet

La visita que Barack Obama comienza hoy indicará cuales son las posibilidades y límites para la colaboración entre Rusia y Estados Unidos al servicio del Estado de derecho, la sociedad civil y los derechos humanos. El asunto es delicado. Por una parte, el Kremlin y la sociedad rusa -enquistados y mayormente a gusto en un sistema de relaciones patriarcales- se han vuelto muy susceptibles ante las lecciones de democracia impartidas por los líderes occidentales. Por otra, teniendo en cuenta las páginas negras de la presidencia de Bush en Irak y Guantánamo, la Casa Blanca difícilmente puede asumir la posición de tutor que Washington adoptó con los derechos humanos en la antigua URSS.

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Así las cosas, Medvédev y Obama han comenzado a tantear un terreno resbaladizo con mensajes que hacen referencia a Mijaíl Jodorkovski, quien fuera el hombre más rico de Rusia y que cumple una condena de ocho años por delitos económicos. Ahora un tribunal de Moscú lo juzga por segunda vez en un proceso que muchos consideran político e indicativo de la dependencia del poder judicial en Rusia. En una entrevista con Nóvaya Gazeta, Obama ha dicho que le parecía "extraño que las nuevas acusaciones, aparentemente una nueva versión de las viejas, aparecieran ahora". Obama señaló también que apoya la iniciativa de Medvédev de reforzar la primacía de la ley, lo que supone "el derecho de todos a procesos justos y excluye el uso de éstos con fines políticos". En una entrevista a la prensa italiana, Medvédev ha insistido en que en este nuevo juicio "no ve ningún otro aspecto, excepto el legal". "Jodorkovski y otros empresarios están condenados por sentencia judicial. No se trata de una medida política, sino de la decisión de un órgano judicial que hay que respetar".

Medvédev dijo que el indulto a Jodorkovski puede plantearse en el marco de los procedimientos vigentes. Y según la ley, el condenado "debe dirigirse al presidente, reconocerse culpable de haber cometido un delito y solicitar la medida correspondiente. Por eso por ahora no hay nada que discutir", dijo. Jodorkovski ni se ha reconocido culpable ni ha pedido clemencia.

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Obama y Medvédev tendrán ocasión de aparecer el martes ante un foro de organizaciones no gubernamentales de ambos países, dedicado a los problemas comunes de la sociedad civil. Pero a fines de la semana pasada no había garantías de que los presidentes acudan a clausurarlo, justamente por las susceptibilidades que el evento suscitaba en el Kremlin, pese a que los organizadores quisieron evitar la división de papeles entre alumno y profesor y concibieron el foro como un diálogo fragmentado en diferentes mesas. Esta fórmula es una desviación de la vieja práctica según la cual los políticos de alto rango en visita oficial recibían en la Embajada de su país a un grupo de disidentes que se quejaban del sistema político ruso. "El diálogo debe incluir a dirigentes y a activistas de ambos países para poder intercambiar ideas y para que no se produzca una situación en la que las ONG rusas aparecen como quejicas marginales que buscan el apoyo de un extraño. Los dirigentes no deben escabullirse de las preguntas de la sociedad", afirma Svetlana Gánnushkina, de Ayuda Cívica, una ONG rusa especializada en refugiados e inmigración.

Obama ha invitado a reunirse con él a dirigentes de los partidos políticos, y no sólo a los que tienen representación parlamentaria, sino también los de oposición que no están en el Legislativo, como el ajedrecista Gari Kaspárov, el ex vicejefe de Gobierno Borís Nemtsov y el presidente de Yábloko, Serguéi Mitrojin.

En la Administración norteamericana existe conciencia de la necesidad de ampliar la base de las relaciones bilaterales más allá de los temas de desarme y de fomentar un mayor conocimiento de las respectivas sociedades. Telón de fondo de la visita de Obama ha sido una discusión sobre cuál debe ser la actitud de EE UU hacia Rusia. En este marco, cuatro conocidos liberales rusos -Lilia Shevtsova, Lev Gudkov, Ígor Kliamkin y Gueorgui Satárov- advirtieron en The Washington Post contra los enfoques que prescinden de los valores y contra quienes, invocando "realismo", piden a Obama que "trate a Rusia como si ésta fuera incapaz de democratizarse". Basándose en encuestas del Centro Levada, los liberales afirmaban que dos tercios de los rusos están por la democracia y el Estado de derecho. Sin embargo, el sociólogo Leonid Sedov precisa que la idea de democracia preferida por los rusos no es la de EE UU y los países europeos (20% de los encuestados), sino una democracia "totalmente especial, que responde a las características específicas de Rusia", por la que está un 45%.

Dmitri Medvédev (izquierda), durante una entrevista.
Dmitri Medvédev (izquierda), durante una entrevista.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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